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El camino hacia el final
A días del anuncio por parte de Netflix del cierre de la historia en 2019, reseñamos la última temporada de Orange is the new black estrenada a fines de julio.
Aunque muchos no lo crean, antes de Daredevil y Stranger Things, el principal caballito de batalla y quizás primer gran exitazo de Netflix no fue otro que Orange Is the New Black. La serie causo un fuerte impacto y trajo una buena cantidad de nuevo suscriptores, entre los que me incluyo.
La serie, basada en el libro autobiográfico de Piper Kerman “Orange Is the New Black: Crónica de mi año en una prisión federal de mujeres”, toma como punto de vista principal el de Piper Chapman que llega a la prisión Litchfield por transportar dinero proveniente del narcotráfico.
A partir de allí se relacionará con un buen número de reclusas y con ellas se abrirá un abanico de historias inmenso. Sus vivencias actuales dentro de la prisión son retratadas, así como, mediante flashbacks, las razones que las llevaron al confinamiento. Los personajes son queribles y nos permiten digerir con cierta ligereza el verdadero trasfondo de la serie: el encierro transforma y no todas pueden lidiar con ello de la misma manera.
En esta sexta temporada, y dada la comunicación de la propia plataforma de que la próxima será la definitiva, comienzan a vislumbrase grandes cambios que traerán consigo el desenlace final.
Hay una suerte de reformulación obligatoria puesto que el final de la quinta temporada anunciaba que las detenidas serían trasladas a una cárcel de máxima seguridad como resultado del motín.
El motor de la temporada es la investigación por parte de la policía para encontrar a las culpables de liderar el motín y dar con aquella que disparó al arma que acabo con la vida del guardia Desi Piscatella (Brad William Henke). El quiebre de amistades con la única intención de salvar el propio pellejo esta a la orden de día por lo que veremos constantes acusaciones cruzadas y por ende muchas traiciones (algunas duelen).
Dentro de la prisión hay tres bloques importantes (B, C y D), dos de ellos con una rivalidad que data de años. Son conocidas por los colores de sus pecheras, las caquis, las azules y las rosas (siendo estas últimas las que gozan de mayor tranquilidad, habitando una suerte de zona neutral, el paraíso anhelado).
La pelea entre estos bloques permite el desarrollo de la historia de las dos cabecillas de las bandas, Bárbara y Carol Denning. Estos personajes arrancan con mucha importancia y desarrollo, dando la idea de que su paso no es casual en la serie, y sin embargo se desvanecen cuando empezábamos a simpatizar con sus móviles. Este desvío de atención deja a medio camino, y de manera tosca, algunas de las situaciones y conflictos planteados al inicio de la temporada.
Arcos narrativos sencillamente olvidados, sin mera mención, casi rozando el mamarracho. Un ejemplo es la trama respecto a los traumas de la guardia McCollough (Emily Tarver).
Esta temporada está marcada por las grandes ausencias. Con la excusa de que muchas de las reclusas podrían haber desembarcado en otras prisiones, personajes simpáticos de las cinco temporadas anteriores no están presentes. Lo cierto es que son tantos los personajes que nos ha brindado la serie y sobre todo tan ricos, que los que si están presentes, pronto hacen olvidar la ausencia del resto.
La serie da descanso al personaje de Piper, que si bien esta presente intentando traer algo de paz, armonía y sobre todo humanidad a las reclusas, no tiene el peso e impronta de años anteriores. Su paso por la temporada se limita a un enfrentamiento con Badison Murphy (Amanda Fuller) una de las reclusas con peso dentro del bloque de Chapman; y en la organización de un juego llamado Kickball que ve como la excusa perfecta para acabar con la enemistad. Hay cierto cierre con su amada Alex Vause que se agradece. Lo mejorcito del personaje está en la simpleza de una charla que mantiene con Taystee (Danielle Brooks) que indaga en torno a lo sencilla que puede ser la vida para un blanco, incluso en prisión. Nada del otro mundo, nada rebuscado, pero sí una postura necesaria.
Mencionábamos a Taystee, y este, el personaje que tan bien interpreta Danielle Brooks es quién se roba todas las miradas. La actriz despliega un arsenal de recursos para dar veracidad a un personaje que se ha convertido en icono del movimiento Black Lives Matter, revelando toda la complejidad de la mujer negra en estos tiempos. Taystee es el “chivo expiatorio” que necesita la policía para dar cierre al asesinato de Piscatella. ¿Será culpable o no? La respuesta llega. En este punto es preciso destacar la impronta de Joe Caputo (Nick Sandow), quién incluso renuncia al puesto que iban a asignarle para dedicar todo su esfuerzo en intentar ayudar a Taystee.
La sexta temporada de Orange Is the New Black tiene un cierre demasiado tranquilo, más aún si tenemos en cuenta los dos cierres de temporadas anteriores (uno con el fallecimiento de un personaje clave y posterior motín y otro con el violento fin de la toma). No hay un gancho explícito y no está mal puesto que no hace otra cosa que marcar el rumbo que adoptará para su conclusión. La temporada lejos está de ser de las mejores. Arranca con fuerza y levanta vuelo a partir del capítulo 10, en el medio existe un bache y vacio importante. Para algunos no será suficiente, pero se subsana con el carisma al que nos tienen acostumbrados los protagonistas.
