FANTACIENCIA
Guerra Mundial H: Hollywood contra Guerra Mundial Z
En un increíble análisis, Jota Farias contrapone la obra de Max Brooks y la adaptación de Marc Forster.
Gracias a Mariano Salamone, que me dio a conocer y me impulsó a leer la novela.
Desde hace años, Hollywood viene llevando a cabo una exitosa campaña para convertir a la palabra “adaptación” en un insulto. Ha habido personajes clásicos convertidos en una parodia de sí mismos (Sherlock Holmes, 2009, dirigida por Guy Ritchie), novelas de menos de 300 páginas transformadas en Mega sagas de más de 7 horas de duración (El Hobbit, 2012, 2013 y 2014, dirigidas por Peter Jackson), versiones tan libres que lo único que conservan de la obra en la que se basan es el título (La Paga, 2003, dirigida por John Woo) y otras que solo se entienden si leíste el libro (El juego de Ender, 2013, dirigida por Gavin Hood). Se comprende que cine y literatura son dos formas de arte distintas, con un lenguaje y unas herramientas muy diferentes y no pueden dar obras exactamente iguales. Si nos ponemos extremadamente puristas, terminaremos por considerar que la única adaptación fiel consiste en filmar a una persona mientras lee el libro en voz alta. Pero de todos modos, una buena adaptación debería demostrar un mínimo respeto por la obra original. Tampoco creo que las arriba nombradas sean malas películas: solo que son malas adaptaciones.
Se dice también que no hay mala publicidad siempre que escriban bien tu nombre: mucha gente llegó a interesarse por algunas novelas al ver las películas que (mal o bien) las representaban en la pantalla grande. Siendo un apasionado lector, pensé que eso nunca me iba a ocurrir a mí. Sin embargo, me pasó.
LA GRAN GUERRA
Parafraseando el viejo chiste, soy una persona que va casi todas las semanas al cine. Casi voy esta semana, casi voy la otra y siempre termino viendo la película que me interesaba en la comodidad de mi computadora una vez que, ejem, se edita en DVD (digamos). Por eso esta nota la estoy escribiendo en febrero del 2014 en vez de a la fecha del estreno. De la forma que sea, vi Guerra Mundial Zeta (World War Z, 2013, dirigida por Marc Forster) y en principio me gustó. Es una película de acción rápida con zombis distintos a los que acostumbramos a ver: olvídense de los gemidos lastimeros y el caminar como, eh… bueno, como zombis. Estos muertos vivientes corren. Y trepan. Y conducen automóviles. Al igual que en Exterminio (28 days later, 2002, dirigida por Danny Boyle), en GMZ se trata el apocalipsis zombi no como un evento sobrenatural, sino como una enfermedad contagiosa. Quienes la contraen se convierten en criaturas desesperadas, no por comer cerebros, sino por transmitirla mordiendo a otros humanos no infectados.
La película se centra en el personaje de Gerry Lane (Brad Pitt), un asesor de la ONU retirado que es comisionado por lo que queda del gobierno norteamericano para ayudar a encontrar una solución a la plaga. La supervivencia de la especie humana en general y de su esposa e hijas en particular está en manos de Lane y él viajará por el mundo, ayudado por el ejército norteamericano, para asegurar dicha supervivencia. He aquí el primer engranaje que chirría: el ejército continúa organizado, nuestros bravos muchachos siguen siendo tan heroicos como en cualquier otro producto pochoclero que hayamos visto y la respuesta militar (norteamericana, israelí o de la nacionalidad que fuere) sigue siendo la única eficaz para la contención de la plaga, mientras que se espera la llegada de la respuesta científica.
El segundo engranaje que chirría es la solución encontrada por Lane (¿spoiler? ¿qué spoiler? ¡es cine pochoclero! ¿acaso dudaron de que lo lograría?) que resulta tan científicamente creíble como la Tierra Plana y huele por los cuatro costados a acción propagandística de los grandes laboratorios.
Sigue siendo una buena película, si logran pasar por alto estas dos cosas y se centran en los disparos, la acción trepidante (¡hordas de zombis a toda velocidad! ¡Guau!) y las explosiones. No es Fellini, pero es entretenida. Un largo comercial de Pepsi, el Ejército Norteamericano y Los Laboratorios, con tiros. Pero entretenida.
LA PLUMA ES MAS PODEROSA QUE EL CELULOIDE
Tengo que admitir que ni siquiera sabía qué Guerra Mundial Z era una adaptación. Pero en cuanto lo supe, en gran parte incitado por comentarios de un amigo, sentí la urgente necesidad de leer el libro y comparar. La novela (Guerra mundial Z: Una historia oral de la guerra zombi, 2006, escrita por Max Brooks) se plantea como una serie de entrevistas a sobrevivientes de la guerra contra los zombis, realizadas una década después de la finalización del conflicto.
