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Cómics de culto: Avatares de Alack Sinner

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Cómics de culto: Avatares de Alack Sinner

En esta segunda entrega de la sección que pone bajo la lupa las “historietas que hicieron historia”, Álvaro de la Iglesia se propone hacer un análisis de la serie “Encuentros y Reencuentros”, protagonizada por el emblemático detective neoyorquino.

En esta segunda entrega de la sección que pone bajo la lupa las “historietas que hicieron historia”, Álvaro de la Iglesia se propone hacer un análisis de la serie “Encuentros y Reencuentros”, protagonizada por el emblemático detective neoyorquino.

De Argentina al mundo… ¿Del mundo a Argentina?

Para empezar quisiera hacer una apreciación sobre los autores de Alack Sinner, ya que la dupla que conforman Carlos Sampayo y José Muñoz constituye uno de esos equipos creativos que llevaron (y aún hoy lo hacen) la historieta nacional al podio, imponiendo nuevos y más altos estándares de calidad en lo que hace al cómic de autor.

sinner-111kljsdkljskldjd01Sampayo – Muñoz funciona a la par de un Trillo – Altuna o de un Mazzitelli – Alcatena, pero sus laureles se enhebraron decididamente en el extranjero, donde ambos residen desde hace muchísimos años (bueno, al parecer el guionista volvió hace poco para radicarse definitivamente en Argentina, pero cierto es que los últimos 30 años los pasó fuera). Personalmente considero a estos dos monstruos del noveno arte, expatriados de un mercado que, por algún capricho del destino, no los abarca, no los cobija y no los difunde con la asiduidad que merecen.

Los dos ganaron premios prestigiosos, y José Muñoz está considerado uno de los artistas de cómics más influyentes e innovadores de los últimos tiempos. Frank Miller se influenció en su trabajo para aquel glorioso estudio de B &W que significó Sin City. Dave McKean, portadista de Sandman e ilustrador de Arkhan Asylum entre otros, lo ponderó como su amigo e influencia. Keith Giffen lo plagió descaradamente durante la década del `80, en sendos trabajos para DC Cómics: uno de los más altisonantes fue Hex. Consultado Giffen sobre dicho episodio (que por poco no termina en la justicia), éste se defendió de la peor manera posible: “Muñoz es el dios del cómic”. Para cerrar, el gran historietista croata Danijel Zezelj lo citó como su mayor influencia, junto a Alberto Breccia. Casi nada.

Pero las obras de la dupla editadas en Argentina son, paradójicamente, más bien escasas, y hay que ir a buscarlas principalmente al archivo de Fierro primera época. Allí podemos encontrar la brillante Sudor Sudaca -¿cómo es que nadie reedita esta joya?-, Tenochitlán, y varias series y capítulos unitarios de Alack Sinner (Nicaragua, Encuentros y Reencuentros, Chispas, Por unos dibujos –donde se parodia con un dejo de dramatismo el plagio de Giffen a Muñoz) entre otros.

Luego hubo que esperar varios años (hasta la salida de Fierro segunda época en el 2007, concretamente) para leer la historia corta Encuentro, que gira en torno a la grabación de un disco de Duke Ellington. Y ese mismo año, la editorial argentina Ojo de Pez! editó con mucho tino Billie Holiday, una biografía muy visceral y expresiva de la popular cantante de jazz y donde Alack Sinner hace un papel secundario. Finalmente, en materia de importado aún se consigue -desembolsando un dinero considerable- la novela gráfica Carlos Gardel, editada por Libros del Zorro Rojo (España).

Tiene olor a tremenda injusticia que Planeta DeAgostini le haya brindado a los lectores españoles las obras completas de Alack Sinner y los volúmenes recopilatorios de Historias de Bar, que apenas circularon en las comiquerías argentinas hará cosa de siete años, a precios tan prohibitivos que la mayoría de los lectores nos tuvimos que consolar babeándonos tras las vidrieras. ¿Es posible que anhelemos tanto, y no podamos satisfacer la demanda de dos autores monstruosos, que no son españoles ni yanquis ni franceses, sino argentinos?

