El munde se fue al joraque

En una época en la que estamos totalmente expuestos/presos de la sobreinformación, uno no debería sino estar más que agradecido con un término que ya no abunda: el de sorpresa. La misma me llego hace unos días en forma de serie de tv.

“El colapso”, serie francesa que estreno en su país de origen el año pasado, era hasta el día en que me dispuse a verla una total incógnita. No había visto ni leído mención alguna, sea a través de redes sociales o mediante campañas publicitarias.

Y créanme que se trata de una absoluta maravilla llamada a ser la gran “tapada” del año. La razón principal de este vacío de conocimiento es que al día de hoy, no está disponible en ninguna de las plataformas conocidas por lo que no queda otra que agarrar el micrófono y entonar el tema popularizado por los Auténticos decadentes.

La serie, escrita y dirigida por el colectivo de cineastas Les Parasites (Jérémy Bernard, Guillaume Desjardins y Bastien Ughetto) si bien toma nuevamente como disparador la llegada del “fin del mundo”, lo hace esquivando tópicos habituales como plagas, extraterrestres, desastres naturales y demás etcéteras que la cultura norteamericana retrato hasta el hartazgo.

“El colapso” se da y aunque nunca se nos explica demasiado el porque tenemos la certeza de que es casi una decisión política que esto ocurra. Así, por un lado el desconcierto y por otro el sentimiento de que esto puede ocurrir en cualquier momento, permiten que la serie explote magistralmente al “drama” como género.

Esta temporada inicial  tiene apenas ocho episodios autoconclusivos que pueden verse de un tirón dado que si bien la duración de los mismos es dispar suelen rondar los 20 minutos. Los mismos pueden disfrutarse individualmente y al azar pero guardan cierta conexión entre sí, sobre todo con la presencia de personajes ya vistos en otras situaciones. Cada capítulo comienza comunicándonos los días que han transcurrido desde el colapso del sistema francés, lo que de alguna manera augura el grado de impaciencia de los que serán los protagonistas de la historia.

Hay escasez de alimentos, de agua y de aquellos sentimientos que nos acercaban a la condición humana. Generalmente se toma un lugar concreto para el desarrollo de la trama y de ahí se construye, por eso hay episodios que se desarrollan en un supermercado, una gasolinera, una pista aérea o un hospital. Todos, y este es el mayor de sus logros, son excelentes, la serie mantiene así una calidad formidable, algo que la eleva aún más como antología.

No es fácil de digerir, la serie se te pega, te mueve y caes preso de un tsunami de sensaciones. No existen actitudes ni acciones descabelladas, todo lo visto es de cierto modo justificable. Los personajes, como así también los espectadores atraviesan emociones como la angustia, la desesperación, la frustración y el quiebre de dilemas “morales” porque están, al fin y al cabo, frente a situaciones límites.

Lo mejor y lo peor de la especie humana es retratado en 8 segmentos rodados íntegramente en planos secuencias. El recurso, muchas veces utilizado porque sí, aquí calza a la perfección, brinda agilidad y enriquece aún más la narrativa visual. La técnica alcanza el sobresaliente en el penúltimo episodio llamado “la Isla” donde es acompañada por un esfuerzo físico increíble.

Las interpretaciones son, artísticamente hablando, impecables. A ello debe sumarse el extenuante trabajo físico y la sobrecarga que conlleva la falta total de “cortes”.

La producción de Canal+ no se detiene en brindarnos respuestas sino en mostrarnos CONSECUENCIAS. Es una serie inteligente, narrativamente bien construida y de un aspecto técnico envidiable. Producto redondo por donde se lo mire.