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Cinco pa’l peso: mi decepción con Nafta Súper
La serie que continúa lo iniciado en la película Kryptonita pasó por Space y te contamos que nos pareció. Spoiler Alert de la nota: el título lo dice todo.
Cuando hace poco más de un año se estrenaba la adaptación de Nicanor Loreti de la novela de Leonardo Oyola Kryptonita, salí del cine un poco decepcionado pero con esperanzas. Cierto es que había mucho por arreglar, pero también resultaba alentador ver que el cine argentino se atreviera a meterse con algo tan poco tradicional como un elseworld en el que Súperman y otros héroes de DC habían desarrollado sus vidas en el conurbano bonaerense. Me imaginaba un futuro en el que películas con temáticas similares alcanzasen una calidad parecida a la que desplegaban los policiales criollos al estilo de El secreto de sus ojos (2009) o Betibú (2014). Cuando me enteré que Space había encargado una serie que serviría de secuela del film, pensé que el equipo tomaría esto como una oportunidad para enmendar errores y lograr un producto de una calidad más cercana a la de los seriales extranjeros. Me equivoqué.
LO QUE ABUNDA, TE DAÑA
La miniserie se compone de ocho capítulos de alrededor de una hora de duración, que cuentan los sucesos posteriores a la película. La banda completa está de regreso e incluso El Tordo (Diego Velázquez) y La Doña (Susana Varela) tienen su lugar. La única diferencia en el casting es el cambio de Faisán (el Linterna Verde criollo), personaje que encarnara Nicolás Vázquez y ahora está en manos de Darío Lopilato.
La idea es ahondar en la historia de este particular grupo, incorporar algunos sucesos de la novela que habían quedado fuera y ampliar la mitología anexando personajes que generalmente remedan a los de los comics. Este es a la vez el mayor acierto y el peor error de la serie. Por un lado, aporta verosimilitud al universo ficticio: Nafta Súper y su banda no son un fenómeno aislado, así como no lo eran los miembros de La Liga de la Justicia. En el mundo de la serie, Buenos Aires está tan surtido de seres extraños como lo están Ciudad Gótica, Metrópolis o Ciudad Central. Pero el desacierto es bombardearnos con nuevos personajes prácticamente en cada episodio, personajes que apenas alcanzamos a vislumbrar y ya están desapareciendo, sin darnos tiempo de conocerlos… o de que llegue a importarnos quiénes son.
Entre los recién llegados se cuentan El Vidrio (Peto Menahem), un primo de Ráfaga que tiene el poder de meterse en los espejos y un frondoso prontuario como violador y cuya estética parece anclada en los setenta; Demente Caracol (Sergio Boris), una suerte de Green Arrow porteño; La Miyi (Jazmín Stuart), dueña del antro Moni-Moni y amante de El Federico; La Jabru (Emme), Chica Unicornio (Paula Manzone), Tigresa del Oeste (Paula Kohan) y Boquita (Noelia Vergini) todas trabajadoras del mismo cabarute y El Ejecutor (Pablo Cedrón) un asesino a sueldo despiadado… pero con códigos. Todos ellos entran y salen de la historia sin dejar ninguna huella, sin apenas aportar algo a la trama, sin que lleguemos a entender porqué estaban ahí… y a donde van a ir a parar ahora.
Para complicar aún más la cosa, la serie intenta mostrarnos también el pasado de los personajes principales y de algunos secundarios. Es como si en la primera temporada de DareDevil hubieran agregado al reparto a Frank Castle, Elektra Natchios, Jessica Jones, Killgrave, Luke Cage, Misty Knight, Cottonmouth y Diamondback. Con tanto personaje principal y secundario dando vueltas, cada uno con su trasfondo y su interrelación con los demás, apenas queda tiempo para contar la historia. Lo que de todos modos no importa, porque no hay ninguna historia que contar.
