Cabo de miedo

Corría 2015 cuando, bajo el subtítulo ‘Océano de Historietas’, el primer número de la antología Ultramar ganaba las comiquerías argentinas. Desde Mar del Plata y convocando tanto a autores noveles como a consagrados, el sello independiente Spiral Editorial salía al ruedo bajo el atípico formato 26×17 cms. presentando muy buen contenido, diseño e impresión. El punto flaco de la publicación, dirigida por Diego Ridao, fue su periodicidad. Hubo que esperar dos años para la salida del segundo número y uno más para el tercero. En 2019 y con menor cantidad de páginas, se interrumpió la numeración de la revista con la presentación de un especial enrolado en la Ciencia Ficción. Para la onceava edición de Crack Bang Boom y bajo la misma modalidad, 48 págs. B/N y grises, llegó este terrorífico compilado.

BARCO FANTASMA

Precedidos por una magnífica portada de Enrique Breccia y sendos pin-ups a cargo de Salvador Sánz y Leonardo Manco, se presentan ocho unitarios de muy diversa factura artística, cuya extensión oscila entre las cuatro y ocho páginas.

Inicia el periplo un singular relato gestado por Emilio Balcarce en guión y Diego Ridao en los lápices. ‘El círculo’ es capicua, reversible o circular. Esto quiere decir que puede leerse desde el principio al final, y viceversa. Funciona más que bien como experimento narrativo y tiene su propia lógica interna, pero presenta un problema insalvable para un autoconclusivo que abre una edición de género; esto es ciencia ficción (pura y dura), poco o nada tiene que ver con el terror. ‘Gualicho’ está escrita y dibujada por el artista plástico bahiense Francisco Felkar, transcurriendo durante la Campaña del Desierto (1878-1885), al sur del actual territorio de Bahía Blanca. El funesto destino de una compañía militar a cargo del temerario coronel Morel, quedará signado por no acatar la recomendación de una bruja aborigen a propósito de cierta maldición autóctona, desconocida para los huincas. Trama lineal, correcto arte.

Bajo el título ‘Un gato’, sigue un curioso unitario íntegramente a cargo del interminable Horacio Lalia (presumiblemente recuperado de su extensa etapa colaborando en la vieja Skorpio, de Ediciones Récord). Con una fuerte atmósfera opresiva y ambientada en la época contemporánea, la trama da cuenta del fuerte trastorno mental padecido por un hombre al interior de un edificio de departamentos, que lo hará tomar una determinación fatal. Los españoles Alex Ogalla y Salvador L. Donaire firman guión y dibujo, respectivamente, de ‘En mí’. Ambos aplican un inteligente giro al mito del Hombre-Lobo, desde una original perspectiva psicológica, artísticamente resuelto con trazos dinámicos y expresivos. Una narración tan breve como contundente, que se ubica entre lo mejor del especial.

Integramente a cargo de otro habitué, Hiorsch (Jorge Luis Gabotto), ‘Ahora somos ellos’ transcurre en un entorno posapocalíptico y refiere a la persecución de un hombre por parte de una entidad maligna. Al no poseer textos ni diálogo alguno, la historieta apuesta completamente a la narrativa visual para su desarrollo, desde un interesante estilo gráfico. Lamentablemente, su resolución no está a la altura de la tensión y el interés generados. El prolífico guionista Pablo Barbieri y el gran ilustrador Edu Molina colaboran en ‘El teatro de los condenados’ (inspirado en el cuento fantástico ‘La gente blanca’, del escritor galés Arthur Machen), con la tétrica historia de una joven pareja que queda circunstancialmente varada en la ruta, arribando a un pueblo maldito. Los grises complementan a la perfección la síntesis de claroscuro del cocreador de Animal Urbano, logrando muy buenos climas en un macabro entorno.

Guión y arte del propio Diego Ridao para ‘Cuando vuelva a soñar’, que propone otra visita a aquella urbe retrofuturista con toques fantásticos tan propia de su imaginería visual, esta vez en plan romance-drama. Al unitario, plasmado con un estilo gráfico deudor del manga y el comic norteamericano, le sobran un par de páginas y le falta terror. Cierra ‘El perro del enterrador’, otro aporte del escriba Pablo Barbieri, esta vez en colaboración con el artista Carlos Vera, de trazo emparentado con el arte lineal. La truculenta historia de época transcurre en una aldea donde la avaricia de un hombre caído en desgracia termina por afectar al resto de los pobladores, hasta alcanzar un inesperado final.

DESTINO FINAL

De un tiempo a esta parte, la experiencia  parece indicar que el formato antología está en clara retirada del mercado nacional. Al menos, si no se le logra aplicar una variante que lo vuelva interesante ante los ojos de los lectores (de antaño y nuevos), a la vez que comercialmente viable. El compilado de material temático, que en sí mismo constituye una opción más que válida, parece haber sido la elección de Spiral Editorial para el caso de Ultramar. Claro que, lejos de enriquecer la propuesta inicial, hasta ahora, los especiales no han hecho más que depreciarla, cuantitativa y cualitativamente. Ocurre que, casualmente o no, el criterio de selección de ambos especiales ha dejado afuera apellidos de renombre que antes poblaban sus páginas, más que nada vinculados al apartado guión. Y eso se nota, en la proliferación del llamado ‘material de relleno’.

A ello hay que sumar una pobre labor de difusión, que desde siempre acompañó a la propuesta. Para muestra, un botón. En el panorama nacional, este medio es el único que ha dado cuenta (mediante repasos puntuales o  en anuarios) de todos los volúmenes de la publicación, por exclusiva gestión de sus colaboradores. Si a una periodicidad devenida en anual (con suerte), se le agregan todos los factores arriba mencionados, más la situación económica inflacionaria que atraviesa el país, el panorama no es nada auspicioso para el proyecto en cuestión. Como suele suceder en estos casos, el tiempo tendrá la última palabra.

Será cuestión de ver si el barco logra enderezar el rumbo, atracando en mejores puertos a la hora de volver por su carga de viñetas.      

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