Cómics
Al servicio del humor
Análisis de El Oficial Yuta, libro que inaugura la Colección Humor Gráfico de Historieteca Editorial, íntegramente a cargo de Javier J. Rovella
Uno de los tantos personajes que vieron la luz al calor de la primavera fanzinera de los noventa, dentro de ese enorme semillero de artistas que fue la clásica publicación Catzole, es el inescrupuloso y corrupto agente policial surgido en 1994 de la imaginación de Javier J. Rovella (Lanús, 1975). El talentoso creador de El infante Dante Elefante, Don Pictórico, Brunella y Zebita, entre otros reconocidos personajes, logró desarrollar con El Oficial Yuta -serie que fue mudando hacia distintos medios impresos nacionales y del exterior tiempo después-, un originalísimo tipo de humor gráfico que, simultáneamente, expone parte de la triste realidad de estos tiempos. Bajo una siempre atenta mirada, no exenta de valentía y gran sensibilidad social.
Concretamente, esta obra puede leerse como la cruda instantánea de aquella maldita policía bonaerense de Eduardo Duhalde, con sus consabidos excesos a la hora de hacer cumplir la ley. Temáticas harto sensibles a la opinión pública en ese momento, que, mal que nos pese, continúan vigentes al día de hoy, como la mano dura, el gatillo fácil, la exclusión social, los casos comprobados de coimas y corrupción en las fuerzas del orden nacionales, son abordadas con sutil maestría por el autor integral para lograr la -siempre- difícil complicidad del lector, generando más sonrisas incómodas que risas vacías, lo cual está bien, en tanto induce a la reflexión a la vez que logra dejar bien en claro su postura, personal y comprometida, al respecto de esas delicadas cuestiones.
Marche preso
Ya en aquel lejano primer tomo compilatorio homónimo publicado en 2007 por la extinta Domus Editora, de 64 págs. B/N con prólogo de Fernando Sendra, se dejaba entrever ese particular enfoque autoral. Lo que cambió en el libro que nos ocupa, con el cual Historieteca Editorial inauguró en 2018 su colección Humor, que consta de 96 páginas apaisadas a color digital (13,5×19.5 Cms.), es la forma.
De historieta breve, puesto que sus primeras apariciones rara vez tenían una extensión mayor a una página, a tira de tres o cuatro cuadritos con remate al final, presentadas a razón de dos por página. Entre una entrega y otra transcurrió algo más de una década, que consolidó a J.J. Rovella como un efectivo narrador gráfico, con pleno dominio artístico del subgénero, evolución que se torna evidente en trabajos como Brunella o El infante Dante Elefante.
Lo que no cambió, son los cuestionables modos de pensar y actuar del protagonista. Por el contrario, se ha vuelto más abyecto y despreciable; hasta su actitud hacia la ciudadanía ha empeorado, si es que eso es posible. Ventajero, coimero, violento y calculador, son algunos de los calificativos que le calzan como anillo al dedo. El creador ha ido construyendo inteligentemente un estereotipo de todo lo que no debería ser ni representar un servidor público, a partir de un decálogo de defectos cuya reiteración resulta eficaz para el doble objetivo implícito propuesto por la tira, inducir a la reflexión a partir del humor, sentando una firme postura sobre la fuerza policial argentina. Con argumentos concretos y sin nunca bajar línea, incluso.
Solicitud de refuerzos, cambio
A lo largo del tomo las apariciones-homenajes a otros personajes y autores de la historieta son muchas y variadas, yendo desde Los Pitufos, de Peyó, Hijitus y Anteojito y Antifaz, de Manuel García Ferré, Condorito, de Pepo, Mafalda, de Quino, hasta El Eternauta, de H.G.O. y F. Solano López. Las excusas argumentales para utilizarlos son divertidas y están muy bien desarrolladas cada vez, permitiendo incluso que el creador siente posición sobre aquella acusación mediática de plagio por parte de Nik hacia el maestro Quino, con gran sutileza, en dos logradas tiras. Asimismo, otras creaciones de Javier se dan cita en diversas circunstancias a lo largo del tomo, nos referimos al travieso Zebita, Brunella y su hermano.
Después, hay simpáticas referencias cinematográficas, televisivas y de la cultura de masas contemporánea. Algunas más bien obvias, otras no tanto, pero todas efectivas. Así se suceden, entre otros, Robocop, Terminator, Jurassic Park, los primeros cortos animados de Mickey Mouse, Don Gato y su pandilla, Los Simpsons, el Batman sesentoso de Adam West, The Walking Dead, las animaciones de Lego, los horóscopos del chicle Bazooka, las pastillitas La Yapa, los chocolatines Jack y hasta los cursos de dibujo por correspondencia de Continental School que salían publicitados en las revistas de Editorial Universo. Un cóctel tan variado como eficaz, que los que andan cerca de los cuarenta años, van a disfrutar particularmente.
Declarando
Hay muchas formas de concebir el humorismo gráfico, la que propone Rovella en este caso resulta saludablemente arriesgada, debido a la temática que aborda y cómo decide hacerlo. Esta aproximación puede no llegar a ser de las más populares a nivel repercusión y ventas, pero sin duda se encuentra entre las más genuinas y logradas del último tiempo en el panorama nacional. Existe, detrás de esta tira, la sincera necesidad de comunicar un estado de situación sociocultural que realmente preocupa al artista gráfico. El público debería entender ese compromiso ideológico con la profesión y completarlo, lectura atenta mediante. Pónganse la gorra. Sonrían. Piensen.
