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Laburante de historias: Entrevista a Jorge Claudio Morhain

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Laburante de historias: Entrevista a Jorge Claudio Morhain

Durante la edición 2019 de Crack Bang Boom tuvimos oportunidad de dialogar con uno de los guionistas en actividad con mayor trayectoria en el medio, que ha transitado prácticamente todos los subgéneros de la historieta, acompañado por una extensa y variada lista de dibujantes, en las principales editoriales del país.

Durante la edición 2019 de Crack Bang Boom tuvimos oportunidad de dialogar con uno de los guionistas en actividad con mayor trayectoria en el medio, que ha transitado prácticamente todos los subgéneros de la historieta, acompañado por una extensa y variada lista de dibujantes, en las principales editoriales del país. Frecuente habitué de la convención, Jorge Claudio Morhain (Capital Federal, 1942) llegó en esta oportunidad en su faceta de historiador y ensayista, para presentar su libro ‘La Argentina premonitoria en El Eternauta’. Sobre esta y otras interesantes cuestiones, se refirió en la charla que compartimos a continuación.

 

-Décima edición de la convención, dedicada a celebrar la Historieta Nacional, a pesar de todo. Usted no podía faltar.

-Sí, también se celebra el centenario de Héctor Germán Oesterheld, y Enrique Breccia. Muchas coincidencias se dan este año.

-Es verdad. En la presentación (Los libros de Rebrote 4: La Argentina premonitoria en El Eternauta) dijo que decidió abrazar la profesión debido a la influencia que sobre usted ejerció H.G.O. ¿Cómo fue eso?

-Antes de él, la historieta era algo muy adocenado, digamos. Para niños. Los malos eran malos y los buenos eran buenos. Oesterheld inició una forma nueva de narrar, empezando a enfocarse en las historias de gente común.

Mías, tuyas, del vecino, una persona que por ahí quedaba en medio de un ataque terrorista estando en la calle, de a pie, y así entraba a participar en una aventura. Pero siempre desde la reflexión del hombre común. Además de instaurar esa noción, que mantuvo en todos sus trabajos, de que no existe un héroe individual, por el contrario, el héroe es colectivo. Siempre había que armar un grupo para salir adelante. Todo eso aquí prendió de una manera terrible, en las décadas del cincuenta, sesenta, los chicos de entonces nos volvimos locos al leerlo. Imaginate. Entonces nacieron muchos guionistas, como Carlos Trillo, como yo, como Robin Wood, que también es hijo de Oesterheld. Y los viejos, que ya venían trabajando anteriormente, cambiaron sus guiones en base a ese estilo. Esa producción, eventualmente, se conoció en Europa, donde también prendió. Otro sistema, otra forma de escribir historias, que posteriormente, llegó a Norteamérica. O sea, Oesterheld terminó revolucionando la historieta mundial. El estilo argentino de hacer historietas es único en el mundo.     

-¿En su caso, cómo fue el paso de lector, de fan, a profesional del medio?

-Cuando empecé a leer las primeras Hora Cero y Frontera, dije ‘yo me voy a dedicar a esto’. Traté de averiguar cómo se escribían guiones y no había ninguna escuela, año cincuenta y pico. En la provincia, donde yo vivía, que ni un teléfono había siquiera. Entonces lo que hice fue seguir el curso de los famosos ‘Artistas por Correo’, estudié dibujo para aprender a hacer guiones de historieta. Para 1959 ya tenía algunos guioncitos escritos, así que fui hasta Editorial Frontera, donde me dijeron: ‘No, acá solamente escribe Oesterheld’. Así que fui a otras editoriales y entré, casi inmediatamente. Y no paré más hasta el año 2002, que me echaron de ‘Billiken’.

-¿Cuál fue el debut, la editorial que finalmente le abrió las puertas?

