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Bright: Mucho marco para poca pintura

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Bright: Mucho marco para poca pintura

El análisis está libre de spoilers pero para una experiencia completamente libre de anticipaciones se recomienda ver la película primero.

David Ayer es un director complicado por diversas razones, supo hacerse valer incluyendo en su historial obras notables como Training Day o Fury, pero desde lo ocurrido con Suicide Squad muchos auguraron que sería casi imposible limpiar su nombre.

¿Bright lo consigue? Averigüémoslo. La historia nos cuenta las desventuras del humano Daryl Ward y el orco mestizo Nick Jakoby en su guardia como policías de los barrios bajos de Los Ángeles dentro de un mundo plagado tanto de humanos como orcos, hadas, elfos y demás criaturas mágicas.

El director Ayer logra capturar correctamente el estilo barriobajero que antes había trabajado en End Of Watch y Training Day y el aura de incertidumbre entre dos simples policías con químicas dispares contra todo un mundo de robos, corrupciones y desconfianzas es cuanto menos correcta. A su vez, los barrios explorados por nuestro dueto de protagonistas se ven evidentemente influenciados por obras como Friday o Boys In The Hood. Pero como cualquiera puede notarlo en el tráiler, se trata simplemente de la mitad del paisaje.

La película comienza con una secuencia que muestra unos cuantos grafitis que revelan un culto rendido a varios líderes de bandas comunes así como un aparente “señor oscuro” y es ese mismo componente el que demuestra el primer gran acierto y a su vez el primer gran fallo del film.

Por un lado Ayer hace un excelente trabajo en revelar trasfondos sin bombardear al espectador con secuencias de información abrumadoras, sabe callarse cuando lo que importa es el aquí y el ahora más allá del folclore que puede presentarnos un mundo tan pintoresco como el suyo, y esa es una tentación a la que no todos los directores sabrían resistirse.

Pero por el otro, este mundo al que nos quiere introducir David esta fatalmente trabajado. Y puedo comprender que al público de Ayer la presentación de la magia en ambientes urbanos les parezca una novedad, pero la verdad es que…  tenemos toneladas de obras al estilo de Bright.

Dentro de la literatura moderna hay un subgénero conocido como “fantasía urbana” que se encarga de presentar a los elementos sobrenaturales como componentes de historias ambientadas en barrios o casas no muy diferentes a la mía o a la tuya. Autores como Neil Gaiman, Jim Butcher o Sergio S. Moran supieron por un largo tiempo dar rienda suelta a la magia en entornos decorados por callejones de ciudades, alcantarillas, azoteas y calles propias que solo un género como la fantasía urbana podría otorgar. Dentro de la pantalla chica tenemos un excelente ejemplo del genero antes mentado con American Gods y estoy seguro que a más de uno le gustaría poder ver en la pantalla grande adaptaciones legitimas de las aventuras de Harry Dresden o los casos de Parabellum…  pero por ahora nos conformaremos con Bright.

Y digo “conformarnos” con el pesar de que Ayer no supo aprovechar las oportunidades que le suponían poder trastocar cada cliché de la narrativa fantástica en vez de simplemente plasmarlas tal y como vienen siendo desde hace literalmente décadas. Todos tenemos una idea clara al mejor estilo del Señor de Los Anillos en cuanto nos mencionan la palabra “fantasía” y con el paso del tiempo, otras obras de diferentes formatos de la cultura popular como Reinos Olvidados, Warhammer, Dungeons and Dragons o Warcraft no se molestaron mucho en quitarnos la idea de la cabeza sobre las características de cada raza. Los elfos son perfectos en cuanto a cualidades estéticas, los enanos son herreros burlones y los orcos son criaturas feroces y fieras. Y todos estos tropos en un principio no cambiaban porque se trataba de una crítica al racismo y a los estatus sociales impuestos por los dogmas derivados de diferentes prejuicios.

Hay un momento en el que uno de los personajes menciona la frase “Ver a un orco con placa es como ver a un elfo con trapeador, no lo ves todos los días.” Y al ver que el guión era consciente de los tropos fantásticos, supuse que este sería capaz de trastocarlos más allá de Jakoby.

Los Inferni aparentan ser los únicos elfos que no disponen de todas las comodidades pero inclusive ellos parecieran obtener los lujos necesarios como para presentarse ante el departamento policial de Los Ángeles como una autentica organización terrorista y es verdad que podemos ver en un determinado punto a un orco en un verdadera posición de poder, pero se trata de no más que otra pandilla pasada por un filtro religioso, continua estando por debajo de los estándares de la ley.

