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Temporada John Hughes
Reseña de la excelente temporada 2 de Sex Education
Segundas partes si pueden ser buenas, incluso superar con creces a su antecesora. Sex Education es una prueba fehaciente de esto mismo, mostrando, irónicamente siendo una serie con adolescentes, una fuerte maduración respecto a la seriedad en el abordaje de sus temáticas. Y siempre sin perder la sonrisa.
Apenas un año después del desembarco de su temporada inicial, la serie británica de Laurie Nunn se ha convertido en uno de los pesos pesados de la plataforma Netflix principalmente en esta etapa inicial del año.
Si bien hay un regreso de la dupla Otis (Asa Butterfield) y Maeve (Emma Mackey) al frente del consultorio sexual clandestino, este pierde protagonismo y queda relegado brindando espacio y tiempo para el desarrollo de nuevas tramas y personajes.
Hay reflexiones precisas, certeras y totalmente necesarias en torno a las agresiones/abusos, las enfermedades de transmisión sexual, las adicciones o sin ir más lejos el correcto uso de la píldora del día después.
Como mencionábamos estas reflexiones se plasman gracias al peso otorgado a muchos de los personajes secundarios aparecidos en la primera temporada. Es meritorio como han sabido correrse de la dupla protagonista y dejar crecer a estos. Créanme que son muchos y su presencia no es para nada forzada, teniendo cada uno momentos e historias que quedaran en el recuerdo.
Gillian Anderson no para de crecer en su papel de Jean Milburn (sexóloga y madre de Otis). No solo desembarca en la escuela para remarcar una y otra vez la importancia de contar con buenos profesionales de la sexualidad en el ámbito educativo sino que gracias a su fuerte amistad con Maureen (Samantha Spiro) permitirá que la serie entre de lleno en los deseos y necesidades de los adultos.
No es intención ahondar demasiado en la trama de los capítulos pero me resulta casi una obligación mencionar por lo menos 3 de los momentos/arcos más conmovedores de la serie.
El primero y quizás más importante es la AGRESIÓN SEXUAL sufrida por el personaje de Aimee (Aimee Lou Wood). Si, en grande y con mayúsculas porque se trata de un abuso al que se le suele restar importancia, incluso su víctima lo hace para finalmente tomar conciencia de las secuelas psicológicas y emocionales que trae consigo. El desencadenante es una escena que estará entre las mejores del año, conmueve y es un claro ejemplo del concepto de sororidad.
El segundo tiene que ver con Jackson (Kedar Williams-Stirling) personaje popular, carismático, escultural y excelente deportista, todos calificativos que inundablemente deberían confluir en un sentimiento de odio hacia el mismo. Pero no, en esta temporada empatizamos y lo hacemos gracias a su relación con Viv (Chinenye Ezeudu) una suerte de tutora nerd que le permitirá escupir y hacerse cargo de las presiones ajenas que lo agobian. Hay una charla con una de sus madres que es impecable y por si fuera poco se da en un escenario perfecto.
El final está dedicado a la verdadera pareja de esta serie: Eric y Adam. Los personajes se han afianzado y su historia de amor es la que se lleva toda la atención. Si la temporada pasada sirvió para que Eric afirme y se enorgullezca de su condición homosexual está pone el punto fuerte en el crecimiento de la autoestima y como esta tiene mucho que ver con la persona que tenes al lado. Con la llegada de Rahim (nuevo estudiante enamorado de Eric) entenderá que no hay relación posible sin el respeto y aceptación de la persona que tenes al lado.
Sin embargo el que nos interesa es Adam (Connor Swindells) que regresa a la preparatoria Moordale High luego de ser expulsado de la academia militar. Es pese a su escasa cantidad de palabras el personaje que mejor comunica lo que está atravesando. Criado bajo la tutela de una figura paternal egoísta, prejuiciosa , hostil y odiosa intentará como puede, con errores y aciertos, abrirse a lo que verdaderamente importa, sus sentimientos.
El punto fuerte de esta segunda temporada es esa historia de amor. No hay punto de comparación entre la relación de Eric y Adam y la de la dupla protagonista de Otis y Maeve.
Seguramente se trate del único punto negativo de esta segunda temporada. Pese a los intentos de los guionistas la dupla no consigue enganchar al público.
Corriéndonos de los personajes la serie mantiene esa hermosa mixtura estética entre un Gales actual con altas dosis ochentosas. Es imposible si sos un cinéfilo medio no caer rendido a los homenajes presentados siendo el de ‘El club de los cinco’ sin dudas el más agradable y notorio.
Sex Education se ha convertido sin demasiada fanfarria en una de las producciones más vistas y valoradas del catálogo de Netflix. La serie cumple y crece a pasos gigantescos manteniendo un equilibrio perfecto entre el humor y el espíritu didáctico. Si a esto le sumamos una banda sonora imposible de dejar de oír y un cierto aire a film de John Hughes el saldo siempre es a favor.