¿SUPER? NO, COMUN Y GRACIAS
Como decíamos más arriba, la serie es continuación directa de la película. Después de aquella noche en que Pinino (Juan Palomino) casi no la cuenta, la banda se desarmó, pero se ven obligados a reunirse porque alguien los está cazando. El Pelado (Daniel Valenzuela) quiere terminar lo que empezó y no se va a detener ante nada para lograrlo. La historia es poco orignal, pero sencilla, hasta que se meten a complicarla innecesariamente con la ya mencionada avalancha de personajes y muchos más flashback de los estrictamente necesarios… vamos, que la historia de El Federico (Pablo Rago) llega al extremo de tener un flashback dentro de otro flashback ¡Santa recursividad, Fede!.
Otro punto en contra son algunos diálogos, que resultan acartonados y poco naturales. Por ejemplo las conversaciones entre El Federico y su padre o la charla entre Ráfaga y los chicos de la calle. Lo mismo pasa con ciertas situaciones, pensadas para ser bizarras pero que acaban resultando solamente ridículas; como cuando El Ejecutor detiene su tiroteo para que Nafta Súper saque de en medio a un perrito porque «hay códigos» o el secuestro de Carozo y Narizota, uno de los momentos más esperados por quienes leímos el libro y que se desvirtuó en la pantalla. En la novela, este episodio del pasado de la banda servía para pintarlos de cuerpo entero y se lo contaba crudamente, con la piba que estaba dentro del traje de Carozo amordazada y muerta de miedo, obligada a tomar la leche con Pinino y sus «amiguitos» en tardío cumplimiento de su sueño infantil. En la serie, la anécdota tiene un tono mucho más ligero y los muñecos son tratados como si no fuesen títeres, probablemente para no romper la fantasía de estos entrañables personajes, pero restándole así cualquier viso de verosimilitud a la narración.
Los efectos especiales y las escenas de pelea, dos de los puntos que más necesitaban ser trabajados, no han mejorado un ápice desde la película. Uno no pretende calidad hollywoodense (sobre todo porque no se cuenta con los recursos económicos de Hollywood), pero tampoco efectos al estilo Peter Capusotto y sus videos, como los ojos de rayo laser de Nafta Súper o las persecuciones automovilísticas, que se ven absolutamente irreales.
Aunque desparejas, las actuaciones siguen siendo lo mejor de la serie. Ya sabíamos que Lautaro Delgado es una magistral Lady Di, pero sorprende Darío Lopilatocomo el Faisán, digno reemplazo de Nico Vazquez al que incluso le saca ventaja y Daniel Valenzuela, que apenas aparecía en la película, compone un «jefe de nivel»muy creíble. Destacable la evolución de Diego Capusotto, que logró darle alma a su personaje e incluso consigue tener cierta química con Luisana «cuidá el lomo que es tu único talento» Lopilato (parece que los hermanos vienen en combo, aunque uno solo sepa actuar). Sospecho que Pablo Cedrón podría haber hecho algo interesante con su personaje, de haber tenido tiempo. El resto, hace lo que puede con lo que tiene. Y después está Carca, claro, que no es ni bueno, ni malo… es Carca.
Y AHORA QUE PASA, ¿EH?
Kryptonita tenía todo para ser una historia fundacional, pero se quedó corta. Nafta Súper, su sucesora, se quedó más corta aún. Naufragó en un mar de los sargazos de personajes e historias tan breves e insustanciales que no llegan ni a ser subtramas. Si a Kryptonita le faltaban los proverbiales cinco centavos para llegar al peso, a Nafta Súper, lamentablemente… le faltan al menos cincuenta. El final es más que abierto, así que es muy probable que pronto se venga una segunda temporada. Después de todo, a juzgar por lo que leo, a la gente parece haberle gustado (no me pregunten por qué). No sé si eso sea bueno o malo. Conozco series que han empezado peor y terminado muy bien, pero supongo que mientras esta fórmula de efectos especiales berretas, coreografías de pelea ridículas, diálogos acartonados y lluvia de personajes que no van a ningún lado y solo están ahí para que el espectador diga «¡Ah, esa vendría a ser Oráculo! ¡Esa parte es de Una muerte en la familia!»les siga funcionando, no encontrarán motivos para mejorar.
