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Puerta 7: Escrita y dirigida por Caruso Lombardi

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Puerta 7: Escrita y dirigida por Caruso Lombardi

Si buscan en Internet el término «Vende Humo», uno de los primeros resultados es el nombre de Ricardo Caruso Lombardi. El Doc dice que el segundo debería ser esta serie que comentamos hoy.

Puerta 7 es una producción argentina de Netflix que se presentó como una mirada sin tapujos al submundo de las barras bravas. La serie cuenta con la dirección de Adrián Israel Caetano, quién también se encarga del guion, junto a Martin Zimmerman y Patricio Vega. Desde mucho antes de su estreno se hablaba de ella en los medios, llegando incluso a mencionarse la supuesta participación de Diego Maradona, cuando en realidad el Diegote solamente filmó un corto promocional. Pero al igual que el tristemente célebre director técnico citado en el título de esta nota, a la hora de salir a la cancha los resultados no fueron precisamente los anunciados.

PLANTEAMIENTO TÉCNICO DEFICIENTE

La serie inicia con Héctor «Lomito» Baldini (Carlos Belloso), jefe de la barra brava del ficticio Ferroviarios Futbol Club, siendo acuchillado en plena popular durante un partido. El escándalo subsiguiente obliga al presidente del club (Antonio Grimau) a tomar medias. Por alguna razón, lo mejor que se le ocurre hacer es contratar como nueva jefa de seguridad a Diana Imbert (Dolores Fonzi), una abogada sin experiencia que hasta ese momento presidía una ONG para ayudar a los chicos del barrio, pero cuyo abuelo fue una figura relevante para los «fogoneros».  Diana a su vez subcontrata a Cardozo (Daniel Araoz) un policía (o expolicía, no me quedó claro) de métodos más bien dudosos y violentos. El eje principal de la historia es el enfrentamiento entre Diana y La Barra, además de las internas políticas del club, que involucran a Santiago (Juan Gil Navarro) tesorero del club.

Para darle más amplitud a la narración, se incluyen las historias de Gabriel «El Tucumano» Fuentes (Lautaro Rodríguez) primer jugador en ser representado por Lomito y Mario (Ignacio Quesada), un pibe del barrio que termina metiéndose en la barra como forma de salir del pozo.

Si bien la idea no es mala, el guion hace aguas por varios lados. En principio, está muy lejos de relatar con verosimilitud el submundo de las barras bravas. La más que probada relación entre políticos, sindicatos e hinchadas ha sido completamente ignorada por los guionistas, como si no existiese en absoluto… o no estuviera bueno arriesgarse a mencionarla. La pulseada entre Lomito y Diana es muy floja. Este último se comporta de forma mucho más dura con sus propios allegados cuando sospecha que lo traicionan que con su enemiga, limitándose a soltar frases del tipo «Esta mina sí que es dura» mientras que no mueve un dedo para combatir a quien intenta dejarlo completamente fuera del club de sus amores generándole grandes pérdidas económicas. Entiéndanme, no es que apoye o promueva en modo alguna la violencia, pero se supone que hablamos de un barra brava, no del Marqués de Queensberry. En general, los actos de violencia que realiza la barra son en respuesta a las acciones de Cardozo o de algún delincuente rival.

Con respecto a las tramas secundarias, Gabriel es el «cabecita» que llega a la Capital a triunfar en primera para sacar a su familia de la pobreza y si la serie continúa, seguramente terminará corrompido por la fama. Por ahora, solamente sirve para demostrar una vez más la pasividad de Lomito, al enredarse con su hija bajo sus propias narices. Marito por su parte, es el pibe honesto, hijo de un laburante que la está pasando mal y aunque al principio la violencia que rodea a la barra lo asusta, termina deslumbrado por la «plata fácil». Su relación con el segundo de Lomito, Fabián (Esteban Lamothe) es un vago remedo de la que establecían Chazz Palminteri y Lillo Brancato en Una luz en el infierno (A Bronx tale, 1995), aunque esté muy lejos de tener esa profundidad dramática.

