Cómics
Futuros Imperfectos
Repaso de las miniseries que dejó Distopía, antología temática sci-fi de cuatro libros que congregó a varios creadores nacionales, publicada por Pictus Editorial.
Corría el año 2017 cuando Pictus Editorial lanzaba al circuito de comiquerías nacionales el volumen 1 de Distopía, interesante antología temática enrolada en el género ciencia ficción. El proyecto reunía cuatro destacados equipos creativos nacionales, presentando similar número de miniseries, a serializarse en cuatro libros de aparición anual, totalizando 112 páginas (a razón de 22 por cada relato). La periodicidad y formato elegidos aseguraban comodidad tanto para los creadores (que contarían con mucho tiempo para producir el material) como para el sello (a la hora de planear cada una de las ediciones). Además, brindaba un interesante extra, la posibilidad de que una vez concretada la iniciativa, sus responsables pudieran recuperar las obras por separado, bajo la forma de novelas gráficas individuales que totalizarían 88 páginas cada una.
Claro que la ejecución de un plan de publicación a tan largo plazo en un mercado como el nuestro, sujeto a múltiples variables coyunturales, no podía estar exenta de ciertos inconvenientes. El más importante que debió enfrentar la propuesta, ganadora del Premio Trillo en la edición 2019 de Crack Bang Boom, fue un imponderable, puesto que la pandemia de Covid-19 postergó un año la publicación del último volumen; debía salir en 2020 y terminó haciéndolo en 2021. Más vale tarde que nunca.
Los otros problemas tuvieron lugar al interior de las duplas artísticas convocadas. Debido a una comisión para el exterior, Roberto Viacava, dibujante de Horizonte Rojo, escrita por Guillermo Höhn, solo completó los dos primeros capítulos. Su reemplazo para los restantes fue nada menos que Enri Santana, por lo que el trabajo logró llegar a buen puerto. No ocurrió lo mismo con Hormiga Eléctrica, ya que sus responsables, Luciano Saracino y Nicolás Brondo, decidieron dar por terminada la miniserie abruptamente en su tercer acto, sin mayores explicaciones, cuando todavía quedaba una entrega por desarrollar.
Esta polémica decisión de los historietistas, igualmente, habilita para nosotros otra, la de excluir su consideración dentro de este repaso. Así las cosas, daremos cuenta a continuación, de las tres miniseries que sí cumplimentaron los episodios pautados.
Nomobots
A veces, basta solo una buena idea para obtener un relato que destaque por su originalidad. Esta obra, escrita por Diego Agrimbau (Buenos Aires, 1975), con dibujos y color a cargo de Juan Manuel Tumburús (Florida, 1981), es un gran ejemplo de ello. No es que el argumento y los personajes carezcan de peso propio, sino que el punto de partida resulta tan logrado que, por decantación, sostiene todos los desarrollos posteriores. En un futuro apenas distante, el status quo que uno suele imaginar (bagaje cultural mediante) en una sociedad en la que coexisten robots y seres humanos, está levemente alterado. Derrotando a la muerte, ellos proliferaron, siendo protagonistas de los sucesos del mundo, mientras que nosotros apenas sobrevivimos, estando a su servicio (al borde de la ilegalidad) mediante dos formas.
Por un lado, el movimiento Pro-Humans busca promover la legalización de la tenencia responsable de personas como mascotas, contra la opinión de los temerarios y radicalizados Pro-Bots, que reniegan de la herencia humana. De otro, existe en el bajo mundo una industria del narcotráfico que requiere de la raza humana para producir Emo-Pills, una difundida ‘droga robot’ que contiene grabaciones de experiencias humanas diversas, para satisfacer la necesidad de emociones de los ciudadanos. En este contexto, la joven humana Nadia, objeto del deseo del inquieto robot rastafari Jimmy, se empeñará en buscar alguna forma de quitarles la vida a estas aparentemente inmortales máquinas. Para ello contará con la ayuda de un robot delivery, que lejos de estar motivado por la venganza, solo desea dejar de existir.
Claramente, esta miniserie se encuentra entre lo más interesante de la publicación. El guión propone un mundo distópico de gran potencialidad creativa, que podría, incluso, revisitarse a futuro. La faz gráfica acompaña en todo momento, abrevando en el funny, con un gran trabajo en el diseño de personajes y escenarios, buen uso de las tramas mecánicas y una paleta de colores que exhibe tanto frescura como dinamismo. No por nada, esta miniserie llegó a EE.UU. dentro de la icónica Heavy Metal Magazine.
Repuestos
Esta historieta transita, conceptual y artísticamente, el camino opuesto a la anterior. La trama pergeñada por el escriba uruguayo Rodolfo Santullo (México DF, 1979), con ilustraciones de nuestro Damián Couceiro (Rosario, 1983) y colores de Leo Sandler (Rosario, 1974), parte de un lugar bastante común, puesto que su leit motiv involucra la cuestión del tráfico de órganos humanos, pero el enfoque propuesto tiene el suficiente atractivo para concitar la atención del público lector. Concretamente, lo novedoso en esta oportunidad pasa por instaurar la práctica a escala corporativa, otorgándole un verosímil marco de legalidad, en una sociedad con marcadas diferencias económicas entre los que más y menos tienen. En esa pintura de un estado futuro donde el neoliberalismo se impuso con fuerza, radica el mayor logro del relato.
