Cómics
“Dear Patagonia”, pasado y presente de un pueblo arrancado de sus raíces
La novela gráfica, carta de presentación de Sector Editorial”, reconstruye la historia desarrollada en la zona Patagónica, en Buenos Aires y parte de Europa entre los siglos 19 y 20. Habla del suelo argentino, de la identidad y del sentido de pertenencia.
La novela gráfica, carta de presentación del nuevo sello “Sector Editorial”, reconstruye la historia desarrollada en la zona Patagónica, en Buenos Aires y parte de Europa entre los siglos 19 y 20. Un relato emocionante, puro en ideas, que refleja no solo el pasado y presente de un pueblo arrancado de sus raíces, sino que también habla del suelo argentino, de la identidad y del sentido de pertenencia.
Jorge González es un ilustrador argentino que emigro tempranamente a España, lugar desde el que plasmó la mayor parte de sus trabajos. Es dueño de un estilo altamente reconocible, cercano a la plástica, características que lo llevaron rápidamente a destacarse internacionalmente.
En nuestro país, sin embargo, su nombre recién comenzó a asomar tras algunas colaboraciones con otros autores y proyectos, entre las que se destacaban sus portadas y contraportadas de la revista “Orsai”.
No fue hasta hace apenas tres años con la edición de “Llamarada” a cargo de Hotel de las Ideas que consiguió encumbrarse como uno de los ilustradores y autores más originales de la actualidad. La novela gráfica, con la que gano el premio Carlos Trillo como “mejor autor integral”, es una historia cargada de nostalgia donde González expone el oficio emprendido por los hombres de su familia: el futbol. Un relato íntimo y lleno de miedos que coquetea con conceptos tales como el de la paternidad y el legado generacional. La historia parte desde su abuelo, un jugador apodado “Llamarada” por el tono rojizo de sus cabellos que defendió los colores de Racing Club durante la transición del amateurismo a la era profesional.
Tras la buena recepción llego el turno de “Fueye”, esta vez bajo el ala de La Editorial Común. González en esta oportunidad repasa la llegada de inmigrantes europeos a nuestro país y el impacto social, político y cultural que trajo consigo. Toma como punto de partida los años ´20 y se extiende hasta la década del ´60, repasando la historia del tango, la prostitución y la mafia. “Fueye” es también “la música del puerto, de la nostalgia, del conventillo y de la soledad”.
Este 2024 llegó “Dear Patagonia”, trabajo extraordinario que brinda, en cierto modo, un cierre a esta caprichosa trilogía en la que el autor indaga sobre el propio sentir de los argentinos, con sus luces y sombras. Lo interesantes es que la distancia física del artista se funde con la de los hechos volcados, permitiendo que el mismo consiga tomar perspectiva y alejarse de aquello, que, en la teoría, le es cercano para ofrecernos un relato puro en ideas y emociones volcadas.
“Dear Patagonia” busca reflejar el pasado y el presente de un pueblo arrancado de sus raíces por la llegada de colonos europeos. Los indios Onas y Tehuelches, Julián, Roth, así como los demás personajes presentes se funden en esta obra plástica reconstruyendo la historia desarrollada en la zona Patagónica, en Buenos Aires y parte de Europa entre los siglos XIX y XX.
En lo formal, la obra resalta por un potente uso de la elipsis y cambios de registro gráfico que dan a la obra versatilidad expresiva sin perder cohesión, logrando un trabajo a la vez interesante para el lector de historietas experimentado, así como accesible para aquellos menos habituales.
El epílogo, a cargo del director Sebastián de Caro, eleva la apuesta: “Jorge González discute la naturaleza del lugar, la geografía interna y cómo oscilamos entre lo inevitable y el cambio permanente”.
La obra se constituyó también, en la carta de presentación del nuevo sello “Sector Editorial”, un proyecto a cargo de los responsables de la librería porteña “Sector 2814”.
“Dear Patagonia” puede conseguirse en comiquerías selectas de todo el país así como en la tienda web de la editorial, que es https://sector2814.mercadoshops.com.ar/.
LA OBRA:
Se trata de la primera edición nacional de la obra publicada originalmente en España en 2011. Al igual que esta se presenta íntegramente a color, requisito indispensable para apreciar el arte del maestro Jorge González, comprendiendo un total de 280 páginas. Es, al igual que sus libros previamente editados, una historia integral siendo responsable tanto del arte como los guiones.
Las similitudes no terminan allí, en “Dear Patagonia” insiste con el retrato del suelo argentino, sus territorios y costumbres. Hay un dejo de añoranza en sus dichos y una insistente intención por exponer el sentido de pertenencia respecto a la patria. Si bien nadie debería sorprenderse por la dedicación del autor en torno a la faz gráfica, es en este libro donde su labor roza la perfección. Los escenarios son representados vívidamente denotando una atención especial por los detalles. Los mismos son los protagonistas absolutos del relato, diciendo tanto o más que los propios diálogos.
