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Antes y despues de Before Watchmen

Cómics

Antes y despues de Before Watchmen

Hace unos días charlaba con un amigo (fanático del cómic americano, por cierto) sobre lo sencillo que sería denostar o entronar a DC Cómics una vez finalizado y examinado el proyecto de miniseries denominado Before Watchmen. Esto sería -como dicen los futboleros- hablar con el diario del lunes.

Hoy por hoy, ECC Ediciones puso al alcance del lector sudamericano sólo cinco títulos: Minutemen, Ozymandias, Búho Nocturno, El Comediante y Espectro de Seda. Éstos van por el número tres (de un total de cuatro o seis números, dependiendo la serie), pero lo cierto es que ya dejaron ver lo suficiente como para hacer una mención al menos soslayada de dicho material.

Es válido remarcar que Alan Moore, el creador de Watchmen junto a Dave Gibbons, no adhirió en absoluto a este proyecto, al que considera un vacío complemento de su obra, y que sólo tiene como fin explotar el éxito del que aún goza la serie original. No cabe discutir aquí si la película del 2009 ayudó o no a reavivar la llama.

Por otro lado tenemos una de las obras mayúsculas del cómic mundial de todos los tiempos que, concebida como una serie de doce números (y a veintisiete años de haber sido editada), pedía a gritos una revisión de su coyuntura y de los no pocos puntos oscuros que dejó. Si Alan Moore se hubiera propuesto escribir una serie regular, tenía para no menos de cincuenta números. Y en este estricto sentido, Before Watchmen no complementa, sino reinterpreta la obra maestra del guionista inglés.

Es necesario insistir sobre esto: Moore no sólo creó una historia (genial, inspirada y aceitada como una maquinaria de relojería) sino también un universo distópico y complejo que arranca en 1939, con la conformación de los Minutemen, el grupo primigenio (algo así como una Sociedad de la Justicia frívola y disfuncional) y culmina 45 años después, cuando la Unión Soviética apunta sus misiles con cabezas nucleares al corazón de Estados Unidos. En el medio tenemos la constitución de los Vigilantes, la guerra de Vietnam, la sociedad hostil que le da la espalda a unos héroes demasiado confusos a causa de unas divagaciones morales inéditas, la ley Keene (que finalmente los prescribe) y la guerra fría, a punto de convertirse en una guerra decididamente caliente.

De semejante universo quedó un sinfín de personajes y cosas dichas a medias. Para llevar algo de luz es que DC Cómics apostó a renombrados autores como Brian Azarello, Len Wein (editor de la serie original en su momento), Jae Lee, Michael Strazcynski, Andy y Joe Kubert, Darwyn Cooke, Lee Bermejo, Eduardo Risso y Amanda Conner entre otros, y se propuso explorar el origen de cada uno de los personajes de la mítica serie.

Las Miniseries

Minutemen OKSi bien estas miniseries denominadas Before Watchmen se destacan por un nivel parejo, hay una que asoma por encima de las otras y se transforma en recomendación obligada para todos los lectores, incluso para los que no están familiarizados con la serie original. Se trata de Minutemen, escrita y dibujada por Darwyn Cooke. En los tres primeros números (la serie constará de seis partes) este audaz artista se sitúa en 1939 y cuenta cómo se forma dicho grupo y el quiebre inmediato entre sus miembros a causa de diferencias ideológicas insoslayables (por un lado, los miembros más comprometidos socialmente; por el otro, aquellos preocupados por la prensa, los réditos económicos y motivaciones aún más cuestionables). Los “héroes” que deambulan por las filas de Minutemen van desde psicópatas de la más baja ralea, alcohólicos, frívolos, hasta homosexuales más o menos asumidos y otros de variante más perversa. Lo que Cooke elabora es un material tan subversivo que incluso lleva más lejos las premisas de Moore en Watchmen, y lo hace con una solidez narrativa genial. Sus dibujos, al más puro estilo cartoon, se contraponen deliciosamente con la densidad moral de la historia (aunque refuerza bien el trabajo del colorista, empeñado en ponerle oscuridad a los escenarios). El entramado de viñetas de las páginas, generalmente de un 3X3 clásico, le da tal fluidez narrativa a la historia que hace que ésta se lea por sí sola y, finalmente, que hacerlo sea un placer.

Ozimandias OK

Un escalón más abajo se encuentra Ozymandias, que presenta un correcto guión de Len Wein empecinado en contar desde la primera persona del protagonista (con un estilo imperturbable y solemne) los inicios heroicos del hombre más inteligente del mundo, aunque aquí Adrian Veidt tiene que arremangarse en el bajo mundo del narcotráfico por motivos personales. En esta miniserie lo que resaltan son las espectaculares ilustraciones de Jae Lee (hay composiciones de páginas que dejan boquiabierto a más de uno), tan elegantes que encajan perfecto con la estética general que ha querido imprimírsele a esta historia, una especie de policial negro matizado con historia antigua.

