Cómics
Adolf: obra cumbre en las aspiraciones artísticas de Osamu Tezuka
Manuel Garcia Muro analiza el manga recientemente publicado por Planeta Comic en cinco tomos.
La verdad que comenzar a hablar de Osamu Tezuka con su última obra es un poco inaceptable pero, al mismo tiempo, podemos decir que es también una de sus obras más personales. El autor japonés, nacido en 1928 en la ciudad de Toyonaka, prefectura de Osaka, fue una persona que vivió la guerra en primera persona, primero con la Segunda Guerra Chino-Japonesa y, posteriormente, con la Segunda Guerra Mundial. Al mismo tiempo, y desde el punto de vista creativo, Tezuka comenzó a publicar manga apenas finalizado el conflicto bélico, entre fines de los años ’40 y principios de los ’50, desarrollando una madurez creativa que lo llevará, de a poco, a abordar temas más de contenido adulto, como la homosexualidad y la corrupción política, sin perder ni un poco esa creatividad e imaginación que se le ve en sus mangas infantiles iníciales.
Con todo esto dicho, Adolf fue realizado por Tezuka a partir de 1983, volcando la mayor parte de su sabiduría y experiencia, tanto personal como creativa, sobre el impacto de los conflictos bélicos en las relaciones particulares de las personas.
La historia aborda la vida de tres personajes que coinciden en llamarse como la obra. Uno es Adolf Kaufmann, un niño mitad alemán y mitad japonés, que vive angustiado por sus orígenes étnicos, siendo arrastrado de a poco a la locura de la ideología nazi. Luego tenemos a Adolf Kamil, un niño judío de padres alemanes, pero que nació en Japón ante la huída de sus progenitores de su país natal. Y por último, obviamente, Adolf Hitler, el líder de la Alemana nazi. A ellos se suma un periodista llamado Sohei Toge, que oficia como portavoz de los acontecimientos.
El manga comienza, justamente, con Toge cubriendo las Olimpíadas de Berlín de 1936, cuando recibe un llamado de su hermano solicitándole reunirse con él enseguida, al llegar a la casa de éste, el periodista descubre que su hermano fue asesinado. Luego de sufrir en carne propia las torturas de la Gestapo, sale a la luz que todo gira en torno a unos documentos que guardan el secreto de rastros de sangre judía en los orígenes de Adolf Hitler. Toge consigue escapar a Japón con dichos escritos, que estaban en posesión de su hermano, y a partir de allí sufrirá las consecuencias de convertirse en un perseguido, no sólo por los nazis, sino que también por muchos de sus compatriotas.
Y hablando de Japón, en el país del sol naciente nos encontramos con Adolf Kaufmann, como dijimos antes, hijo de un diplomático alemán y una japonesa, que sufre abusos de sus compañeros por su ascendencia occidental, teniendo como único amigo a Adolf Kamil, el hijo de un panadero judío. La amistad de ambos niños, obviamente, es motivo de rechazo por parte de ambas familias, más que nada por parte del padre de Kaufmann, quién quiere mandar a su hijo a las juventudes hitlerianas.
Las historias van relacionándose entre sí cuando Kaufmann recibe el encargo de recuperar los documentos sobre el origen de Hitler, mientras que los judíos que residen en Japón también están en busca de ellos.
En el medio esta la guerra y sus horrores, dónde el mensaje de Tezuka, claramente de corte humanista, pone en primer plano el sinsentido de los conflictos bélicos, la forma en que afectan de forma individual e indirecta la vida de las personas, sus conflictos y repercusiones. Una historia que, poco a poco, va convirtiendo a dos niños, que podrían haber sido grandes amigos, en enemigos irreconciliables, llenos de cegado fanatismo e intolerancia. La obra juega con distintos géneros (thriller, bélico, drama, etc) abarcando muchas de las historias que conllevan el vivir en medio de una guerra, y que no sólo está presente en los personajes principales, sino que también en muchos de los secundarios.
Hablando del contexto histórico, se nota la investigación realizada por el autor para poder narrar los acontecimientos. Es interesante ver como Tezuka presenta al Japón pre-bélico, con persecuciones ideológicas, militarismo, y la situación de los inmigrantes occidentales. Además, creo que es uno de las primeros, hablando del ambiente del comic/manga, en tratar la Segunda Guerra Mundial desde el punto de vista de alguien del continente asiático.
El Adolf Hitler de Tezuka es uno de los más humanos que he visto y/o leído. Hitler no es un demonio autoritario lleno de poder, sino un tipo frustrado que parece más un niño caprichoso que un dictador. No es una visión bufonesca, en el sentido de restar importancia a lo trágico de los acontecimientos, sino que vemos a una persona incapaz de aceptar que se le levante la voz, que se le discuta y, al mismo tiempo, es fácilmente manipulable por cualquiera que pueda ganar su simpatía y confianza. Sus actitudes no dejan de lado la peligrosidad de una persona así en el poder, sino que la profundizan.
En fin, esta obra es fundamental para los lectores/ras de manga y/o comic. No es la más ambiciosa de Osamu Tezuka, pero parece ser la cumbre de sus aspiraciones artísticas, dónde combino el drama con la tragedia para dar un mensaje humanista. Todos/as somos iguales para Tezuka, y así es como debemos tratarnos, la vida por sobre toda ideología, credo o etnia.
Recientemente, Planeta Comic público el manga en cinco tomos, con una traducción traída desde España (mala decisión en mi opinión), pero por el resto, es recomendable.