Las entrevistas están organizadas por capítulos, separados cronológicamente en las distintas etapas de la GMZ, como La aparición de El Paciente Cero, El Gran Pánico, La Guerra Total, etc. Brooks también trata a la plaga como una enfermedad, pero lo hace en forma mucho mas lógica: la infección se transmite lentamente. Entre el momento en que el sujeto es mordido por un zombi y la aparición de los primeros síntomas pueden pasar horas o incluso días. Luego el sujeto entra en coma, muere y revive. Este accionar es mucho mas razonable que la “transmisión instantánea” que vemos en la película.
Además de la verosimilitud, otra ventaja de la “transmisión lenta” es que le da al autor la posibilidad de explayarse sobre lo que será el centro de gravedad de la novela: la forma en que los gobiernos y los individuos actúan ante esta amenaza.
Con diferencias menores, la reacción gubernamental es casi la misma. Ante la aparición de los primeros brotes, la acción inmediata es la ocultación: se trata de impedir que el público y los medios lleguen a enterarse de lo que está sucediendo y se toman medidas “de contención” que resultan poco o nada efectivas. Cuando, como diría Kurt Vonnegut “la mierda llega al aire acondicionado” y es imposible tapar lo que está sucediendo, se pasa a la respuesta armada en gran escala. O mejor dicho, el fiasco armado en gran escala. Al contrario que en la película, la inflexible mentalidad militar demuestra ser incapaz de adaptarse a las características del nuevo enemigo y fracasa estrepitosamente al enfrentarlo. De cara a la extinción, los diversos gobiernos toman “medidas extremas” para enfrentar la plaga, las cuales consisten mayormente en abandonar a su suerte a la mayoría de la población y centrar sus esfuerzo en salvar a una minoría (es decir, lo que todos los gobiernos han hecho siempre, solo que esta vez no se basan en la pertenencia a una clase social para tomar la decisión). A esta “retirada estratégica” le sigue una ofensiva y por último, la reconstrucción. En el camino, los gobiernos han desnudado sus mezquindades, los militares han demostrado cuánto les cuesta adaptarse a nuevas situaciones (y cuántas vidas se pierden por eso) y el autor ha reorganizado el mapa político mundial más a su gusto.
Con respecto a los individuos, quizá allí reside lo mas rescatable de todo el libro: la habilidad de Brooks para meternos en la piel de estas personas y hacernos estremecer con sus historias. Conoceremos a un grupo de famosos que se reúne en una casa fortificada a mirar el apocalipsis por TV mientras transmite al resto del mundo su propia salvación, una “niña salvaje” que perdió a sus padres y sobrevivió por sus propios medios durante los diez años de la guerra, el director de una empresa farmacológica que se enriqueció vendiendo un placebo y culpa a la gente por comprarlo, una mujer cuya comunidad de sobrevivientes acaba por practicar el canibalismo, miles de personas que se vuelven zombis sin haber sido mordidas, por una reacción psicopática de “adaptación al entorno” y muchas otras estremecedoras historias.
NO TODO LO QUE RELUCE ES POLÍTICAMENTE CORRECTO
Las etapas finales de la novelas serán las mas difíciles de tragar o las mejores, dependiendo de la ideología política del lector: Rusia emerge del caos convertida en el Sacro Imperio Ruso, que en poco se diferencia de la Rusia Zarista. Cuba se convierte en potencia económica y, aprende de los miles de refugiados norteamericanos “el auténtico sentido de la democracia” (hubiera tirado el libro en ese momento, pero lo leí en formato digital y no puedo darme el lujo de hacerle eso a mi celular). Israel se declara en autocuarentena y cierra las fronteras (literalmente, con una muralla) pero admite primero en su seno a los habitantes de los territorios ocupados, permitiendo la salvación de palestinos y judíos por igual. El Presidente norteamericano llama a elecciones en medio del caos porque “el pueblo necesita creer en nuestro modo de vida” (o alguna otra estupidez por el estilo, no estoy citando literalmente). Y la Reina de Inglaterra arriesga su vida por permanecer junto a su pueblo. Es decir: queda demostrado que no hay mejor sistema político-económico que la democracia capitalista, los líderes y la nobleza de occidente solo piensan en el bienestar de su gente, los sionistas no son tan malos como algunos creíamos y por suerte cualquier resabio de comunismo ha desaparecido del mundo ¡Gracias, Zombis!
Si logramos sustraernos de esa propaganda política, la novela es una historia muy bien contada. Incluso las técnicas que finalmente desarrollan tanto gobiernos como individuos para enfrentarse a la amenaza zombi son lógicas y creíbles. Mucho mas creíbles, por supuesto, que la solución de la película. Y las primeras partes prometen desnudar sin piedad y con gran ironía las falencias de todos los gobiernos por igual… aunque la mitad final del libro se encarga de desmentirla.
Lo cierto es que, opine lo que opine sobre la obra de Brooks, lo cierto es que se merecía una adaptación mas respetuosa. Y creo que, de haberla tenido, de todos modos habría sido un éxito de taquilla. Las escenas de la novela, son muy cinematográficas y la crítica social a medias es del agrado de Hollywood ¿Porqué no hacerla? Es una pregunta para Gerry Lane.

Max Brooks