 

JUGANDO CON LA RESERVA

Otro grave problema que tiene la serie es el reparto. A estas alturas, Esteban Lamothe ha dejado bien claro que, si realmente se esfuerza, podría llegar a ser casi tan expresivo como Sebastián Estevanez. Confiarle un papel secundario es condenar una producción al fracaso, ya no digamos darle un protagónico. Lo mismo puede decirse de Lautaro Rodríguez, de quién tengo entendido que tiene una fructífera carrera como cantante y sinceramente espero que así sea, a ver si de esa manera no tenemos que estar sufriendo sus atroces intentos de actuar. Gran parte de sus escenas las juega con Melisa Giostra, quien interpreta a Paula, la hija de Lomito. Y quiero dejar constancia de que utilizo el término «interpreta» con total generosidad. Sos joven, Melisa, estás a tiempo de aprender. O de dedicarte a otra cosa, preferentemente algo para lo que tengas talento.

Entre tantas actuaciones mediocres o directamente malas, destaca Dolores Fonzi, que realiza una muy buena labor interpretativa pese a lo esquemático de su personaje. Belloso vuelve a un papel muy similar a los ha hecho otras veces y se nota que le queda cómodo. Grimau tiene oficio para dar y regalar, por lo que tampoco le cuesta mucho hacer bien las cosas. Juan Gil Navarro cumple con corrección y Monica Ayos en su rol de Señora Baldini no necesita esforzarse para representar a una mujer madura tan bella como inteligente, primera consejera y poder detrás del trono de Lomito. Esperaba mucho más de Daniel Araoz; no es que trabaje mal, pero estoy seguro de que hubiera podido hacerlo mejor.

 

POBRE DESEMPEÑO EN EL CAMPO DE JUEGO

Si el argumento no refleja con fidelidad la realidad de lo que puede ser una barra brava, al menos nos queda la esperanza de que presente personajes creíbles. Digamos que, si al equipo le falta llegada, todavía lo puede salvar el «jogo bonito». Bueno, tampoco vamos a encontrar eso. Los protagonistas de la historia son, en su mayoría, poco más que un cliché.

Ya hablamos de Gabriel y de Marito, dos visiones muy simplistas del adolescente pobre que busca ascender en la escala social, pero quizá el mejor ejemplo de abuso del lugar común es Diana. El personaje de Fonzi es una joven preocupada por la situación de los más desfavorecidos, una profesional, una fanática acérrima del fútbol y en general, una mujer fuerte. Así que como no podía ser de otro modo, también es lesbiana. No estoy diciendo que esa decisión de los guionistas esté particularmente mal o particularmente bien, pero siento que podrían haberse ahorrado reforzar el estereotipo según el cual cualquier mujer que intente competir en un ámbito tradicionalmente masculino no es heterosexual.

Ya dije que el retrato que se hace de la barra brava es muy poco fidedigno. Mencionaba que se pasan completamente por alto sus conexiones con políticos y sindicalistas, pero eso no es lo único que me hace ruido. Si bien el comienzo, con la persecución y captura del sicario que atenta contra Lomito, la serie promete no escatimar en crudeza, las escenas fuertes son muy escasas para una producción que prometía mostrar la realidad de unas personas que hacen de la violencia su pan de cada día. Los aprietes a dirigentes, técnicos y jugadores son absolutamente tibios. Siendo generosos, se puede pensar que Lomito ya superó la etapa en la que necesitaba ser duro para conseguir lo que quiere y ahora le basta con pedirlo amablemente, pero la verdad no creo que esa sea la razón. Me parece que es un intento de gestar un fenómeno similar al ocurrido con los hermanos Borges en El Marginal (2016 – ), convirtiendo a Lomito en un personaje con el cual el público logre empatizar pese a su obvia condición de delincuente. Por eso se lo muestra teniendo actitudes que uno no asocia normalmente con el jefe de una hinchada, como preocuparse porque no se venda droga en el barrio. Incluso hay cierta referencia a Robin Hood en una conversación entre Mario y Fabián. Los «auténticos malos», serían entonces la banda rival, liderada por Sosa y el televidente podría sentirse satisfecho tanto si «gana» Lomito como si lo hace Diana, mientras que Sosa sea el perdedor.

 

TIEMPO SUPLEMENTARIO

La primera temporada de la serie se compone de ocho episodios con un promedio de cuarenta minutos de duración cada uno. El final deja muchísimas preguntas sin responder, por lo que es de esperar que se esté gestando una segunda parte. Pese a todas sus falencias, Puerta 7 ha sido un éxito entre el público y la crítica (no logro entender por qué) así que seguramente el gigante del streaming le de el visto bueno. No tengo esperanzas de que mejore, después de todo, «equipo que gana no se toca»… por más malo que sea.

#Culturanerd - Periodismo de corte fantástico

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