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Las Aventuras de Hergé y Tintín en el siglo “corto”

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Las Aventuras de Hergé y Tintín en el siglo “corto”

Manuel ofrece la primera parte de su repaso de Tintín. La obra de Hergé no solo es una de las mejores historietas de todos los tiempos sino una referencia mundial y punto de partida para muchos futuros escritores y dibujantes

Los fines de semana por la tarde, más precisamente los domingos, me sentaba a ver la televisión después de almorzar, dos personajes me fascinaban y entretenían más que ningún otro (probablemente porqué ya los conocía de leerlos en la biblioteca de la escuela). Uno era un galo que usaba un casco con alas que luchaba para que su aldea no sucumbiera ante la conquista de la Roma antigua de Julio César; el otro, un joven con un peinado en jopo, viviendo aventuras en varios lugares del mundo siempre acompañado por un grupo de aliados bastante singular que lo ayudaban a vencer los temibles problemas que iba encontrándose. En esta nota nos vamos a referir al último de ellos, por supuesto estoy hablando de  “Las aventuras de Tintín” (Les Aventures de Tintín et Milou” en su idioma original).

No es fácil hablar de Tintín, ya que estamos ante una de las mejores historietas de todos los tiempos además de una referencia mundial  y punto de partida para muchos futuros escritores y dibujantes. Desde 1929, mucho antes de que superhéroes con capas y poderes invadieran el mercado estadounidense, la obra magna de Hergé (Georges Remi) empezó a definir elementos de narrativa gráfica que se conservan aún hoy, y qué difícilmente no hayan influido en muchísimos autores a lo largo del tiempo. Los 23 álbumes, publicados en un lapso de 47 años y traducidos a 58 idiomas, han contado sucesos políticos, guerras, vida cotidiana, evoluciones en el transporte y  la tecnología; hemos visto  diferentes rostros históricos, como dictadores, hombres de negocios y científicos. Cómo su autor aclara en una entrevista “La historia tiene un mensaje”, y sin dudas, su obra tiene muchísimo de eso. En un siglo definido como “corto”, como es el siglo XX, ocurrieron sucesos que definieron la vida de muchos y, sin dudas, la vida de Hergé.

Viendo todo esto, es complicado realizar una nota que contenga un análisis de cada una de las historias que nuestro joven reportero ha tenido. Por lo pronto, una mirada general de sus aventuras y la contextualización con la vida de su autor (que van de la mano) me parece un buen punto de partida para que en un futuro podamos dedicar una nota individual a cada una, dedicándole más tiempo e importancia.

Los comienzos de Hergé y la llegada de Tintín. Mediocridad y proyecciones

Hablar de Hergé pre-Tintín es llevar a cabo una investigación algo rigurosa. El autor, a diferencia de otros de su mismo género, nunca fue amistoso con su infancia. En una de sus entrevistas aclaraba “Cuando recuerdo mi infancia y mi juventud no me hace feliz (…) me sentía mediocre (…) definitivamente no quiero retornar a ello”. Los datos que sabemos fueron que nació en Bélgica el 22 de mayo de 1907, con un padre valón (perteneciente a Valonia, zona meridional belga, compuesta por las áreas de lingüística romance) y una madre flamenga (perteneciente a la región de Flandes, de habla neerlandés/holandés, lengua germánica). Por lo tanto, no es casual que el autor haya nacido en Etterbeek (Municipio de la región de Bruselas-Capital, donde conviven personas de ambas regiones lingüísticas).

La infancia de Georges Remi estuvo compuesta de problemas particulares como la salud débil de su madre, que obligaba a constantes mudanzas, y generales, con la ocupación de Bélgica por parte de  Alemania durante la Primera Guerra Mundial (1914-1918). Entre tantos contratiempos, el dibujo fue una gran forma de escape hasta que se unió al Escultimo (Boy Scout) que marcaría su vida para siempre.  Al principio asistía a la fracción laica de los mismos hasta que, por sugerencia de un amigo a su padre, este cambió a Georges a una escuela católica y, por consiguiente, a los Scouts Católicos, el autor siempre vería esto como una traición suya a sus antiguos compañeros.