La estructura de poder responde a un determinado orden social. Por encima de todo está El Concilio, núcleo dirigencial conformado por una amalgama de personas unidas en forma monstruosa, con la idea de sobrevivir al paso del tiempo, mediante constantes ‘actualizaciones’ de órganos. Entre ellos y el resto de la ciudadanía, dividida en clases según sus ingresos, media El Interlocutor, cargo que ocupa un hábil y advenedizo hombre, capaz de tratar con diversos sectores. Debajo de esta particular escala, hacinados en los márgenes de una tecnificada megalópolis, sobreviven los grupos menos afortunados, cuya única mercancía de valor en esa economía implica el deterioro del propio cuerpo. Allí, han surgido varias Células Rebeldes, que actúan contra el sistema militarmente, desestabilizándolo con estrategias de guerrilla.
Sin descollar, la miniserie cumple su cometido de entretener. El guión avanza a pura acción, pero parecería contentarse con establecer el conflicto central (con sus actores de uno y otro lado), para luego presentar una y otra vez traiciones al interior de los bandos en pugna, como único giro argumental. Se me ocurre que hubiese ganado más perfilando mejor a los protagonistas (sus pasados y motivaciones), en lugar de definirlos a través de sus reacciones presentes. Igualmente, la conclusión sorprende. El arte, muy bien complementado por el color digital, destaca por su retrato de los diversos enfrentamientos, un cuidado diseño de personajes y la crudeza del entorno.
Horizonte Rojo
Nuevamente una propuesta historietística que involucra un futuro donde el accionar corporativo, esta vez enfocado en una feroz disputa entre dos mega-empresas por un enorme negocio inmobiliario a desarrollar en Marte, nada menos, no se detendrá ante nada. El guionista Guillermo Höhn (Santo Tomé, 1967) ideó la trama partiendo de un tópico infinitamente transitado en múltiples medios, una hipotética colonización marciana. Lo interesante en esta ocasión, es que los acontecimientos se cocinan aquí mismo, abriendo el juego a un muestrario de intereses y mezquindades cruzadas que van quedando en evidencia conforme tiene lugar el desarrollo narrativo.
Hace cuatrocientos años, una colonia terrestre se estableció en Marte para intentar terraformarlo, generando un hábitat que asegure nuestra supervivencia. La misión no logró completarse, debido a la existencia de un mortal virus en aquella superficie. Los sobrevivientes, abandonados a su suerte, desarrollaron completa inmunidad. Mientras, nuestro planeta debió enfrentar el creciente problema de la superpoblación. Intentando resolver estas dificultades, una delegación de colonos al mando del capitán Rhys arriba a la Tierra, trayendo la cepa del microorganismo para crear una vacuna híbrida en base a los anticuerpos presentes en su sangre. A cambio, la primera colonia desea obtener independencia del próximo éxodo humano al planeta rojo y su futuro gobierno. El pérfido Sr. Laudrup, CEO de la corporación Blue Mars-Nakatomi, negociadora del acuerdo, deberá lidiar con los oscuros planes del cruel Dr. Hansen. Las acciones de estos bandos, determinarán el destino de la raza humana en el universo.
Sin ser mala, esta miniserie resulta la más floja de todas. El conflicto tarda bastante en plantearse; al existir tres grupos involucrados, abundan los diálogos y escasea la acción. Se puede objetar, también, que el elenco protagónico es algo extenso sin necesidad, lo que determina que ciertos personajes no alcancen suficiente profundidad. No ayudó, tampoco, la rotación de lapicistas. Tanto Roberto Viacava (Moreno, 1975) como Enri Santana (Juan B. Alberdi, 1970) poseen trazos dinámicos y buena narrativa, pero mientras el primero se enrola en el realismo, el segundo es más deudor de la animación. Esto afectó en parte la identidad gráfica de la obra, pese al enorme desempeño de ambos artistas. El final, algo abierto, redondea hacia arriba.
Volver al futuro
Contra todos los pronósticos agoreros, soy de los que piensan que el formato revista y/o libro de antología de historietas lejos está de haber agotado su potencial en el mercado nacional. Aquel rotundo fracaso que evidenció hacia los lejanos noventas, en su momento se debió más a impericias editoriales que a la propia viabilidad del mismo. En tal sentido, la variante temática es un camino que, todavía, espera ser transitado. La experiencia concreta de Distopía, junto a otras recientes, demuestra que acotar los contenidos presentados a un género puntual, representa una posibilidad cierta.
La otra clave pasa por concebir los trabajos a serializar en función del formato específico, en lugar de ‘fetear’ obras extensas sin mayor razón y lógica que la de rellenar determinada cantidad de páginas. Menos relatos por entrega, estructurados en episodios de mayor extensión suelen funcionar mejor, aún si ello implica espaciar la frecuencia de salida del material. Después de todo, cuando hay buenos creadores convocados, el lector argentino sabe esperar, esa es la mayor certeza que vino a evidenciar esta lograda movida de Pictus. Ojalá no constituya un caso aislado; nuestra historieta necesita más proyectos similares para diversificarse y crecer.
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