El pantano 1997: Después de la caída.

Hace dos años, en esta nota te contaba sobre una pequeña serie que sin demasiadas pretensiones narraba una historia policial directa e interesante enmarcada en el auge del comunismo en Polonia. Este año llega la continuación, una historia independiente pero que comparte algunas protagonistas.

QUE TODO CAMBIE…

El comienzo de Rojst: 1997 (tal su título original) nos sitúa durante la inundación del milenio que azotó el suroeste de Polonia en el verano de ese año. La rotura de un dique anegó parte de la ciudad y el bosque de Gronty. Numerosos restos humanos aparecieron en la zona boscosa, la mayoría provenientes de un antiguo campo de concentración de los días de la guerra, reflotando (literalmente) un pasado que todos los habitantes de la zona se esfuerzan en negar. Pero entre los huesos también se encuentra el cuerpo de un adolescente, en apariencia otra víctima de la inundación. Anna Jass (Magdalena Ró?czka), una implacable policía recién llegada de Varsovia no cree que sea así y aún contra las órdenes explícitas de su comandante, tratará de llegar hasta el final del asunto. El inspector local Adam Mika (?ukasz Simlat), un veterano sin ganas de complicarse la vida, deberá decidir si se arriesga a acompañarla en su cruzada solitaria.

Por su parte, Piotr Zarzycki (Dawid Ogrodnik) regresa a la ciudad para convertirse en el nuevo editor en jefe del periódico local, el Kurier. Se reencontrará con el periodista retirado Witold Wanycz (Andrzej Seweryn) quien parece saber mucho más sobre el caso de lo que está dispuesto a contar. Estos dos personajes protagonizaron la entrega anterior y constituyen el nexo principal entre ambas historias.

…PARA QUE NADA CAMBIE

Si el trasfondo preponderante en la primera temporada era el del manto de silencio que las altas esferas aplicaban sobre todo aquello que resultase «incómodo», en esta entrega se demostrará que el nuevo régimen hace exactamente lo mismo. Mientras que los policías se ven obligados a conducir una investigación paralela a la oficial, a contrapelo de las órdenes de sus superiores, los periodistas no la llevan mucho mejor, con el agravante de que no tienen protección en sus encontronazos con la «mano de obra desocupada» local.

Esta temporada se compone de seis episodios, apenas uno más que la anterior, por lo que es igualmente llevadera. En menos de seis  horas el guion nos depara las suficientes sorpresas, giros, dramas personales y misterio como para mantenernos si no al borde de la pantalla (que tampoco es de esas series) al menos enganchados y con ganas de saber cómo se va a resolver la trama. Los flashback de finales de la guerra nos muestran que en un enfrentamiento armado por lo general no hay buenos y malos, sino malos y malos y que las víctimas con sed de venganza se convierten rápidamente en los más crueles victimarios.

En resumen, no te va a tener comiéndote las uñas pero es una muy buena producción y una digna secuela. A verla.