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Para el calor, humor gráfico por dos

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Para el calor, humor gráfico por dos

El tomo dos de Brunella, de Javier Rovella, publicado por Comic.Ar Ediciones, y Zacarías y otras porquerías, de Ale Farías y Leo Sandler, coedición entre Loco Rabia y Dragóncomics Editora, en las recomendaciones para enfrentar el calor con una sonrisa.

Mea Culpa

Muy pocas veces hemos utilizado este espacio para dar cuenta de publicaciones enroladas en el humor gráfico, subgénero que ostenta una rica historia en el país, y que ha ido ganando cada vez más espacio en el siempre modesto pero interesante mercado nacional, durante las últimas décadas. Tímidamente, desde los interiores de las revistas o las contratapas de los diarios, las tiras han evidenciado el surgimiento y la consolidación de una nueva camada de notables creadores. Por peso propio, estos apellidos se fueron mezclando con el de los consagrados, que todos conocemos. Así es que Quino, Crist, Fontanarrosa, Rudy y Daniel Paz -entre otros-, conviven actualmente en los catálogos editoriales con Liniers, El Niño Rodríguez, Max Aguirre y Gustavo Sala -por mencionar sólo a algunos-. Diferentes estilos que expresan las muchas formas de concebir y graficar el humor.

A continuación, analizamos dos logradas propuestas en el clásico formato apaisado que vieron la luz sobre la segunda mitad del año pasado, siendo buenos exponentes de saludables diferencias en los posibles registros, mecanismos creativos y aproximaciones temáticas que suelen emplearse con miras a obtener la risa cómplice de los lectores.

Juguetes perdidos

“Zacarías y otras porquerías” es un bonito libro escrito por Ale Farías y dibujado por Leo Sandler, que viene a recopilar en papel por primera vez 130 tiras de la serie que paseó por diferentes espacios de Internet -El circo ambulante de La Productora, los blogs personales de sus autores y el sitio web de Comiqueando- por algo más de cinco años, durante la década pasada. Coedición entre el sello local LocoRabia Editora y el uruguayo Dragóncomics Editora, que consta de 72 páginas a color.

El carismático oso del título y sus amigos, son muñecos de juguete con vida propia muy al estilo “Toy Story” -puestos a buscar una referencia conocida-, cuyo dueño, el curioso Mateo, rara vez elige para divertirse, razón por la que cuentan con mucho tiempo libre, que emplean para vincularse de diversos modos. Esa rara cotidianeidad se refleja con un tono de humor pretendidamente ligero, pero al mismo tiempo inteligente. El hecho de que tengan conciencia sobre su propia condición no impide que con el transcurso de las tramas, a medida que el lector se va familiarizando con los personajes, cada uno vaya adquiriendo una personalidad y voz propia, distintiva del resto. Más de una vez, esto se convierte en motivo de particulares peleas cuyo desenlace suele sorprender gratamente. Entonces todo vale; reflexiones irónicas, juego de palabras, dobles sentidos, chistes meramente gráficos, etc.

Al protagonista lo secundan: Juan Carlos, un conejo tan cuestionador como reflexivo, Hugo, el simpático e irascible hipopótamo que se preocupa por su figura y no soporta las críticas, el Emobil -todo un hallazgo-, que tras aggiornarse a sí mismo vive sus días con una impostada angustia, Made -In China-, la inútil gatita de la buena fortuna, Raúl, el mono hippie y buena onda que salió de la caja de recuerdos del padre de Mateo, Beto, un emprendedor muñeco Lego con permanentes inquietudes laborales, la deseada muñeca Barbie, única dama del elenco, el temible, poderoso, tirano, Super-Robot, el abiertamente gay Ozo Golozo, y Frankie, monstruo surgido de la imaginación de Mateo que fuera armado en la escuela con ayuda de su maestra, para luego ser sumado al resto de los juguetes de la habitación.

La inevitable coexistencia entre todos ellos, con sus rutinas cotidianas, conflictos personales, disputas domésticas y hasta enredos románticos, no será nada fácil. Por suerte para nosotros, los lectores.

Las difíciles sonrisas

El primer tomo recopilatorio del personaje creado por J.J. Rovella para la extinta “Comic.Ar”, había visto la luz en 2013. Exactamente tres años después, llegó  “Brunella -volumen 2-”, con tiras inéditas que retoman la triste historia de la niña pobre del conurbano bonaerense y su desgraciada familia, en un tomo de 64 páginas en blanco, negro y grises. Aquí no hay concesiones en la temática, una infancia cruel sin demasiado futuro y con muchos peligros a la vista; pero al igual que en el libro uno, la reflexión se toca con el humor, manteniendo constantemente un delicado equilibrio entre lo que se cuenta y el registro en el que se inscribe esa narración.

Pocas veces la historieta nacional contemporánea ha visto semejante comunión entre una genuina expresión artística y la denuncia de un estado de situación social alarmante, se me ocurre que ‘Polenta con pajaritos’, de El Tomi, puede tener algunos puntos de contacto. Pero no mucho más. La diferencia principal, en todo caso, está dada por el estilo, acá no hay textos, ni voz en off, o poesía, nada. Todo el relato está pura y exclusivamente sostenido por la faz gráfica, el lenguaje visual de la historieta que ese enorme y talentoso autor integral en que se ha convertido Rovella desde sus inicios under hace más de dos décadas a la actualidad, maneja a la perfección, apelando a una multiplicidad de recursos narrativos. Haciendo fácil lo difícil, la comprensión del lector. De hecho, los personajes dialogan sin decir una palabra, sólo a través de imágenes.

Al final del tomo anterior, encontrábamos a la pequeña protagonista de escasos ocho, nueve años, siendo secuestrada de la calle por un sospechoso hombre. Ahora, la narración se divide en dos frentes. Por un lado, asistimos a las experiencias que la niña ha de padecer en una oscura whiskería del gran Buenos Aires, donde la explotan laboralmente, poniéndola a cargo de la venta de cigarrillos y bebidas por las noches, y la mantienen encerrada en un rancho, de día. Los nuevos sufrimientos contrastan con su fértil imaginación, que siempre busca volver con los suyos, de mil formas diferentes. Por otro lado, asistimos a cómo ese particular núcleo familiar, compuesto por sus dos hermanos menores y su mamá, la buscan aquí y allá, con todos los medios a su alcance, sin demasiada suerte.

Del cruce entre ambas situaciones surgen una gran cantidad de personajes ocasionales, que son hábilmente utilizados como disparador para el abordaje de temáticas complejas como la trata de personas, el trabajo sexual, la pedofília, el consumo de drogas, el abuso a menores, las complicidades policiales con negocios ilegales, etc. El final depara la esperada reunión de la familia, pero lejos de ser feliz, el costo a pagar por ese reencuentro es una tremenda cachetada de realidad que indigna. Aunque la esperanza retorne para Brunella, su historia vuelve a repetirse. Duro mensaje, sin moralejas ni golpes bajos. Se agradecen las sonrisas. Y el llamado a reflexionar.

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