FANTACIENCIA
Hashtag: un delirio bailable
A fines de 2015, Daniel Scioli toma el poder apoyado por una horda de MechaFloggers con poderes telequinéticos, imponiendo un estado de facto digital. El sargento «Piti» Alvarez y el sub-comandante Pablito Lezcano organizan la resistencia poniéndose al mando de un anárquico ejército de rolingas.
Sí, en serio, de eso va Hashtag, la novela de Sebastián «Sagrado Sebakis» Kirzner.
En un futuro cercano (que a la postre, ya es pasado), Daniel Scioli toma el poder apoyado por una horda de MechaFloggers con poderes telequinéticos, imponiendo un estado de facto digital denominado «el Hashtag». La resistencia se organiza en torno al sargento «Piti» Alvarez y el sub-comandante Pablito Lezcano, quienes están más o menos al mando de un anárquico ejército de rolingas. Porque la única defensa conocida contra los poderes paranormales de esa mente comunal que es el Hashtag y sus soldados rubio platinados tachonados de piercings fluorescentes es el hipnótico baile de los émulos de Jagger y la energía musical que emana de objetos míticos como la keyguitar tuneada de Lezcano o los tatuajes de Tete, el bajista de La Renga.
Ese es, a grandes rasgos (y en Hashtag, todo es a grandes rasgos, no hay forma de entrar en detalle) el argumento de la novela de la que voy a hablarles hoy. La llamo novela, pero puede que no sea la calificación más acertada. Por cantidad de páginas habría que llamarla como mucho «novela corta» y por contenido… por contenido tendría que inventarme algún nuevo concepto. «Delirio seudoonírico más o menos organizado en forma de prosa», quizá le haga justicia.
UN HÉROE (DEL WHISKY) MÁS
Su carácter delirante no le impide al libro sostener correctamente lo que suele denominarse «el periplo del héroe», esa construcción a la que viene recurriendo la literatura desde antes de llamarse así. De Odiseo a Frodo Bolsón, los héroes han recorrido el accidentado camino que los lleva a encontrar y cumplir su destino. El protagonista de Hashtag, cuyo nombre no se revela más que implícitamente, tiene una misión impuesta por una desconocida fuerza externa que lo guía y protege. El personaje, la fuerza y la misión son lo suficientemente ambiguos como para que no sepamos a ciencia cierta de qué lado están, si de parte del Levantamiento Rolinga Contra la Imposición del Estado Digital (LRCIED) o de parte del mismo Estado Digital. En su camino nuestro (anti)héroe se cruzará con todo tipo de criaturas y personajes a la vez familiares y extraños, situados en el paisaje urbano de una Buenos Aires transfigurada en la que la Cancha de River es una pequeña ciudad de carpas, mezcla de sitio sagrado y cuartel general y La Salada se ha convertido en El Mercado de Don Guillermo, una zona franca en la que rolos y floggers intercambian tecnología por comida, bajo la mirada vigilante de un gigantesco Francella robótico y su ladero, el androide de Emilio Disi.
En el mundo de Hashtag Dolina transmite en vivo las 24 horas del día «como Krusty en el capítulo en que prohíben la televisión en Springfield», Lilita Carrio es una guerrera gigante, Ricardo Iorio un mártir de la revolución y Alan Pauls el líder de una secta de escritores apodados los cínicos. Meterte a bailar en el lugar y el momento equivocados te puede costar la vida, pero invocar la letra de Sigue Girando («Escuchemos el rock and roll» «Me gusta mucho como es») te puede salvar. El Indio Solari está desaparecido desde que comenzaron las hostilidades, aunque su nombre se rumorea como un mantra entre los rebeldes.
Este caótico escenario que solo puede ser tildado de Capusottesco (¿Existe ese adjetivo? ¿No? Pues debería existir) está plagado de referencias al rock vernáculo, la cultura pop de las últimas décadas y hasta los íconos más conocidos del ambiente «nerd» (como Batman o Star Wars). En ese sentido y solo en ese sentido, me recordó a ese compendio de lugares comunes de la cultura pop ochentosa que es Ready Player One. Pero aunque use herramientas similares, lo hace de diferente forma. Dónde Ernest Cline recurre a la identificación nostálgica del lector para convertir su novela en un éxito comercial, Sagrado Sebakis (Sebastián Kirzner) baraja con destreza nombres, situaciones y lugares conocidos, cortado siempre por la mano del absurdo y jugando con el lector una partida de naipes en la que los dos saben que están haciendo trampas. O quizás sea una partida de ajedrez, ese juego que según el propio autor «no es más que otra analogía para decir literatura».
JAQUE MATE REY DOS
El libro cayó a mis manos por recomendación de mi sobrino Emilio, que me lo describió como «lectura obligatoria». Aunque luego de leerlo dudé mucho entre rectificar o ratificar esa afirmación, finalmente decidí que estoy de acuerdo con él. Hashtag: una revolución bailable, es como mínimo, una experiencia que hay que vivir. O leer, que para el caso es lo mismo. Se lee rápido, no solo porque es corta, sino porque es entretenida. No es pretenciosa como muchos productos under que parecen creen que si califica de «bizarro», califica también de «profundo» y todo se le perdona. Lo peor es probablemente el final, con una vuelta de tuerca un poco tirada de los pelos y un epílogo innecesario.
Pero es digno de leer y si te gusta, a lo mejor se te da por revolver por ahí buscando otras obras del autor (podrías empezar aquí) y si no te gusta… como máximo habrás perdido unas pocas horas de tu vida. Igual las ibas a desperdiciar.
Título: Hashtag una revolución bailable
Autor: Sagrado Sebakis (Sebastián Kirzner)
Editorial: Milena Caserola
Año: 2014
Páginas: 124