Cómics
Superhéroes latinos
La novela gráfica que inaugura el universo superheroico de Alquimia Cómics, ‘Los Prodigios’, escrita por Gastón Flores y dibujada por Sebastián Guidobono, bajo la lupa
El ámbito de la historieta nacional ha visto surgir en el último tiempo una serie de diversos proyectos cuyo objetivo común es la firme intención de presentar nuevos personajes enrolados en el subgénero superheroico, con distinta factura artística según el caso.
El tomo que nos ocupa en esta oportunidad, titulado Los Prodigios: Cómo nacen y mueren las estrellas, vio la luz a fines de 2019, con presentación oficial en la décima Crack Bang Boom, y representa el puntapié inicial de Supernova, un universo pergeñado por el sello rosarino Alquimia Cómics, cuyo primer arco argumental se completará este año, con la edición de dos especiales más: Los Desechables y otro, cuyo nombre aún es un misterio.
Mediáticos y efectivos
El tomo tiene el formato 24×17 cms. y 72 páginas a todo color, con una lograda portada de Germán Erramouspe, coloreada por Facundo Moyano. Gastón Nicolás Flores (Rosario, 1980) y Sebastián Guidobono (Buenos Aires, 1984) rompen el hielo recurriendo a una carta ficticia a los argentinos firmada por el mismísimo expresidente riojano mandato cumplido -no vamos a mencionarlo, ya que parece que todes lo han olvidado- hacia 1995, después del atentado disfrazado de accidente que acabó con la vida de su hijo.
Jugada arriesgada, ésta, puesto que habilita la ucronía que permite una eventual conversión de nuestro país en potencia mundial, mediante diferentes progresos tecnológicos que aceleraron la carrera espacial. La cuestión del verosímil, esencial en cualquier relato, se torna algo ambigua. Resulta próxima para quienes transitaron con cierta edad la década del noventa, y algo más distante para el lector joven, que no vivió ‘de primera mano’ aquella época. Igualmente, el mayor desafío para ambos grupos de lectores, supongo, debe pasar por imaginar una Argentina diferente a la actual.
Afortunadamente, el guión no ahonda en ello más de lo necesario, la única referencia de importancia dentro de este presente propuesto, tiene que ver con la fundación de la ciudad Nueva Frontera, hacia el año 2000. Esta urbe tiene su propio y reconocido grupo superheroico, con integrantes argentos y del exterior, cuyo accionar público diario y agenda política/mediática es manejada desde las sombras por tres misteriosos representantes del gobierno nacional, con oscuras intenciones. Al comienzo de la historia, Los Prodigios -cuyos diseños fueron obra de Sebastián Sala y Facundo Moyano- están integrados por el genio tecnológico Avefría, la representante de los pueblos originarios Amazonia, un simpático grandote cubano conocido como Chico, El Prócer, un exmiembro del ejército y líder del grupo, y el poderoso Glaciar, capaz de moldear agua para formar hielo, a través de su mítico bastón.
El Chupacabras, enemigo a enfrentar, es un monstruo híbrido -algo genérico- capaz de alimentarse de energía no muy elaborado. Más allá de su funcionalidad como amenaza, ser una suerte de punching ball andante para los buenos, no termina siendo realmente peligroso en ningún momento. Igualmente, su aparición deja en evidencia un problema con las habilidades y el rol desempeñado por El Prócer, que habilita una serie de inesperados -bien pensados- sucesos posteriores. La futura conversión del exmilitar Peruzzi dentro de la historia es una de las puntas más interesantes a retomar en futuras entregas.
La decisiva intencionalidad del argumento, pasa por la presentación de la blonda y popular Aurea, alterego de Laura, una joven morocha llena de incertidumbre luego de terminar el colegio secundario que, por motivos no develados todavía, ha dado con la fuente de un gran poder. Sin ningún tipo de experiencia en los menesteres del rubro, pero con una gran popularidad entre la gente, sus apariciones llaman la atención del calculador Avefría, que pretende anexarla a la agrupación. En este punto es cuando la tensión va en aumento, con varias subtramas que se entrecruzan interna y externamente, llegando a un muy buen final.
Apuesta segura
Cualquier tipo de evaluación del tomo que pretenda algún grado de justicia, debería partir de la premisa de que el mismo es, en la práctica, apenas la presentación de una línea editorial totalmente nueva.
Considerando este punto, lo cierto es que el balance arroja un buen resultado general, con 64 entretenidas páginas de historieta que muestran los elementos necesarios para engancharnos con la narración propuesta por Flores, más otras a modo de extras con documentación ‘ad hoc’ sobre cuestiones inherentes que son, apenas, la punta de un elaborado iceberg de intrigas gubernamentales y recelos personales.
En el debe queda algo más de desarrollo para casi la mitad de los integrantes, cierta elaboración contextual sobre cómo es la vida de los ciudadanos de a pie en Nueva Frontera, para entender mejor la necesidad operativa de ellos, y un dibujo al que le falta algo de equilibrio, lo que se entiende, en parte, debido a que Guidobono viene de otro género. Concretamente, resuelve muy bien la expresividad y posturas de los personajes -con cierto aire a Mariano Navarro en el trazo-, pero evidencia ciertas complicaciones a la hora de retratar planos amplios con variedad de personajes -en acción o no-, algunos fondos lucen aceptables y a otros les falta. Con todo, el nivel gráfico es aceptable, puesto que estas carencias son adecuadamente compensadas por la aplicación de una buena paleta de color digital, también a cargo del ilustrador.
Sorteando las dificultades del caso, Los Prodigios es un debut recomendable para quienes gusten del subgénero en que se encuadra, con unos cuantos personajes sumamente logrados y otros que pueden llegar a serlo. Lo que se dice, un inicio prometedor. Da para jugarle unas fichas. Sin miedo. Aunque no estemos del todo al tanto de qué o quienes nos protegen. Para saber eso, habrá que ver cómo sigue.