El comediante OKEl Comediante, por lo contrario, nos trae a un Brian Azarello muy metido en la década del ’60, jugándosela con una trama más elaborada y que nos muestra un Eddie Blake con una vuelta de tuerca más al de la serie original. Persiste, por supuesto, la violencia psicopática tan cara al personaje, pero aquí también es capaz de sentir respeto y hasta amistad hacia ciertos personajes importantes de la historia de los Estados Unidos. Por supuesto, ya sea con dos pistolas o con una recortada, Eddie Blake sigue siendo un carnicero de aquellos. Toda esa feroz arrogancia queda contrapuesta con el nuevo rol que le asigna Azarello: títere del FBI y del ala más reaccionaria de la política norteamericana, el “héroe” en cuestión es alejado premeditadamente de sus amigos (la familia Kennedy) por motivos que prefiero no adelantarles y luego enviado a Vietnam a desatar la guerra. De los lápices de J.G. Jones, me quedo con sus portadas y con lo bien documentado que está para ilustrar los ´60.

NiteOK

Búho Nocturno tiene la particularidad de ser el último trabajo de aquella leyenda llamada Joe Kubert, quien en este caso entinta los lápices de su hijo Andy, muy en la onda del maestro. Lo que logran padre e hijo a nivel gráfico es excelso (los lectores más clásicos sabrán de qué hablo), pero lamentablemente esta serie dura tan sólo cuatro números y, en los tres que han pasado, la historia de Michael Straczynsky no tiene demasiado para destacar, excepto ese hecho en sí mismo: que un gran guionista (responsable, por ejemplo, de una de las etapas más aclamadas de Spiderman) esté de paso por Before Wacthmen. Por suerte, en el número dos entra en escena Rorschach y la cosa levanta un poco.

Silk Specter OKY dejamos para el final Espectro de Seda, otra vez con Darwyn Cooke metido a guionista (y muy sólido, por cierto) y acompañado por unos modernos dibujos de Amanda Conner, de esos que sería difícil encontrar en un cómic de DC de hace veinticinco o treinta años. La serie, a priori, es la menos dramática de Before Watchmen, dato no menor si se tiene en cuenta el carácter oscuro del proyecto. En esta historia somos testigos de cómo Laurie Juspeczyk corta el delicado cordón umbilical que la une a su madre, Sally Júpiter (la Espectro original), y se embarca en un viaje iniciático -y muy flower power– para descubrirse a sí misma, aunque la reincidencia a calzarse el traje de heroína nos habla de un evidente cordón latente, en paralelo a las amistades e incluso el amor, registro necesario para explotar las posibilidades de una adolescente que sale a descubrir el mundo.

Conclusión:

Watchmen, si algo hizo por los cómics, fue entre otras cosas el haber roto el paradigma del superhéroe, al que imprimió todo tipo de conflictos emocionales y morales. Alguien dijo una vez que Watchmen muestra “cómo serían los superhéroes si realmente existieran”. Sin lugar a dudas, ese tipo de heroísmo (el de una persona que se pone un disfraz y sale a combatir el crimen) quedaría relegado a una versión afeada más que idealizada, si se desarrollara en el mundo real y no en el que un guionista crea.

¿Qué pueden ofrecer de nuevo estas miniseries, ante tamaño logro? Lo principal es el de reencontrar a los lectores con personajes ya clásicos que, sin embargo, dormían en el limbo, y esto de la mano de convincentes equipos creativos. Nadie puede poner en duda que un Rorschach interpretado por Brian Azarello y Lee Bermejo suena, cuanto menos, prometedor.

Lo otro a destacar, y no menos importante, es que estos autores –hoy consagrados- tengan la posibilidad de explotar algunas aspectos que habían quedado en penumbras en la serie original, quizá, como ya dijimos, porque doce números resultaban pocos para hacer hincapié en los pormenores de semejante idea. Y explotarlos con los códigos de hoy, que no son los mismos que los de ayer. El mejor ejemplo de esto es Minutemen y su autor, el talentoso Darwin Cooke.

Más allá del éxito o fracaso dela apuesta fuerte de DC Cómics, de ninguna manera esto supondrá mover las columnas que sostienen la serie original, que permanecerá impermeable en nuestras retinas más allá de cualquier precuela o secuela.

Por mi parte, prometo que la próxima vez que me refiera a ésta realidad llamada Before Watchmen, será cuando esté finiquitada.

Esto es, con el diario del lunes.

 

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