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Gustavo Sala, entrevista sin filtro

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Gustavo Sala, entrevista sin filtro

Charlamos con el humorista gráfico en el marco del cuarto festival Villa Viñetas.

Emergente de la movida fanzinera porteña de finales del noventa, muy identificado con la primera época de Comiqueando y segunda de Fierro, Gustavo Sala integró la camada de creadores que renovaron generacionalmente el humor gráfico argentino, a nivel temático y estético, hasta lograr consolidarse como un referente ineludible del género.

Tuvimos la oportunidad de charlar con él durante la primera jornada del cuarto festival Villa Viñetas, evento del que fue uno de los invitados centrales, el pasado sábado 1 de Julio. El resultado, a continuación.

 -¿Las etiquetas, los rótulos, cómo te definen mejor? ¿Humorista gráfico o historietista?

-Yo me considero más humorista. Si bien lo que hago mayormente es gráfico, o sea, dibujo para diarios y revistas, también hago humor en otros formatos. Trabajo en radio, hago shows, y en ese sentido el humor es como una búsqueda permanente. Pero sí, básicamente humorista gráfico. También me gusta un poco extenderme, a veces. Pasa que la historieta se supone que tiene que ver con la extensión, son varias páginas. Cuando uno habla de humor gráfico, se piensa más en chistes o en tiras, y yo siempre he trabajado en formatos breves. Me cuesta mucho una historia larga, por una cuestión de ansiedad y querer terminar un trabajo para pasar a otro. O sea que sí, cerremos en humorista gráfico.

-Pensaba mientras hablabas en ‘Apocalisis rioplatense’, historieta que publicó Fierro en 2014, con guión de Ignacio Alcuri, debe ser una de las pocas cosas tuyas en un formato más tradicional.

-Lo que hicimos con él, colega y amigo, fue un experimento de co-escribir una especie de cadáver exquisito donde nos sentamos en un bar con un cuaderno e íbamos como improvisando el diálogo, anotando, como un chat, digamos, donde los personajes éramos nosotros mismos en ‘versiones comiqueras’. Lo que salió en Fierro fueron las primeras diecisiete páginas, creo. Eso después lo continuamos hasta completar un libro de 96 que salió editado en Uruguay y todavía no se distribuyó en Argentina. Se llamó Parto de nalgas, y te diría que fue lo más largo que hice. Y lo único que laburé en colaboración.

Tumor Gra?fico, último libro (Hotel de las Ideas, 2016)

-¿Te gustó la experiencia?

-Me divirtió, porque se fue improvisando mientras se hacía, sin saber qué iba a pasar, el me escribía, yo le contestaba. Esa frescura es algo que yo trato de que tengan las historietas de dos o tres páginas que puedo llegar a hacer; muchas veces voy inventando sobre la marcha sin tener un guión cerrado de antemano, cosa que en las tiras o en las viñetas solitarias se hace mucho más difícil, porque la idea prácticamente tiene que estar cerrada por la propia extensión breve del material. Aparte, siempre acostumbrado a trabajar tan solo, hacer algo colectivo, o quizás con otra persona, es mucho más liberador, también. Es una experiencia interesante salir de la cosa siempre individual y hacer algo grupal.

-¿Sos consciente del lugar que ocupás en el humor gráfico nacional? Digo, por ejemplo, actualmente te publica Ediciones de la Flor, un sello cuyo catálogo suele incluir autores más ‘formales’. ¿No te sentís un poco un ‘bicho raro’, a veces?

-Lo que decís es verdad, porque De la Flor tiene por ahí la característica de creadores más costumbristas, o para todo público, si querés. Nombres como Fontanarrosa, Caloi, el propio Quino, o más acá, Decour, Liniers o Montt. Lo mío por ahí tiene más sexo, es una cosa más visceral o border, para los parámetros de la editorial. Entonces, ahí si puedo resultar algo ‘outsider’ para lo que es la línea. Pero después, en el panorama de la escena actual o de los colegas y todo, yo me siento parte de una movida que se originó a finales de los noventa. El boom de los fanzines, en la época de los viejos Fantabaires y demás, donde compartimos stands y mesas con Angel Mosquito, Diego Agrimbau, Lucas Varela, etc. Mucha gente de la que hoy soy amigo y con la que hicimos un recorrido más o menos parecido, empezamos a trabajar en medios, haciendo libros, armando como una continuidad de laburo.

El afiche de su show en Rosario

El desafío, me parece, lo que sigue siendo difícil, es salir del microclima de la escena underground. Para una persona no especializada, el flaco que atiene un Rapi-Pago, o una mujer que tiene una verdulería, si le preguntás por humoristas gráficos, probablemente te va a decir Quino, Caloi, Fontanarrosa, y poco más. Muchos de ellos, muertos, incluso. Por ahí, capaz que conoce a Liniers, pero no a Langer, o a Parés, tipos con mucho recorrido que siguen siendo, en un punto, parte de una escena más under. Así que yo me siento cómodo en ese microclima más independiente, pero tampoco lo tengo muy claro.

