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“Mazzitelli-Alcatena y la obra 1002… 1003… 1004…”

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“Mazzitelli-Alcatena y la obra 1002… 1003… 1004…”

Guido reseña “Los Jinetes y la Noche 1002… 1003… 1004”, obra de la dupla siempre rendidora de Eduardo Mazzitelli y Quique Alcatena. Publica Loco Rabia.

Es difícil encontrar en cualquier ámbito una dupla que siga rindiendo con los años tan bien como Eduardo Mazzitelli y Quique Alcatena, tendríamos que irnos al campo de fútbol con un Batistuta-Latorre o un Maradona-Caniggia (o para los más jóvenes un Messi-Suarez) o saltar al cine y pensar en Scorsese-De Niro (o su versión del nuevo siglo nuevo: Scorsese-Di Caprio)  o volver a la historieta y tirar un Trillo-Altuna o Wood-Vogt y tantos otros y seguramente ninguna le alcance a los años y a la producción que alcanzan estos dos monstruos que continúan haciendo obras como las que leíamos en Skorpio o Fierro y que ahora podemos seguir disfrutando gracias a la publicación local de Loco Rabia de “Los Jinetes” y de “La Noche 1002… 1003… 1004…” (título poco amigable para pedirse al canillita si los hay), una recopilación de varios relatos cortos de la dupla hecho al estilo o inspirados en “Las Mil y una Noche” (el libro, no la serie de televisión).

Abrimos con la historia larga “Los Jinetes” o la novela gráfica de varios capítulos de 12 páginas, dónde una ciudad perfecta es la envidia de sus vecinos a tal punto que deciden destruirla para que no haya otra ciudad mejor que la de ellos (si no podemos ser mejores, es preferible bajar la vara). Los sobrevivientes de su destrucción buscarán la venganza y la caída de los destructores.

Si hay que usar la metáfora nuevamente y encontrar una dupla parecida a la de estos autores, tal vez la mejor sea Riquelme-Palermo en la primera época de Boca que encontró su cúspide en la victoria de Intercontinental ante el Real Madrid, esa dónde Riquelme manejaba todos los hilos y tiraba un centro a la cabeza o a los pies de Palermo y este solo tenía que direccionarla hacia el arco.

Acá estamos igual, pueden cambiar los protagonistas (el argumento) o los rivales (la historia) pero la cancha (el formato) y el juego (los autores) siguen igual. Mazzitelli arma una propuesta original en su presentación, con personajes ricos y con unos textos que son una maravilla, hermosos de leer, rematados por la calidad y ejecución impecable de Alcatena que nunca se repite y siempre juega con todo el universo poético que la historia le deja servida en bandeja, con revisiones incluso de cómo piensa al mundo entregando viñetas que bien podrían ser dibujos de la época antigua.

Pero los autores juegan de memoria y se nota, es decir, no vamos a tener ningún tipo de sorpresa si venimos leyendo a la dupla. Nos encontramos con otro trabajo cumplidor, entretenido pero que no se la juega por ir más allá o darle una vuelta de tuerca al género o a la forma en que ellos mismos vienen contando este tipo de historias. Desde el primer capítulo, cuando se presentan a los personajes, vamos a saber cómo termina todo y no le vamos a fallar, el guion se enfoca tanto en que cada capítulo cierre y entregar bloques de texto cuasi poéticos que no hay profundidad ni desarrollo de los personajes y eso le juega en contra a una historia de 70 páginas en el que ya sabemos para donde va a ir y que más que unas frases hermosas, no tenemos mucho más. Nos va a entretener, pero no nos va a terminar de enganchar.

El guion cierra mucho mejor en las historias breves de “La Noche…”, donde entendemos que no hay espacio para el desarrollo y las propuestas de los argumentos están bien resueltas, guardándose alguna que otra sorpresa para los finales. Acá aguantamos un poco más, pero si ya venimos leyendo la primera parte del libro, tampoco nos vamos a topar con algo nuevo.

Alcatena, está genial como siempre, los universos que arma formando una alquimia entre la realidad y lo onírico, jugando con las viñetas grande y la presentación de las páginas para sumergirnos en el universo que la prosa nos invita a adentrarnos. Es siempre un viaje único verlo jugar con las ilustraciones. Pero también, al igual que el guion, comete algunos traspiés y enfrascado en el objetivo de hacernos volar en hermosas viñetas, descuida los cuadros de transición que quedan muy chicos y se torna difícil entender lo que sucede o los personajes que hablan. Nos ofrece una lectura pausada, como una recorrida por un museo en la que nos tenemos que detener a apreciar cada cuadro, y en algunos momentos o secuencias podría cambiar está velocidad y desarrollar secuencias más rápidas, más ligeras que nos lleven a saltar de cuadro en cuadro.

La nueva entrega de la dupla es una propuesta entretenida en la que juegan de memoria, sin transpirarse y para la hinchada con la calidad descomunal que ambos tienen y que se nota en cada página, pero que no sorprende y ahí empieza a perder atractivo en su lectura para quienes ya estamos acostumbrados a sus obras.

 

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