Entre caníbales

A tiempo para la edición 2023 de Crack Bang Boom, el sello rosarino Rabdomantes Ediciones volvió a recopilar una obra del siempre sorprendente guionista porteño Mauro Mantella, en esta ocasión acompañado por el talentoso lapicista Mauro Lirussi, con quién ya había colaborado en El gremio de las agujas, unitario que formó parte de Ucrónicas (2018). Este primer volumen del trabajo en cuestión, que fuera serializado digitalmente en el recordado sitio web Viñeta Uno hace una década y media, bien podría definirse como un drama fantástico adulto, abrevando, también en la aventura. El primer volumen de Mundus se presenta en un tomo de 88 páginas, B/N, impreso en formato 24×17 cms. que cuenta con un prólogo del propio autor, ofreciendo, además, abundante material extra, entre bocetos varios, páginas no utilizadas y las biografías de los creadores.

Insoportablemente vivo

Un grupo de siete conflictuadas personas pertenecientes a distintas épocas y nacionalidades, que no se conocen entre sí, despierta en una ciénaga sin recuerdos de cómo llegó allí. Más allá del hecho de saber (o intuir) que acaban de morir, en distintas circunstancias. El Mundus del título es, en la práctica, una extensa jungla hostil llena de peligrosas criaturas, ubicada en lo que parecería ser otro planeta. Un no-lugar (¿Purgatorio?) fuera del tiempo y el espacio, donde no hay estrellas que permitan precisión geográfica alguna. Que deberán atravesar, trabajando en equipo a pesar de sus diferencias, si desean sobrevivir, contando apenas con un misterioso mapa y una única certeza: no hay vuelta atrás para quien muera allí.

Esta particular premisa deviene en punto de partida de una impredecible trama en la que todo puede pasar. Aprovechando sus 73 páginas de extensión para imbricar inteligentemente forma y fondo del relato, presentando y perfilando al variopinto elenco de personajes frente a los muchos peligros a sortear, pero también, apelando a flashbacks que ahondan en sus diversas historias personales, signadas por la tragedia. Lo escabroso tiñe todos y cada uno de estos decesos, haciendo difícil que a través de la lectura pueda uno sentirse identificado con alguna de estas despreciables personas.

Lo más cercano a un protagonista que encontramos es Alejandro O’Conner, muerto durante un asalto en su lugar de trabajo, último en llegar al extraño lugar. Luego están la joven Lynn Goldmann, guardafauna canadiense fatalmente atacada por una pantera, el sádico neonazi Derek Miller, ejecutado en la silla eléctrica tras comprobarse la violación a una menor, el ama de casa italiana Ornella Papini, que sufrió el suicidio de su hijo, al que sobreprotegía, Gerad y Serge, pareja gay  caída en desgracia a partir de la muerte de uno de ellos por HIV, situación que llevó al otro a suicidarse, y el viejo capitán Isaac, envenenado por un subalterno en su barco pirata. Entre todos, buscarán la forma de dar con la salida que el mapa indica. Será difícil, ya que no están solos.

Oda a la sin nombre

La idea detrás de la escritura del guión, según el guionista, era planear lo mínimo e indispensable respecto de la estructura general del guión. A diferencia de la mayoría de sus trabajos, que se caracterizan por lo contrario. Ese tono descontracturado y fluido (aunque debidamente oscuro), es una meta lograda. Claramente. Cabe destacar que el verosímil se sostiene permanentemente, aún cuando se muestra a  humanos coexistiendo con especies prehistóricas extintas y otras razas desconocidas, al mejor estilo de la televisiva Lost, referencia acaso más reconocible de todas las diseminadas en la novela gráfica. Que no son pocas. Los diálogos están muy cuidados, dosificando la información justa y necesaria para que la historia avance sobre rieles. Al menos hasta el cliffhanger final, que llega en un álgido momento.

El apartado artístico encuentra gran solidez en los trazos de Lirussi, responsable de otorgar una sugestiva impronta visual al siempre cambiante entorno (con un denodado trabajo de fondos, valiéndose de muy distintas técnicas), pero también, de dotar de real carnadura a esos hombres y mujeres a la deriva en un entorno atroz por naturaleza. Aún cuando la expresividad no sea uno de los puntos fuertes de su dibujo, compensa sobremanera con una cuidada narrativa y un notable laburo en lo que respecta al diseño general. Para el tomo dos, de próxima salida, su relevo en la faz gráfica será el lapicista Leandro Alemany, quien tiene unos enormes zapatos por llenar.

Será cuestión de esperar un poco más por las respuestas pendientes a los interrogantes planteados en esta primera parte. Por lo ponto, solo contamos con una precisión; sumergirse de lleno en Mundus, asegura una inquietante experiencia de lectura. Para propios y extraños a la obra de Mantella. Lo cual no es poco decir, precisamente.