En líneas generales “Dear Patagonia” se propone retratar parte de nuestra historia a lo largo de diversas épocas tomando como punto de partida y punto final un pueblito del sur de Chubut llamado “Facundo”. Allí coexistieron de forma armoniosa los indios junto con colonos alemanes y exploradores escoceses, así como algunos mercaderes norteamericanos que entraban y salían de la zona. González desarrolla a través de nueve capítulos una trama clara e identificable, pero al mismo tiempo aporta una serie de historias que si bien funcionan muy bien por sí mismas, forman también parte del todo.
El capítulo inicial del libro marca de algún modo el tono crítico que el autor mantendrá a lo largo del trabajo. Se ambienta en 1888 y no habla sino de la matanza y destierro que la población indígena sufrió en Tierra del Fuego en el denominado genocidio selk’nam (u onas, como eran llamados por otros pueblos). El tono es crudo y violento, habla de la perdida de la tierra, de la incidencia de la iglesia católica y del tráfico de esclavos. Una frase resume el espíritu: “hemos ganado mucho…y por primera vez los indios me valieron más vivos que muertos”.
Desde el apartado siguiente la historia se centrará en la figura de Julián, hijo de Karl y Alicia, unos alemanes que se instalan en un lugar inhóspito llamado “Facundo”. Estos abrirán una suerte de tienda lo que les permitirá el contacto para bien o para mal con la gente del lugar. El autor retratará las distintas etapas de la vida de Julián, desde su temprana adolescencia, momento en el que comienzan las primeras discusiones con su padre, hasta su vejez lejos de esa tierra a la que le cuesta volver.
Hay momentos destacables que permiten entender la relación de Julián con su propia tierra. Sus primeros viajes a Buenos Aires con el fin de abastecer de mercadería a la tienda de su padre, terminan con el adolescente obnubilado por el modo de vida y las luces de la ciudad. González como artista representa esos contrastes, no solo a través del dibujo sino con diálogos perspicaces plagados de lunfardos que permiten ubicarnos en el tiempo. Julián visita con frecuencia los “piringundines” (cuevas de los arrabales donde se practicaba la prostitución), pide cosas como una “Patoruzú” y está fascinado con los radioteatros. En una de sus visitas conoce a otro alemán llamado “Roth” a quien recomienda no visitar su pueblo ya que “sólo hay viento y silencio”.
Tiempo más tarde volverán a cruzarse en “Facundo”. Roth llega con intenciones de filmar a los indios y para en un hotel atendido por una persona que llego hace años de visita y ya no pudo irse. Ambos consiguen apreciar aquello que es imperceptible para Julián. En una de las jornadas de filmación consulta a Roth acerca del porqué de su interés en registrar a los indios: “no sé… no son como yo o como vos… ni como tus padres… parecen de verdad”.
En la segunda mitad Jorge González permite que otros guionistas se acerquen a la novela. Sin ir más lejos, el sexto capítulo “Rolando Rivas taxista” cuenta con la colaboración Horacio Altuna (“El Loco Chávez”, “Las puertitas del Sr. López”). La historia sale de su cauce para, mediante una charla de bar, retratar la realidad argentina del año ´73. Una historia atrapante y dura que habla de violencia y secuestros mientras un país se detiene frente al desenlace de una novela. Altuna deja diálogos como el siguiente: “El miedo es una mierda… es humillante… saca lo peor de uno… te hace renunciar a todo… a lo que más crees… a lo que más valoras”.
Los dos capítulos siguientes están escritos por Hernán González quien, haciendo uso de un nuevo personaje muy rico en matices, brindará una especie de cierre a lo expresado. Un ex boxeador decide dejar atrás sus propios fantasmas e instalarse en el noroeste de Chubut. Julián le recomienda “llevar un chumbo” porque “no es joda donde vas”. Al llegar es golpeado, maltratado y expulsado, un signo de que a más de cien años de los hechos narrados en el primer episodio la propiedad de la tierra sigue en manos extranjeras.
El noveno, y último capítulo, cuenta con la colaboración de Alejandro Aguado (artista nacido en Chubut y fundador de editorial “La Duendes”) y funciona a modo de epílogo. Mediante el mismo se narra la investigación emprendida para la realización de la obra, una suerte de “detrás de escena” con el testimonio y protagónico de Aguado. Concluye con el encuentro del artista con el propio Jorge González. Este tramo expone el borrador del trabajo, hay bocetos, cuadros y diversas técnicas plasmadas. Es libre en espíritu y forma, en consecuencia, la disposición de algunos diálogos puede resultar difícil de seguir. Un apartado claramente desacartonado.
“Dear Patagonia” es una obra inmensa que editorialmente parece ir a contramano de los tiempos que corren. Una novela atípica, fácil de recomendar para aquellos lectores ocasionales de historieta. Propone un discurso fuerte y comprometido con diálogos verdaderamente muy atractivos. No obstante, el dibujo es su mayor fuerte. González ofrece un trabajo plagado de sentimiento, experimental, cercano a la pintura y las artes plásticas. Resulta imposible no detenerse en las viñetas y los microclimas que consigue con ellas. El artista logra que como lectores percibamos las condiciones climáticas de la Patagonia, sus cuadros huelen a tierra, son ventosos y fríos. Un trabajo cargado de personalidad, y difícil de describir, donde abundan los tonos apagados y los rastros de su lápiz.
Una obra que evidencia mucha dedicación y que se encumbra entre lo mejor que se ha editado en este 2024.