Ni hablemos de la idea de un señor oscuro jurando volver de entre las cenizas como cliché, pero los fallos están incluso en presentar a las diferentes razas. ¿Por qué la vida de las hadas tiene tan poco valor cuando sería más que fehaciente una organización capaz de protegerlas tanto como organizaciones reales protegen los derechos de los animales? ¿Por qué aparece un centauro como oficial de tránsito en el fondo de una escena pero no se los menciona en ningún instante? ¿Y porque hay un momento en el que Ward menciona a los enanos pero estos no aparecen en prácticamente ningún momento de la película?

Son muchas incógnitas para un mundo que pide a gritos un desarrollo por parte de una secuela y por mi parte apoyo mucho la moción de las historias preparadas ya sea para una retrospectiva inculcada por fenomenales giros argumentales o anticipadas en pos de dejar rienda suelta a las “cajas de misterio” que inculcó tanto la filosofía de J.J.Abrams.

Pero al mismo tiempo tenemos el caso de Godzilla (2014) en el que su director Gareth Edwars tenía junto a Legendary Pictures la idea de formar una saga con figuras como Rodan, Mothra y el mismísimo King Kong. Nada de eso importaría sin el empeño de su primer capítulo y lo sabían hasta el punto en que se centraron exclusivamente en la calidad argumental de este…  cosa que no ocurre en Bright.

Es importante volver a Jakoby porque es uno de los escasos puntos fuertes de la película. No solamente se trata de que Joel Edgerton lo interprete con unas gesticulaciones faciales que te hacen pensar en Jakoby como todo lo que debió haber sido Killer Croc en Suicide Squad, ni tampoco el hecho de que en comparación a Ward es un terroncito de azúcar demasiado dulce para este mundo, sino la posibilidad de convertirlo perfectamente en un elemento exocéntrico dentro de su narrativa.

Salvaguardando las distancias, el personaje de Watson es el elemento exocéntrico perfecto de la historia de Sherlock Holmes ya que mediante su sentido común y su cinismo derivado del hartazgo que le implica acompañar a un personaje de la talla de Holmes, permite relacionarnos tanto con el como con sus vivencias en la historia. Frodo Bolsón es exactamente lo mismo debido a que podrá no ser un elemento clave como el poder político de Aragon o la relevancia de Gandalf, pero es el protagonista debido al hecho de que el mismo lector se empequeñece cual hobbit ante acontecimientos como los que presenta la obra de Tolkien.

De la misma manera Jakoby, en su actitud risueña, simplista y tierna, logra darle a entender las desdichas por las que pasa al estar recluido tanto por su entorno como por su mismo compañero de lealtades y desventuras. Por su parte, Ward debería funcionar como el contrapunto capaz de dar a entender que, al fin y al cabo, estamos viendo una “budy cop movie” al mejor estilo Bad Boys, Rush Hour o Letal Weapon…  pero la química de los personajes se trastoca exactamente por el elemento que funciona para darle a entender al espectador los dispares que pueden ser sus personalidades ante un acontecimiento inoportuno al principio de la obra.

Y se bien que se trata de un error puramente del guion, porque cuando este asunto se arregla al terminar el primer tercio de la película, las actitudes de Ward y Jakoby se adaptan para finalmente ser lo que debieron ser en un principio.

Pero como estamos en el medio de una fantasía de tintes Tolkenianos, evidentemente faltaba el factor “profecía” y supongo que eso es lo que mata a la película. El mejor momento de la obra es uno en el que asumimos que ya nada va a ser igual para nuestros protagonistas y aparece Ayer con sus cambios argumentales en base a un género al que evidentemente él no estaba acostumbrado. Ese cambio en forma de típica “profecía de los elegidos capaces de detener al señor oscuro” termina por actuar como efecto en cadena que desemboca en un final simplemente pésimo, no hay una manera suave de decirlo.

Y es una lástima porque realmente le deseo lo mejor a esta trama, deseo la posibilidad de que Ayer se reivindique con una secuela capaz de enmendar los errores y hacernos disfrutar todo lo que el tramo del nudo logro darnos mientras su principio y su final fallaban miserablemente. Quizás aún nos queden más cosas por contar dentro de un mundo tan estéticamente atractivo como Bright a futuro y sobre lo que ya está contado, te invito cordialmente a conocerlo…  o quizás te lo esté advirtiendo.

 

#Culturanerd - Periodismo de corte fantástico

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