Términus 9: Una sana costumbre

Entre la tanda de novedades que dejó la última edición de Crack Bang Boom!, una especialmente esperada por muchos fue la presentación del número 9 de Términus, antología de historietas gestada en Rosario por jóvenes autores y que, a tres años de su aparición, se halla plenamente consolidada en un mercado pequeño pero que no para de florecer.

“La historieta en Argentina está viva”, fueron las palabras de Eduardo Risso para Central Mutante, días antes que comience la convención. Y una gran cantidad de lanzamientos presentados allí mismo, lo atestiguan.

Pero volviendo a Términus, ¿qué presenta éste nuevo número?

Habría que comenzar destacando la fabulosa portada de Germán Peralta Carrasoni, que se viene superando número a número desde hace rato, y le da a ésta Términus una éstetica plenamente identificable. Por citar ejemplos mayores y de jerarquía, todos identifican a la vieja Fierro con las pirotécnicas ilustraciones de Oscar Chichoni, o a las Skorpio con las de Eduardo Santellán. Que Términus tenga su identidad visual completamente definida desde las portadas (sin descartar que puedan aparecer otros ilustradores) es algo meritorio, una marca que diferencia y prestigia.

En el terreno de las historietas, nos encontramos con la primera colaboración de Diego Agrimbau (y espero que no sea la última), acompañado por el gran Patricio Delpeche, titular indiscutido en las filas de Términus, que se despachan con una comedia negra titulada Fiebre, que no sólo es lo mejor del número sino que es una de las mejores historias que ha publicado la antología desde su nacimiento: enfermedades personalizadas, que compiten por ver quién es la que más mata, inmersas en un clima mundano y frívolo.

El Otro Lado es, al parecer, la última de una trilogía que Gonzalo Duarte y Damián Couceiro hicieron sobre dobles -malignos, claro está. Debo decir que, en este caso, me habían cerrado más Revelado (Términus 6) y W (Términus 7). Me parecieron más redonditas. Aunque, tambien es necesario decirlo, en ésta última el argumento es más jugado, más ambicioso, y eso en sí mismo ya es para aplaudir, al igual que los espectaculares dibujos de Couceiro.

Espiral de Sangre, de Gastón Flores y Juan Manuel Frigeri, es una buena historia de tan sólo seis páginas, con claves esotéricas y fantásticas, que quizá no aclaran pero sí sugieren mucho. El trabajo del dibujante es excelente, muy influenciado por el cómic americano.

Seguido a eso viene un nuevo capítulo autoconclusivo de Rip Van Hellsing (creado por el tridente Barreiro-Ferrúa-Santana) que, como siempre, nos presenta ocho páginas de acción si matices. Del trabajo del dibujante Enri Santana no voy a hablar porque se mantuvo excelente a lo largo de todas las entregas. En cambio del guión, me permito una apreciación -personal y discutible, pero no por ello menos legítima: ¿no es hora de pensar en otra cosa? ¿De darle al personaje una mayor profundidad? Y en caso de que no, porque admito que quizá la esencia quiera permanecer inalterable, y que el cambio no sea posible, ¿no sería bueno dejarlo descansar un poco, y así de paso descansan los lectores? No porque disguste, sino porque la repetición en sí, termina desgastando, sobre todo cuando no ofrece más que pochoclo.

En cambio Plan B, de Fernando Baldó, es lo contrario. Un guión inteligentísimo y divertido que juega con superhéroes de factura Mooreana o Busiekiana. Si con el capítulo 1 -Incidente- me había literalmente caído de la silla, con este capítulo 2, titulado Cuestión de Fe, no hice más que confirmar que Baldó es otro de los que han ascendido meteoricamente y ya son firmes valores de nuestra historieta. No sólo escribe bien, sino que dibuja como los dioses. Y si alguien piensa que exagero, no tiene más que ir a comprar Los Autómatas del Desierto, la novela gráfica que hizo con Agrimbau, y que Historieteca editó a fin del año pasado. Más que una recomendación, es una obligación.

El Despertar de las Moscas, de la dupla Bueno-Simone, está muy bien, pero por alguna razón no me golpeó tanto como la que presentaron en la entrega anterior. Así y todo, se nota el gusto de los autores por lo negro.

Y cierra el número, como de costumbre, un capítulo más de Blas, la historieta de Bruno Chiroleu (editor “irresponsable” de Términus) y por la que tengo sentimientos encontrados. Creo que tiene un gran argumento y que Bruno escribe buenos diálogos cuando se lo propone. El problema, para mí, es cómo estructura los capítulos que conforman la historia, que hacen que la continuidad quede resentida en algún punto. Personalmente, estoy esperando que Blas termine para releerla toda junta, sin pausas. No caben dudas que potencial tiene, y mucho (impactante el capítulo del número siete).

Las ilustraciones de Renzo Podestá, Sebastian Cabrol y Paulo Barrios terminan de redondear otra gran entrega. En definitiva, Términus ha dejado atrás aquellos primeros números vacilantes, desiguales, que se hallaban a medio camino entre el profesionalismo y el amateurismo, y hoy se halla consolidada por haber alcanzado un estandar de calidad muy alto, pero por sobre todas las cosas, un estilo.

Y a los lectores ya mayores, que nos hemos criado leyendo antologías donde publicaban autores clásicos, identificarnos con esta publicación de autores jóvenes es doblemente gratificante.

Mis 10 Favoritas de Términus:

• 10 – La Casa de la Calle Harding (Flores-Estherren), T 5
• 9 – Promesas de la Eternidad   (Franco Stagni), T 5
• 8 – El Jurado   (Bueno-Simone), T 8
• 7 – Sueños Lúcidos (Ogalla-Sala), T 6
• 6 – Doppelganger   (Aragón-Delpeche), T 7
• 5 – Ellos   (Saracino-Ginevra), T 8
• 4 – Plan B I   (Fernando Baldó), T 8
• 3 – Fiebre   (Agrimbau-Delpeche), T 9
• 2 – W   (Duarte-Couceiro), T 7
• 1 – El Arahant   (Sartori-Peralta), T 6