Tras finalizar la Gran Guerra en 1919, el joven Georges entra a trabajar en el periódico de la organización scout, comunión mediante ,y dos años después dibujará su primera historieta, “Le Boy Scout”, dónde firmará con su propio nombre. Será en 1924, escribiendo sus iníciales al revés (G.R/R.G) cuando lo hará con el sobrenombre que lo hiciese famoso (Hergé). Al año siguiente termina el secundario, y entra a trabajar al periódico “Le Vingtiéme Siécle”(El siglo XX), interrumpido un tiempo por el servicio militar.

Acá es cuando entra en el desarrollo de Hergé el reverendo Wallez, editor de “Le Vingtiéme Sciécle”, admirador de Hitler y del fascismo italiano, lo cual no era algo anormal teniendo en cuenta que alrededor de 1930, la iglesia belga y el fascismo eran aliados. La misma publicación era un fiel reflejo de la mayor parte de la sociedad de la época, derechista, católica, colonialista y, en algunos casos filonazi. Volviendo al reverendo, tuvo la idea de crear un suplemento juvenil para niños, instruyéndoles con las ideas políticas que el periódico pregonaba.  Descubrió a Hergé trabajando en publicidad y le encargó la creación de un personaje, un periodista joven, católico y que pudiera luchar por el bien alrededor del mundo entero, así nació Tintín en 1929.

Un reportero católico y moral. Los primeros Tintín y la influencia del reverendo Wallez

En estas primeras historias de Tintín, no existen la variada galería de personajes secundarios, ni la sensación de aventura, ni siquiera el dibujo es del todo atractivo visualmente, ya que Hergé prefería algo sencillo de hacer. A los ojos del dibujante, Tintín era una broma “(…) Tintín era un juego hasta ‘El loto azul’ (…)”.  Sin embargo, más allá de tomarlo de esa manera, hay claros rasgos e influencias de sí mismo en las historias.

En las influencias artísticas de Hergé, puede verse la admiración del autor por ciertos pintores, como Bosco y Brueghel, presentes en los escenarios, destaca la notoria influencia de Hokusai (pintor de la famosa “ola de Kanagawa”) en el estilo de línea clara que Tintín adoptará a futuro en sus obras más reconocidas. Ya en el campo de la historieta propiamente dicho, los nombres son más reconocidos, George McManus, Windsor McCay (con su obra Little Nemo, llena de historias delineadas y colores planos), Alain Saint Ogan (con su obra “Zig et Puce”de 1925), Bécassine (padre de la edad moderna del cómic franco-belga, marcando la transición entre historias ilustradas, o cómics de texto, a la verdadera bande dessinée (BD), de trazos vivos, moderados y redondeados) y, finalizando la lista, Benjamín Rabier, con su publicación “Tintín-Lutin” dónde Hergé no sólo pudo haber tomado el nombre del personaje sino también un poco de su composición gráfica y, no menos importante, su viaje en motocicleta hasta Moscú, que inspiró al autor a la primera historia del personaje, y término de definir su ya planeado espíritu aventurero.

En cuanto a historias, sin dudas, el elemento más “Hergéniano” de todos es el del Boy Scout. Su autor define al personaje como “(…) héroe sin temores ni imperfecciones (…) lo que yo quería ser” y con “(…) un compromiso y fidelidad en alta estima (…)”. Otro punto es la “Orfandad” de Tintín, el protagonista no tiene padres, ni familia, sus relaciones son por fuera de esta institución, todos sus conocidos son amigos o compañeros, sin mencionar que la figura femenina está ausente. Para finalizar, el espíritu del viajero, no es casualidad que Tintín se la pase viajando y conociendo el mundo, puede ser que los primeros destinos sean polémicos, pero en líneas generales, marca el deseo del autor de viajar, de escapar de la realidad, de lo monótono. Sin embargo, pese a estas premisas, lo más llamativo de estas primeras aventuras es la propaganda anticomunista, especialmente el comunismo soviético (“Tintín en el país de los Soviets”; 1929), colonialista (“Tintín en el Congo”; 1930) y antiestadounidense (“Tintín en América”; 1932). Según Harry Thompson (Uno de los biógrafos de Hergé), el autor no sabía ni de que hablaba, seguía la línea que se le marcaba en cada momento y se nutría de la propaganda que el reverendo le suministraba, esto no es extraño, Wallez había organizado su vida privada por completo, incluso casándolo con su propia secretaria personal. Según Hergé, “(…) tanto mi mujer como yo fuimos muy influenciados por él. Ambos tratamos de sobrepasar el uno al otro para llegar a la perfección, la mejor actitud, la moral más elevada (…)”