Es entonces cuando los lectores acérrimos del dúo –y somos unos cuantos, vea- nos ponemos a revolver nuestras escasas pertenencias que ostentan el sello `Sampayo – Muñoz` y les rendimos culto con devota unción, repitiéndonos “son argentinos, son argentinos”, y esperando un gesto de justicia editorial divina que tarda, tarda cada vez más en llegar.

Alack Sinner, el detective

sinner-111kljsdkljskldjd02El personaje fue creado en la década del ´70 y su primera historia data de 1975 (aún hoy se produce, muy espaciadamente y siempre para mercados extranjeros). Los autores se proponían explorar el género policial, detectivesco o simplemente negro, fascinados fuertemente por la cultura estadounidense.

Este último aspecto siempre perduró en una obra donde hasta Frank Sinatra podía estar haciendo un papel secundario, pero la idea inicial de desarrollar el género y expandirlo, dio paso no obstante a un cómic totalmente de autor, libre de cánones y expresionista hasta el paroxismo.

Ya no eran los casos que debía resolver el detective lo que interesaba en la historia, sino que la cotidianeidad del detective era la historia misma. Esa constante revisión de su psicología, de sus motivaciones y de sus lazos (difíciles, contradictorios y profundos como los lazos de cualquiera de nosotros con quienes nos rodean) pasó a conformar el entramado de Alack Sinner: de adentro hacia fuera, bordeando con originalidad un perfil de antihéroe que, a fuerza de talento de su guionista, jamás cae en lugar común y, por lo contrario, nos sorprende con altas dosis de emotividad, melancolía, humor sarcástico, bajada de línea ideológica y sutil violencia.

Alack Sinner, otrora policía, ayer taxista, hoy detective privado (¿y mañana porqué no desocupado?) camina una ciudad de Nueva York hostil como pocas, siempre nevada, sucia, con hojas de diario que se arremolinan en las calles sórdidas y tugurios donde se cultiva el jazz, con corrupción policial y conflictos raciales. Esos son los escenarios por donde se mueve Alack, que tiene un perfil ambivalente: podemos juzgarlo débil de carácter, (su adicción al cigarrillo y la úlcera que lo hace tambalear a cada rato es una buena metáfora de aquello) pero en seguida el personaje se retracta, la pistola no le tiembla en la mano y su código de honor –o de supervivencia- de repente parece elevado.

Es el gran logro de Alack Sinner: se parece poco a un personaje y demasiado a una persona de verdad, es decir, de carne y hueso. Literalmente envejece como sus autores.

Encuentros y Reencuentros

Esta serie data de 1982. Fue publicada en castellano por Fierro, allá por el ´87 y seriada en ocho capítulos. En 1993 la recopiló en un lujoso tomo la editorial española Co & Co (con un brillante prólogo de Juan Madrid), y en 2006 hizo lo propio Planeta De Agostini.

Encuentros Y Reencuentros representa, en la obra de Alack Sinner, el punto de partida de esa transición a la que hacíamos referencia: de una clásica historieta de género, a otra totalmente de autor, exploratoria y que sólo rinde cuentas a la genial y sobre todo original narrativa de sus lúcidos autores.

La historia bien puede dividirse en dos franjas cabalmente integradas, y comienza en un amanecer que no es cualquier amanecer: unas hojas de diario, llevadas por el viento, golpean en la ventana y despiertan a Alack Sinner; las hojas anuncian que John Lennon ha sido asesinado. Hecho aparentemente simbólico en el protagonista, que despierta con la firme idea de reencontrarse con su padre, del que lo separan varios kilómetros y una larga enemistad.

Este sugestivo puntapié inicial lleva al personaje central a un viaje que intenta ser revelador, y Carlos Sampayo se muestra como un verdadero maestro en contextualizar situaciones trascendentes con símbolos que las enriquecen, e incluso no teme alejarse de la acción central para espiar, cual voyeur, hechos circundantes al personaje que bordean el ridículo. Basta con recordar al pistolero frustrado en la carretera, ultimado sin piedad por unos caricaturescos policías.

