El Código de la discordia: Historia Universal de una Infamia

Hace aproximadamente 3.500 años, en Mesopotamia, alguien se dio cuenta de que si apoyaba las cosas sobre una superficie redondeada puesta de canto resultaban mucho más fáciles de transportar. Feliz de su descubrimiento, se lo contó a su vecino y este hizo lo mismo con el resto de la aldea, pero «olvidando» convenientemente mencionar que no era idea suya. Dos grandes inventos de la Humanidad habían nacido: la rueda y el robo de propiedad intelectual.

Es muy probable que las cosas no hayan sido del todo así, pero lo cierto es que apropiarse de las invenciones de otro es una práctica muy antigua que afecta a todas las áreas, aunque ha tenido un impacto particularmente fuerte en la joven ciencia de la informática. Y si no me creen, pregúntense quién inventó la interfaz gráfica basada en Ventanas. Da lo mismo que respondan Microsoft o Apple; estarán equivocados, ya que tanto Windows como Mac OS «heredan» sus características más básicas del Xerox Alto.

Si en los lejanos 70 un diseñador avispado podía sacar provecho de lo aprendido trabajando para un gigante de la tecnología y fundar su Empresa de Garage inspirándose en ello, en los un poco más cercanos 80 y 90 la cosa empezó a ser completamente a la inversa: los nacientes monstruos de la industria de la informática se dedicaron sistemática y alegremente a apropiarse del trabajo de pequeños desarrolladores. El Código de la Discordia (The Billion Dollar Code, 2021) es la historia de una de esas apropiaciones.

VOLAREEEE, OH, OH, OH

En la Alemania de principios de los 80, un grupo de desarrolladores, artistas y hackers alumbró una idea interesante: un software capaz de buscar en una inmensa base de datos de mapas satelitales para permitir al usuario acceder en tiempo real a una vista de cualquier lugar del mundo. ¿Les suena familiar? Debería, ya que lo que describo es básicamente lo que, más de una década después, haría Google Earth. Terravision, tal el nombre que sus creadores le dieron se presentó oficialmente en 1994 mientras que el software de Google no vio la luz hasta 2011,

En una época en la que Internet estaba en pañales y las computadoras domésticas ni siquiera existían, no había mercado para Terravision pero eso no les impidió soñar en grande con todas las futuras aplicaciones de este programa que básicamente ponía el mundo al alcance de todos. Una mala combinación de ingenuidad, confianza y mala leche les arrebató ese sueño cuando Google utilizó sus ideas, particularmente un algoritmo que resolvía un problema crucial, haciéndolas pasar como propias.

La serie se divide en dos líneas temporales. Una transcurre en el «pasado», desde que Carsten Schlüter (Leonard Scheicher) y Juri Müller (Marius Ahrendt) se conocen y crean Art+Com hasta que descubren que se han apropiado de su código. La otra, en el «presente» abarca la preparación para el juicio que va a llevarse a cabo en los Estados Unidos y avanza hasta el juicio en sí.

Si bien el corazón de la trama en ambos casos tiene que ver con la tecnología, hay lugar también para la amistad, el humor e incluso algo de romance. La miniserie sin duda será disfrutada principalmente por quienes de una u otra forma estamos relacionados con la computación, pero no creo que resulte «indigerible» para el público en general.

EL REY ARTURO CONTRA LOS NINJAS

Al momento de ver esta clase de producciones, es muy importante tener en cuenta que no estamos ante una narración fidedigna de hechos verídicos, sino frente a una ficción, por lo cual no pueden tomarse al pie de la letra todo lo contado. Al terminar de verla, el propio Netflix nos sugerirá (y yo recomiendo hacerle caso) continuar con El código de la discordia: detrás de cámaras cuyo mucho más acertado título original es Terravison: the story of how we sued Google for 1 Billion Dollars (Terravisión: la historia de cómo demandamos a Google por mil millones de dólares), que sí es un documental. De cualquier manera, aunque los personajes principales no se correspondan con personas de la vida real, ni por el lado de los demandantes ni de los demandados, los hechos se apegan suficientemente a lo ocurrido como para reivindicar a estos pioneros de la tecnología injustamente relegados al olvido por las grandes empresas que se adueñaron de sus productos, su inventiva… he incluso su recuerdo mismo. Si no me creen, intenten buscar Terravisión en Google… les sorprenderá la escasez casi absoluta de resultados.

Si te gusta lo que hacemos podes colaborar con nosotros a través de un cafecito haciendo click acá.