-En relación a eso mismo, desde tu lugar, ¿cómo ves el humor gráfico nacional, hubo una renovación?

-Yo creo que lo que hay es un desprejuicio y una liberación estética y gráfica que hace que pueda valer cualquier cosa. Primero, se rompió hace un tiempo el lugar común de lo que es dibujar bien y dibujar mal. En una época se hablaba de que el dibujo, si no es realista, está mal hecho. La vieja discusión con los que decían que Max Cachimba no sabía dibujar, o pelotudeces por el estilo. Hoy, parece que un dibujo hecho como el orto si es gracioso, no importa, funciona igual. Y va a tener su libro. En eso es mucho más accesible a cualquiera que tenga ganas de contar algo que tenga personalidad, aunque el dibujo sea rudimentario, minimalista o torpe. Esto puede ser positivo o no, de acuerdo a cómo uno lo vea.

Después, hay humores más poéticos, o más experimentales, o más guarros o líricos. Creo que hoy se ve de todo, me parece que hay mucha más variedad, con las redes sociales, Internet, o en eventos como este, con los pequeños sellos que editan autores que por ahí una editorial grande los vería como algo medio kamikaze. Aunque tampoco estoy seguro, por ahí Planeta saca un libro de alguien que salió de un blog, no lo conoce nadie, y explota. Hoy, cualquier cosa puede pasar, no hay una seguridad, una lógica de qué funciona y qué no. Pero tampoco lo sé, o sea, no sé un carajo de nada (risas).

-Te llevo a la polémica mediática que se suscitó en torno a un trabajo tuyo hace unos años, en 2012. A la distancia, ¿qué reflexión te quedó de aquello?

-Vos te referís a la tira de David Gueto, que salió en Bife Angosto, espacio del suplemento No de Página/12, medio en el que trabajo desde hace doce años, todos los jueves. En ese caso fue una parodia, obviamente, jodiendo con el humor negro y el nazismo, una experiencia muy desgraciada, que no pensaba que iba a pasar de ninguna manera, por supuesto. Fue horrible y la pasé como el orto, tuve acusaciones de todo tipo. Ahora, si me decís una conclusión, no estoy seguro.

Me parece que hoy, puntualmente, más que hace unos años, cuando pasó lo de esa tira, existe como un cuidado, una hiper-susceptibilidad y corrección política que al humor le hace mal, porque lo empieza a acotar, a restringir. Lo peor que puede pasar, es que se autocensure el propio humorista, si se crea un estado de cosas donde empiezan las miradas acusadoras: ‘no meterse con esto, guarda con aquello’. Cuando aparecen muchas de esas miradas, puede que los humoristas se autocensuren o tengan cuidado,  eso hace que haya menos libertad. Uno se puede equivocar, puede hacer cosas más o menos graciosas, pero lo más importante, creo, es la libertad autoral. Después, hay gente que entenderá el código y otra que no. Eso pasa siempre con todo, y está bien que así sea.

La tira de la polémica

-Sos uno de los artistas que más tiempo ha estado en el staff de Fierro en su segunda etapa, reincidiendo en el primer número del relanzamiento, incluso. ¿Qué opinión tenés en torno a las críticas que recibió hace un tiempo ya, con respecto a sus contenidos, por parte de otros creadores del medio?

-Todo lo que decís forma parte de una discusión estéril, muchas veces divertida, pero improductiva. Son micropolémicas de Facebook que divierten a treinta personas. No tienen mucha relevancia, creo, para lo que es el lector de historieta. Por supuesto, como toda revista de antología de cualquier lugar del mundo, te pueden gustar algunas cosas y otras no. Justamente de eso se trata, autores de diferentes estilos y géneros. Lo que a mí me interesa, es que es un lugar de libertad. O sea, en Fierro yo por ahí puedo probar cosas que en otro lugar no tendrían mucho que ver, si se me ocurre un experimento gráfico o alguno que no sé si va a funcionar, y me quiero jugar, el lugar es ahí.

– O sea que te sentís cómodo.

-Sí, me siento cómodo, porque justamente la revista te habilita a probar un registro, o a experimentar, a correr un riesgo que puede salir bien o mal. Tener un poco más de espacio, en el formato, a pesar de que a mí, como te decía, siempre me cuesta hacer algo más largo, de dos o tres páginas. Se viene el cierre y el cerebro ya me va en una dirección de terminar las cosas rápido, se me viene el final y me la quiero sacar de encima. El regreso de Fierro me parece una gran noticia, el último número está casi todo bueno. Aparte, es una revista para regalarle a uno que por ahí no conoce de historieta, para que tenga una especie de panorama o ensalada de lo que se está haciendo. Una buena síntesis, creo, de la historieta 2017.

-Con esto me doy por hecho, muchas gracias Gustavo.

-Excelente, querido, gracias totales.

 

 

 

 

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