FANTACIENCIA
Ciencia Ficción y Fantasía: Separados al nacer
Jota Farias desmenusa las similitudes y diferencias entre estos dos géneros hermanos.
La ciencia ficción y la fantasía son géneros hermanos. Y como la mayoría de los hermanos, tienen un cierto aire de familia, un parecido que indudablemente puede llegar confundirnos. El objetivo de esta nota es clarificar dentro de lo posible las similitudes y diferencias entre estas dos categorías tan cercanas.
HACE MUCHO, MUCHO TIEMPO EN UNA INTERNET MUY, MUY LEJANA
Hace unos cuantos años, mucho antes de las redes sociales, en una lista de distribución de correo electrónico a la que estaba suscripto surgió el tema de cómo establecer las diferencias entre la ciencia ficción y la fantasía. Uno de los miembros de la lista, cuyo nombre lamentablemente no recuerdo, dio una definición que a continuación citaré de memoria, por lo que podría no ser exacta:
«Un hombre pronuncia una palabra mágica y desaparece: eso es fantasía.
Un hombre oprime un botón y desaparece: eso es ciencia ficción».
Según lo postulado por el olvidado colistero, la diferencia entre la fantasía y la ciencia ficción estaría en que la primera resuelve mediante el uso de la magia situaciones que la segunda resuelve mediante el uso de la ciencia.
Así, cuando Hermione Granger necesita viajar en el tiempo, en Harry Potter y el prisionero de Azkaban; no construye una máquina del tiempo: utiliza un talismán. De igual modo, si El Señor de los Anillos fuera una novela de ciencia ficción, Sauron se habría visto obligado a crear a los orcos mediante ingeniería genética.
Ampliando un poco el concepto, podemos decir que los dos géneros enfrentan al lector con hechos que calificaríamos de imposibles. Pero la ciencia ficción debe dar a esos hechos una justificación científica, de la cual la fantasía está exenta.
En rigor de verdad, tanto Poniente como el Mundo Hogar de los Kzinti son lugares inventados. Pero mientras que Larry Niven se ha tenido que preocupar por detalles como la masa, la órbita y la rotación del planeta que creó para su serie de El Espacio Reconocido, George R R Martin estableció que las estaciones de Poniente duran varios años locales y se desentendió de explicar el porqué. Y ninguno de sus lectores le reclamaremos nada: es irrelevante en una saga de fantasía como Canción de Hielo y Fuego, aunque sería imprescindible en una de ciencia ficción.
Eso no significa que la única justificación necesaria para cualquier argumento de una novela fantástica sea, citando a Lucy Lawless en Los Simpsons «un hechicero lo hizo»: fantástico no es lo mismo que fantasioso… y los lectores lo saben. Por eso los buenos escritores de fantasía establecen reglas para sus Universos Ficticios y se atienen a ellas. Son reglas diferentes a las del mundo real, pero son reglas al fin y sus protagonistas se ven obligados a respetarlas.
VECINOS INVASORES
Al comienzo de esta nota, decíamos que la ciencia ficción y la fantasía son géneros hermanos. Pero también podríamos considerarlos géneros vecinos. Y como buenos vecinos, se prestan mutuamente las herramientas. Los escritores de un género a menudo echan mano de los recursos del otro, por lo que no es raro ver a la fantasía arreglando el techo con el martillo de la ciencia ficción, por así decirlo.
La Saga de Alvin Maker, por ejemplo, es una serie de novelas escrita por Orson Scott Card y ambientadas en un universo paralelo en el que los Estados Unidos nunca se independizaron de la corona británica. Hasta ahí, es calificable como una Ucronía, uno de los subgéneros de la ciencia ficción. Pero resulta ser que en ese universo, las personas tienen “dones” que incorporan a la vida cotidiana (provocar fuego, saber quién miente, ver el futuro) y existen todo tipo de hechizos y conjuros. Si la idea de los dones podría considerarse aceptable como perteneciente a la rama de los poderes paranormales o mutaciones, que forman parte del arsenal permanente de la ciencia ficción, los hechizos y conjuros definitivamente pertenecen al reino de la fantasía.
El éxodo de los gnomos, del británico Terry Pratchett, se ubicaría en el extremo opuesto. La trilogía cuenta en clave de humor la historia de los gnomos que habitan en unos grandes almacenes, pero pronto se revela que no se trata de criaturas mitológicas, sino extraterrestres perdidos en nuestro planeta. Similar planteo tiene Maxwell al cuadrado (The goblin reservation) publicada en 1968 por Clifford D. Simak. El autor sitúa la acción en un futuro lejano en el que se ha descubierto que varias criaturas que se creían fantásticas, como las hadas, duendes y trolls, son reales. Se han creado reservas en las que estos seres pueden convivir con los de su especie y ser estudiados por los humanos. Aquí es la ciencia ficción quién se apropia de unos seres que normalmente pertenecen al reino de la fantasía. Como último ejemplo, no puedo dejar de mencionar la novela corta Magic, Inc, publicada en 1940 por Robert A. Heinlein. La misma nos sitúa en una sociedad casi contemporánea, pero en la cual la práctica de la magia es normal y existen magos y brujos diplomados, cuyos servicios utilizan todas las profesiones y el comercio en general.
Por otro lado, hay algunos autores a los que se considera escritores de ciencia ficción, pero sus obras son incalificables. Por ejemplo Ray Bradbury, indiscutido ícono de la literatura fantástica cuyas obras para mí están más emparentadas con el realismo mágico de García Márquez que con la ciencia ficción “pura”. También muchos de los trabajos de Kurt Vonnegut incluyen elementos que no son corrientes en la ciencia ficción (en Galápagos, de 1985, aparece un fantasma). Las en ocasiones ilegibles historias de R. A. Lafferty se salen de las fronteras del género y algo similar ocurre con varias de las novelas del genial Phillip K. Dick, por citar solo un par de autores.
CONFUSIONES (CONCLUSIONES)
En rasgos generales, podemos decir que la ciencia ficción se mueve dentro del reino de lo probable mientras que la fantasía no necesita respetar ese tipo de restricciones. Pero eso no nos permite hacer diferenciaciones tajantes entre una y otra categoría. Es el público, en última instancia, quien decide en que casillero ubicar cada libro que lee o cada película que ve. En ese aspecto, estoy de acuerdo con lo dicho por James Gunn en The Road To Science Fiction: From Wells to Heinlein (las cursivas son mías):
«La definición vigente de Frederik Pohl de la ciencia ficción cuando era editor de Galaxy, él mismo ha dicho, era un relato que él pudiera publicar en la revista sin que muchos lectores cancelaran sus suscripciones»