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Netflix en tu propio idioma (o casi) 1: Las chicas del cable

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Netflix en tu propio idioma (o casi) 1: Las chicas del cable

No solo de producciones norteamericanas e inglesas vive el hombre. La red, el cable y por supuesto nuestra plataforma de streaming favorita también cuentan con una amplia oferta de series cuyo idioma original es alguna de las múltiples variantes del español. En esta serie de notas que comenzamos hoy, descubriremos juntos algunas de las producciones ibéricas o latinoamericanas que podemos encontrar en Netflix.

¿Y que mejor manera de empezar que con la primera serie original de Netflix producida en España?

UN CULEBRÓN CON ÍNFULAS

Esta serie está a tono con lo que parece gustarle al público ibérico: las historias de época. Heredera indirecta de otras que comentaremos más adelante, como Gran Hotel (2011 – 2013) o Velvet (2013 – 2016), pero con pretensiones de tratar temas mas profundos. Cuenta las vidas de cuatro mujeres en el Madrid de los locos años veinte, que ingresan a trabajar en la compañía telefónica más grande del momento.  Es un mundo de hombres, en el que cada una a su manera deberá encontrar la forma de abrirse paso y resolver sus propios conflictos personales. Un planteo interesante que lamentablemente no tiene un desarrollo acorde.

CUATRO CHICAS AUDACES

La protagonista principal y narradora de la historia es Lidia «Alba» Aguilar (Blanca Suárez), que tiene un pasado trágico y complicado, lleno de intrigas que aparecen y se resuelven sin que se note demasiado esfuerzo por parte de los guionistas. Todo fluye, pero nada cambia realmente. Como parece ser de rigor en las telenovelas españolas, la protagonista forma casi inmediatamente parte de un triángulo amoroso que tiene en sus otras dos puntas a Francisco (Yon Gonzáles) y Carlos (Martiño Rivas). El primero es un antiguo amor de Lidia que se las ha arreglado para llegar desde la pobreza a formar parte del plantel directivo de la empresa y el segundo es el hijo del dueño. Los vaivenes de la relación, que deberían constituir el núcleo de la trama, carecen de credibilidad lo que baja terriblemente el interés en la audiencia.

Por otro lado, está Carlota (Ana Fernández), que proviene de una familia acaudalada y tradicional. Hija de un militar, Carlota quiere liberarse del yugo paterno y ser independiente en todas las áreas. Mantiene una relación bastante abierta con Miguel (Borja Luna) que se verá desestabilizada cuando ella se enamore de Sara (Ana Polvorosa). Se supone que esta trama debería ser rompedora y liberal, pero acaba convirtiéndose en un despropósito. Por un lado, apoya el paradigma machista de que cualquier mujer que intente liberarse de la opresión ha de ser por fuerza lesbiana. Por el otro, se vuelve bastante difícil de creer en cuanto los tres personajes demuestran tener una conducta sexual prácticamente impensable para la época.

Ángeles (Maggie Civantos) encarna el estereotipo (porque eso es lo que son estas chicas, estereotipos poco realistas y nada mas) del ama de casa abnegada que en cuanto comienza a tratar de superarse es violentamente reprimida por su marido. Mario (Sergio Mur) hará todo lo que esté a su alcance para mantener a su esposa en lo que el considera «su lugar»: la casa. Lugar que le resulta muy conveniente teniendo en cuenta que la viene engañando con sucesivas compañeras de trabajo. Y si no puede imponerle su voluntad por la razón, pues lo hará por la fuerza. Aunque el desempeño de ambos actores es muy bueno, logrando las escenas mas dramáticas de la serie, nada puede salvar la chatura con la que se trata un tema tan complejo como el de la violencia de género. Veremos todos los clises que puedan imaginarse al respecto y ni un asomo de profundización.

Por último, el alivio cómico del equipo, que siempre hay que tenerlo, está a cargo de Marga (Nadia de Santiago). Una chica de pueblo que llega a la gran ciudad y se enamora de Pablo (Nico Romero), un compañero de trabajo que es tan tímido como ella misma. Es el personaje con la historia mas sencilla de las cuatro, pero a la vez el único que realmente evoluciona a lo largo de la serie. Todas sus compañeras terminarán la temporada prácticamente tal como la empezaron.

¿UNA SERIE FEMINISTA O SOLO FEMENINA?

Los responsables de la serie (Ramón Campos, Teresa Fernández-Valdés y Gema R. Neira) se encargaron de promocionarla como una serie feminista, pero los hechos han demostrado que esto no es cierto. A lo largo de sus ocho episodios de una hora, ni siquiera se retrata en forma fidedigna la sociedad de la época, mucho más envarada, estricta y opresora de lo que la pintan en pantalla. Han puesto tanta atención al detalle en lo que respecta a vestuario, mobiliario y ambientación, que se les ha olvidado reflejar el clima social que se vivía en esos años. Prueba de ello es la poca importancia que le han dado a la religión, de gran influencia en esos tiempos no solo en las esferas del poder, sino en la vida y la conducta cotidiana de las personas. Al final de cuentas, Las chicas del cable termina siendo solo una novela, un culebrón como lo llaman en su país de origen, con muchas pretensiones, pero poca sustancia.

Con todo, habrá una segunda temporada en 2018, como no. Sería de esperar que los productores y guionistas enderecen el rumbo, corrigiendo los desaciertos de esta primera parte, pero personalmente no creo que esto suceda. Han apostado a un producto dirigido a cierto público, ese que prefiere las historias en las que todo lo que hay que entender se les da masticado y predigerido, con amores que se complican un poco, pero, a fin de cuentas, acaban bien. Y la Historia se cuenta no como fue, sino como al televidente le gustaría que hubiese sido.

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