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Pistol: algo de SEXO, pocas DROGAS Y eso sí, mucho ROCK AND ROLL
La biopic sobre el grupo fundacional del punk viene con mucho ruido, aunque se queda algo corta de nueces.
Allá por el 2017, Steve Jones publicó junto a Ben Thompson Lonely Boy: Historias de un Sex Pistol (Lonely Boy: Tales from a Sex Pistol). En ese libro, el guitarrista y cofundador de la banda pionera del Punk rock contaba a su manera la historia de los tres breves pero intensos años siendo un Sex Pistol. El guionista Craig Pearce y el director Danny Boyle presentaron este año una miniserie basada en el libro, que también tiene al primero como showrunner y al segundo como coproductor.
La producción original de Fx provocó las iras de John «Johny Rotten» Lydon, quien inició y perdió un juicio contra los otros dos miembros vivos de la banda, Paul Cook y el propio Jones, argumentando que durante los últimos 23 años la toma de decisiones sobre el uso de material original en cualquier tipo de proyectos se había realizado por unanimidad y no por mayoría mientras que esta vez lo dejaron completamente afuera del proceso. Como dice en un su comunicado de prensa: «Poner palabras en boca de John y reescribir la historia. Una fantasía de clase media. Disney ha robado el pasado y creó un cuento de hadas que se parece poco a la verdad. Sería divertido si no fuera trágico».
Sin embargo, la compañía que forma parte del imperio Disney ganó la batalla y el 31 de mayo de 2022 el proyecto vio la luz en Hulu, aunque por estos pagos arribó a Star+ recién el 31 de agosto.
YOUNG GUNS
La miniserie, que se compone de seis episodios o «traks», arranca a mediados de los setenta en los suburbios de clase obrera de una Inglaterra golpeada por el desempleo y la hiperinflación. Steve Jones (Toby Wallace) es un adolescente cuyo principal talento es el de robar equipos e instrumentos con los cuales poder tocar junto al baterista Paul Cook (Jacob Slater) y el guitarrista Wally Nightingale (Dylan Llewellyn) en una banda menos que mediocre conocida como The Strand y posteriormente The Swankers. Jones acostumbra a pasar el tiempo en Sex, una tienda de ropa vinculada al movimiento under del rock londinense, propiedad de Vivienne Westwood (Talulah Riley) y su esposo, el músico y representante musical Malcolm McLaren (Thomas Brodie-Sangster).
McLaren quiere «generar una revolución» encauzando la furia de los jóvenes ingleses de clase media y baja en un movimiento vagamente ideológico, pero sustancialmente rentable. Con ese fin se convierte en mánager de la banda de Jones y lo convence de que aprenda a tocar la guitarra e incorporen un cantante. Allí entran en escena Glen Matlock (Christian Lees) y John Lyndon (Anson Boon), a quien Jones apoda «Johny Rotten» (Juancito Podrido o simplemente, El Asqueroso) por el fatal estado de sus dientes. La primera formación de los Sex Pistols está lista para salir a escena.
Desde el principio, tanto las actuaciones en vivo como la vida interna del grupo están signados por la violencia. Enfrentamientos con otras bandas y con el público, que van desde escupitajos hasta botellazos o sillas arrojadas son cosa común en los recitales. Como dice Jones en la primera entrevista impresa: «De hecho no nos va la música. Lo nuestro es el caos». Y ese caos les costará entre otras cosas, dos contratos rentables con empresas discográficas y varias prohibiciones y censuras.
Con el éxito las divisiones internas se exacerban y Matlock abandona la banda, siendo reemplazado por Simon John Ritchie (Louis Partridge), amigo de Rotten y autoproclamado «el seguidor definitivo de Sex Pistols». Ritchie toma, por sugerencia de Rotten, el apodo de Sid Vicious y se esfuerza por hacerle honor a su apellido artístico. Con un comportamiento aún más violento que el promedio de la banda y un nivel musical todavía más bajo que el del resto de los miembros, su adicción a la heroína y la influencia toxica de su relación con Nancy Spungen (Emma Appleton) agregan caos al caos. Rotten acaba dejando el grupo durante la gira por Estados Unidos y Sid ocupará su lugar, lo cual terminará como todos sabemos.
BASADA EN HECHOS LIGERAMENTE REALES
A la hora de hacer una crítica de esta serie es importante entender que no es un documental, sino la visión de Boyle sobre lo que Steve Jones dice que pasó. Sin embargo, estando involucrado el director de Trainspotting (1997), era de esperar una mirada quizás un poco mas fuerte. Al menos, en lo que a uso de drogas se refiere. Vemos algún inocente porro dando vueltas y se menciona la cocaína, pero la sustancia favorita en ese ambiente y época, la heroína, apenas si entra en escena sobre el final de la serie. De acuerdo con lo que vemos, el único adicto al caballo es Sid Vicious y Jones solo comienza a usarlo tardíamente. Los miembros de la banda son presentados como unos chicos sin futuro, llenos de furia, pero en el fondo, buenos muchachos. Otra (posible) licencia es la importancia que se le da al personaje de Chrissie Hynde (Sydney Chandler). La empleada de la tienda de Vivienne y futura cantante de The Pretenders se convierte en el interés romántico principal de Jones y toma una preeminencia en la trama que se nota algo impostada.
Pero mas allá de lo fiel o no que sea a la historia, hay algo que es innegable: Pistol es una serie muy entretenida. Engancha desde el primer momento, por lo que no es difícil devorar los 6 breves episodios tranquilamente en un fin de semana. La fotografía es muy buena y la decisión de filmar en proporción 4/3 en lugar de los formatos widescreen hace que la integración del metraje documental y la ficción sea perfecta. La música, como no podía ser de otra manera, es uno de los apartados mas destacables incluyendo además de las canciones propias de la banda temas de David Bowie, The Who, Otis Redding, Alice Cooper, The Stooges, New York Dolls y Blondie entre otros. Es una pena que no se hayan doblado las letras de las canciones, tanto propias como los covers a los que Johny Rotten solía alterarles la lírica, lo que ayudaría a quienes no hablamos fluidamente inglés.
Con todos sus defectos y virtudes, sin duda Pistol es una serie que merece ser vista. Bien actuada, bien dirigida y aunque quizás edulcore un poco la realidad, eso no le resta tantos puntos como para no recomendarla… como dirían ellos mismos: Never mind the bollocks (No importan las boludeces).