Durante el viaje, Alack traba amistad con un vagabundo negro al que le falta un brazo, una especie de psicoanalista cannábico. Se reúne finalmente con su padre (un viejo derrotado que trabaja de conserje en un motel de mala muerte), copas de por medio se vuelven a pelear y se marcha. En el viaje de vuelta tiene una aventura amorosa con una desconocida, se ve envuelto en una fuga masiva de presos del penal de Albany y se hace amigo de Frank Sinatra (y, por supuesto, también se enemista con él). Las peripecias que compone Sampayo en torno al protagonista, hasta las más nimias como el ir a alquilar un smoking para una fiesta, adquieren incansablemente matices significativos, llenos de luminosidad hacia un personaje que nos es gratificante por lo humanamente probable, a diferencia de tantos otros encorsetados en el cliché de sus autores.

La segunda franja de esta serie es aún más intimista. Alack se reencuentra con su antigua novia de color, Enfer, y le revela sentimientos fuertes y ambiguos. Ella, por su parte, le anuncia que tiene una hija de cuatro años. ¿Quién será el padre?

sinner-111kljsdkljskldjd04Ahora bien, hasta acá tenemos una historia muy personal pero sin tiros. Esto va a cambiar radicalmente a partir del Capítulo V, cuando nuestro detective es invitado a la despedida de soltero de un antiguo compañero en la policía. En la fiesta (donde no faltan el alcohol y el mal gusto), el protagonista se encuentra con el teniente Rademaker Jr., algo así como su némesis perfecta. Rademaker es esa clase de policía tan común en la literatura universal: reaccionario, soez y sobre todo muy brutal con una botella encima. A raíz de un conflicto del pasado (el pasado, siempre el pasado que vuelve para mancillar la tranquilidad espiritual que el protagonista reclama para su presente), la fiesta deriva en una pelea, y la pelea en una persecución –quizá la persecución más onírica que se haya visto jamás en un cómic- en donde Alack, para salvar su vida, debe matar a su rival. En prisión, sospechando que puede ser condenado a la silla eléctrica, toma real dimensión de que tiene una hija que no conoce, y quizá no conozca jamás.

Dijimos que el guión de Carlos Sampayo es dúctil en su enfoque, muy original y por momentos violento: no por un exceso de sangre sino por las situaciones insólitas que va componiendo alrededor del personaje. Hay en esta violencia latente un sentido del humor muchas veces cínico, que derriba constantemente cierta inocencia de los personajes, y cierta idealización del lector acerca del tipo de material que está leyendo. Pero la narrativa se hace definitivamente virtuosa con las imágenes que aporta José Muñoz, aquí consagrándose como unos de los artistas de cómics más innovadores.

El catálogo de recursos de este dibujante es vasto y sorprendente. Por empezar, da cátedra en lo que se refiere a luces y sombras (Andrés Accorsi lo definió “el maestro definitivo del claroscuro”), y eso que este material es de 1982: imaginen lo que hizo en los años venideros. Aquí Muñoz ya se las arregla dibujando con pinceladas blancas sobre negros totales. Su trazo, preciosamente rústico, no teme incluso caricaturizar a los personajes, siempre en pos de una brillante narrativa, y hasta las tipografías tienen una razón de ser. Finalmente, en un alarde de meta ficción a puro talento, Muñoz se dibuja a él mismo, dibujando a su vez Alack y a Rademaker disparándose.

Con todos estos argumentos, Sampayo y Muñoz componen una historia de vida que, por profundidad emotiva, ahondamiento psicólogico y solidez narrativa, se nos queda grabada muy dentro. El final, ligeramente feliz (al menos no pretende un happy end tal como conocemos), se empeña en albergar algún que otro sinsabor: es un final parecido a los finales de nuestras vidas en ciertas situaciones, con vasos medio vacíos y medio llenos y valoraciones parciales.

Alack Sinner, no te quepan dudas, es uno de los materiales más excelsos de la historieta nacional, y tiene en Encuentros y Reencuentros el mejor ejemplo de dicha afirmación.

Alack Sinner, por alguna razón, no se edita en Argentina. Cosas de la vida.

 

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