Así como en “Tintín en el país de los Soviets” vemos una feroz crítica al comunismo soviético, en “Tintín en el Congo”, vemos una oda al colonialismo belga sobre el país africano. Sus habitantes son mostrados como niños que necesitan educación para alcanzar la “civilización occidental”, la dominación belga parece ser el único sistema  en que esos grandes y tontos africanos podían vivir. De lo que podemos acusar a Hergé en estas dos excursiones propagandísticas es de desinteresarse sobre lo que realmente sucedía en ambos territorios. No resulta raro que, posteriormente, pida no publicar la primera obra, y modifique la segunda.

La tercera historia ocurre en América, al final de la aventura del Congo, un traficante de marfil menciona a Al Capone, gánster estadounidense de los años ’20 y ’30, lo que obliga a Tintín a seguir su pista hacia el país americano. Para “nutrirlo” de información sobre el territorio, el reverendo Wallez acerca a Hergé el libro “Escenas de la vida futura”, de fuerte crítica al capitalismo estadounidense, por lo que vemos una crítica a la sociedad industrial y una reivindicación de los nativos. Para estos tiempos, gracias a eventos publicitarios de gran resonancia, “Las aventuras de Tintín” no sólo habían alcanzado el éxito local, sino que se publicaban en periódicos franceses, como el “Coeurs Vasilants”.

Con la siguiente historia, Hergé buscaba abordar el género del misterio, y del policial negro, que tanto éxito tenía en los años ’30. Agatha Christie ya era una autora aclamada y, con el descubrimiento de la tumba de Tutankamon los mitos sobre la maldición de los faraones estaban en auge, además, para esta aventura en particular, se tiene conocimiento de uno de los colaboradores del autor, Paul “Jam” Jamin. Es importante agregar que el título de esta historia era “Tintín en Oriente”, cuando se vio que el primer destino era Egipto, Hergé cambio el título a “El caso en El Cairo” para luego, al momento de publicar el álbum, volver a cambiar el título o, mejor dicho, los títulos, ya que, dividió la historia en dos partes, la primera, en Egipto, Arabia e India, se título “Los cigarrillos del faraón”, la continuación,, en la que Tintín viaja a China, “El loto azul”.

En “Los cigarrillos del faraón”, se introducen nuevos personajes que, con el tiempo, serán reconocidos en el mundo Tintín. El “Agente X33”  y “Agente X33 bis”, luego renombrados  “Dupont y Dupond” (Hernández y Fernández). Ambos detectives, y agentes de la ley, no sólo eran un estereotipo de la policía belga de la década de 1930, sino que también estaban basados en el padre y tío del autor, Alexis y León Remi. Posteriormente, Hergé también hablo de rasgos de su persona en los famosos personajes, “(…) son idiotas, lo cual yo suelo serlo. Yo me veo en ellos (…)”. Además, en esta aventura doble, se introduce a un villano característico del mundo Tintín,  Roberto Rastapopoulos, quién reaparecerá en futuras publicaciones.

Cerrando esta primera parte de la historia de Tintín y Hergé, resta decir que en 1933, el reverendo Norbert Wallez, es destituido de su cargo frente al “Le Vingtiéme Siécle” por orden de sus superiores, y destinado a la conservación  de las ruinas de la Abadía de Aulne. A pesar de tener mayor autonomía y control sobre su obra, por primera vez Hergé se encuentra sin un guía que le suministre información  para sus trabajos. Con una aventura en China aproximándose, el primer quiebre del autor ocurre, pero eso quedará para la segunda parte de la nota.

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