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Diarios Zombies

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Repaso de la nueva colaboración entre Ricardo Ferrari y Horacio Lalia para Duma Ediciones, enmarcada en la tradición del terror fantástico

Con antecedentes que se pueden rastrear en la literatura y el cine de mediados del siglo XX, desde la novela Soy Leyenda (1954), de Richard Matheson al film La Noche de los Muertos Vivientes (1968), de George Romero, el subgénero de los muertos vivientes se instaló con fuerza dentro del Terror en la industria de entretenimiento a partir del clásico moderno The Walking Dead (2003-2019), exitoso título de Image Comics escrito por Robert Kirkman y dibujado por Tony Moore, devenido en exitosa serie del canal norteamericano AMC desde 2010 a la actualidad.

Ahora, son dos experimentados creadores de dilatada trayectoria y proyección internacional, el guionista Ricardo Ferrari (Vedia, 1957) y el dibujante Horacio Lalia (Ramos Mejía, 1941), quienes decidieron abordar esta premisa a partir del año 2014, cuando comenzaron a gestar la miniserie que nos ocupa. Que no es la primera colaboración de la dupla; tres trabajos (centrados en adaptaciones literarias) fueron previamente publicados en nuestro mercado por diferentes sellos: La Guerra de los Mundos (2006) y Robur, el conquistador-El diario de F (2007), ambos de Thalos Editorial, y De la Tierra a la Luna-El otro Mr. Hyde (2016), de Doedytores.

En aquellas oportunidades, el denominador común era operar una vuelta de tuerca argumental a los textos, con la intención de obtener otra perspectiva, que devuelva cierta frescura ‘perdida’ a las obras originales, harto conocidas por el gran público. Y algo de ese espíritu creativo vuelve a ponerse de manifiesto en esta nueva aproximación, que transita varios tópicos característicos del ‘imaginario colectivo zombie’, pero consigue aplicar sobre ellos bienvenidos giros narrativos. El resultado se puede apreciar en Diarios Zombies, reciente libro de Duma Ediciones de 64 páginas B/N, formato 24×17 cms. que fue prologado por el editor Ricardo De Luca.

CANCIÓN PARA MI MUERTE

Estructurada en cinco breves capítulos (con una extensión de entre 10 y 12 páginas promedio), la trama avanza en el tiempo desde el año 1530 a un distópico  futuro no demasiado lejano de la época actual, en una geografía indeterminada (presuntamente ubicada en Sudamérica), mostrando el registro de experiencias correspondientes a varios individuos involucrados de una forma u otra en este tétrico apocalipsis zombie.

Son estos reveladores fragmentos, en principio independientes entre sí, los que se ofrecen al lector como pistas para entender en forma completa el ingenioso rompecabezas. Desde el azaroso origen de la plaga, con un alquimista del Renacimiento experimentando sobre su propio cuerpo para alcanzar la inmortalidad, pasando por el origen del contagio y los vanos intentos por acabar con la proliferación de No Muertos en el mundo (con homenaje a I’Am Legend incluido), hasta el fantástico final de la epidemia, con ecos que emulan aquel célebre final de El Eternauta (1957-1959), la siempre vigente obra cumbre de Héctor Germán Oesterheld y Francisco Solano López. Y hasta reverberan en la propia historia Argentina, con una certeza casi de sentido común, a estas alturas, en relación a nuestra idiosincracia.

Una acertada decisión de Ferrari se observa en el hecho de que los cuatro primeros episodios conduzcan a un final trágico, para sorprender en el último dejando entrever cierta luz de esperanza, en una resolución que fuerza apenas el verosímil, pero termina resultando sumamente efectiva y hasta circular, en el contexto. Por el lado de Lalia, no hay mucho que agregar a su habitual solvencia gráfica ‘todo terreno’, con un registro que no escatima esfuerzos a la hora de retratar secuencias que se enmarcan en la tradición del mejor ‘gore’ cinematográfico, incluso. Solo se le puede objetar, hilando muy fino, algunos diseños muy retro a la hora de plasmar el costado Sci-Fi de la trama. El resto, un lujo, como siempre.

En el apartado edición, no hubiese estado demás una última revisión al rotulado, en el que se observan algunas faltas ortográficas que generan cierto ruido en la lectura. Asimismo, las portadas siguen siendo un detalle (para nada menor) a mejorar por parte de Duma, sello que en el último tiempo ha sabido enriquecer su catálogo editorial con interesantes propuestas orientadas a lectores de paladar netamente clásico.

Pasando en limpio, estos logrados Diarios Zombies vienen a confirmar ante propios y extraños (por si hiciese falta), que mediante un formato de mayor brevedad que lo habitual también es posible plasmar buena historieta. Si hay verdadero talento y oficio detrás, claro está. Enhorabuena.

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43 años, Licenciado en comunicación social. Comiquero por naturaleza, casi. Cinéfilo. Voraz lector, ocasional escritor.

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