Cómics
El último golpe, de Ed Brisson y Lisandro Estherren
Mariano reseña el segundo lanzamiento de Multiversal Ediciones
Se va la segunda
La miniserie The Last Contract fue originalmente publicada durante 2016 en EE.UU. a través del sello independiente Boom! Studios, fundado en 2005 por Ross Richie, antiguo editor de Malibu Comics allá por los inicios de la década del noventa. Presentada en cuatro números, luego recopilados en un TP, que es el que toma como referencia la edición nacional, de 112 páginas a color en formato 26×17, cuenta con guión del canadiense Ed Brisson (Oshawa, 1975) y dibujos de nuestro Lisandro Estherren (Paraná, 1980), en lo que fue su debut dentro del mercado norteamericano.
A nivel nacional, constituye el segundo libro de la colección titulada De Exportación, título bajo el cual Multiversal Ediciones -enrolada en Big Sur Colectivo Editorial– comenzó a recuperar diferentes colaboraciones de jóvenes ilustradores argentinos para el mercado independiente norteamericano. Siguiendo esta interesante premisa, el flamante emprendimiento capitaneado por Mariano Abrach, que resultó ganador del concurso Espacio Santafesino edición 2019, publicó este mismo año Ichabod Jones: Cazador de Monstruos, de Wannabe Press, novela gráfica de terror escrita por Russell Nohelty y dibujada por Renzo Podestá. Ahora llega el turno del policial, a través de El último golpe.
El perfecto asesino
Con una estructura de cuatro episodios, la trama se encuentra ambientada en diferentes locaciones contemporáneas de Canadá. Su protagonista, un octogenario asesino a sueldo que lleva dos décadas fuera del negocio, al que solo conocemos por su apodo, El Viejo, vive su retiro sin sobresaltos en las afueras de Cumberland, con la sola compañía de su también longevo perro Harv. Más temprano que tarde, sus rutinarias jornadas se ven interrumpidas por dos inexpertos motoqueros enviados por alguien para acabar con su vida. Luego de reducirlos sin problemas, sigue hacia arriba en la cadena delictiva hasta dar con el jefe mafioso Burrell, responsable intelectual del fallido atentado contra su persona.
Muy a su pesar, el criminal termina poniéndolo al tanto del actual estado de situación. Un extorsionador misterioso amenaza con difundir la extensa lista de todos los trabajos que realizó mientras estuvo activo, que incluye tanto a sus pasados objetivos como a sus ocasionales empleadores. La condición que pone para que esto no suceda es que alguien elimine de una vez y para siempre al anciano sicario. Claro que el mafioso no está tranquilo con la idea de que esta información comprometedora salga a la luz, por lo que decide jugar a dos puntas. Mientras sigue tratando de darle muerte al esquivo abuelo, pondrá a su organización a liquidar a todos los potenciales sospechosos de tener en su poder el dichoso listado, con la clara intención de no dejar ningún cabo suelto.
Además de intentar sobrevivir a una andanada de ataques en su contra y hacer frente a sus problemas de salud, el antiguo homicida se aboca -por motivos que solo él conoce- a la protección de Dillon Williams, un joven que parece ignorar todo cuanto ocurre a su alrededor. Ambos quedan entonces atrapados en la continua espiral de violencia suscitada por esta serie de eventos, que incluye la inesperada vuelta al ruedo de una antigua compañera de profesión del personaje principal, también felizmente retirada, la letal afroamericana -amante de las armas de gran calibre- Sharon. Con un plazo temporal limitado para tomar decisiones, todas las partes en pugna comienzan a ver cómo los ánimos se exacerban, precipitando las acciones hacia un sorpresivo final a toda acción.
Crimen verdadero
Estamos frente a un thriller hecho y derecho, de notable buen ritmo. Su desarrollo es lineal, pero reserva algunos interesantes giros conforme los acontecimientos se precipitan de cara al lector. Puede llegar a objetarse que la identidad del extorsionador, el misterio principal de la historia, se adivina rápido para un lector avezado en este tipo de relatos, pero no mucho más, puesto que lo verdaderamente importante, la motivación que impulsa su accionar, al develarse, compensa sobremanera aquella falta. Por puro peso dramático. La ambientación y tono, con muchos pasajes que transcurren en suburbios de diferentes centros urbanos, acompañan en todo momento el clima de suspenso y permanente tensión propuesto.
Por el lado del dibujo, no hay mucho que agregar a la habitual solvencia gráfica que suele demostrar el lapicista entrerriano. Su evolución estilística desde aquel lejano Etchenike (Pictus) hasta la presente obra ha sido francamente admirable, con esa maravilla visual que fue Tekton (Términus Libros) en el medio. Claro que acá el blanco y negro tan caro a su trazo, ha sido reemplazado por una buena aplicación de color, a cargo del experimentado Niko Guardia. Después, hay algunos detalles simpáticos para descubrir, como el hecho de incluirse él mismo entre los secuaces de la banda del villano en cierta escena que transcurre en un bar, y hasta a otro dibujante amigo entre las víctimas de los malhechores.
Con respecto a la factura técnica, la decisión editorial de mantener el clásico formato comic book puede parecer un detalle menor, pero suma. Al igual que los stickers agregados como extra. El laburo de traducción, realizado por Martín Ladi no está nada mal, pero -siempre hay uno- existen ciertos modismos del lenguaje anglosajón que generan un notable ruido en la lectura al ser trasladados a sus equivalentes autóctonos. Se me ocurre que el neutro constituiría una mejor opción en estos casos, que son más bien puntuales.
No obstante esta última consideración, el balance general es ampliamente positivo. Después de todo, el mercado comiquero norteamericano hace tiempo dejó de circunscribirse únicamente a los superhéroes. La movida generada por Multiversal Ediciones busca presentar localmente parte de esa enorme producción que abarca muy distintos y variados subgéneros, con un cuidado criterio de selección, que además involucra talentos nacionales de escasa o nula presencia en nuestro mercado. En definitiva, una propuesta que merece, por mérito propio, el apoyo de los lectores de este lado del mundo.