-Bueno, la que me dijo que sí, fue la editorial de Guillermo Divito, que en ese momento sacaba una revista que se llamaba ‘Delito’. Igual, nunca se publicó nada mío ahí. Me dijeron que  los guiones estaban buenos, eso sí. Entonces, a la siguiente que fui, dije que trabajaba para Divito. Te hablo de la editorial Gente Joven, que dirigía Andrés Cascioli; éramos unos pibes, por no decir pendejos (risas). Estaba el hijo de Oscar Blotta, el viejo, Gianni Dalfiume, Miguel Angel Repetto, montón de gente que después fue famosa.

-Y de ahí, ¿a Editorial Columba?

-Primero pasé por todas las editoriales de segunda, digamos, hasta que me llamaron de Editorial Columba. Por recomendación de Eugenio Zoppi, por que yo había hecho ciertos trabajos con él, antes. El les habló de mí, me recomendó. Así empecé, era el año 1970. Me quedé hasta que cerró el sello, año 1996, más o menos.

Durante mucho tiempo, si bien los públicos a los que apuntaban no eran los mismos, había una especie de encono entre Ediciones Récord y Editorial Columba. Usted trabajó simultáneamente en ambas, ¿cómo era eso, qué nos puede contar?

-El sistema de producción era el mismo, las dos compraban guiones, sobre todo, historias. Las dos tenían el mismo estilo de producir. Lo que pasa es que Récord era más libre, no había censura, tocaba temas más adultos. Con Columba había una censura estricta, existía cierta moralidad ya prevista. Además, tenían distintos tipos de revista para cada público. Primero estaba ‘Fantasía’, después venía ‘El Tony’, ‘D’Artagnan’, y cuando hubo un nuevo público, salió ‘Nippur Magnum’. Entonces, se planteaban distintos tipos de historias para esos lectores. En ninguna se podía tocar drogas, sexo, Rock And Roll (risas). Hasta el último tiempo, donde entraron unas chicas a dirigir Columba y dieron una vuelta de tuerca, completamente. Apareció todo eso, drogas, sexo y Rock And Roll; se fue a pique la editorial. Y tuvieron que volver atrás, no les quedó otra, ya en la última época.

-¿En Récord realizó alguna serie o unitarios, nomás?

-Hice mucho de lo que llamaban serie negra, eran todos policiales. Duros, negros. Además de una serie de relatos de terror con Horacio Lalia, otra con Lito Fernández. Hice varias. Y personajes, no. Había desarrollado uno, pero nunca salió.

-En las décadas del sesenta y setenta, el género gauchesco fue muy popular en el país, a través de las revistas de Columba, fundamentalmente. Con dibujantes como Carlos Casalla, Juan Arancio y otros. Usted estuvo muy vinculado a esa experiencia. ¿A qué se debió que no prosperara temporalmente?

-El motivo principal es que a la ciudad de Buenos Aires no le gustaban, actualmente incluso, los gauchos. Es así. Y la fuente de ventas de mayor peso siempre fue Capital Federal. Entonces, Columba producía gauchos para las provincias, donde el éxito fue extraordinario. Hoy en día, yo soy Gardel en el interior. Hay gente que se me acerca y dice ’yo leía su Cabo Savino’, llorando. Y en Buenos Aires no, no me conocen. Eso, creo, es lo que lleva a que siga existiendo ese prejuicio hacia el gaucho, hacia el criollo, que imposibilita que se popularice el género. Pero por ejemplo, yo sigo produciendo ‘Martín Toro’ en este momento. Hice un libro sobre él con un extraordinario dibujante que se llama Edgardo Bernoy, de José Mármol, para La Duendes. Eso salió en la página web de ellos y está la posibilidad de que salga editado el libro algún día. Y ahora estamos haciendo otro más, con un dibujo buenísimo, siguiendo la línea de Carlos Magallanes. Estoy narrando distintos hechos históricos del país, pero a través de Martín Toro.

-Me interesa preguntarle sobre una obra suya gestada junto a Horacio Lalia, que tuvo dos versiones, además de problemas de edición en el exterior y en el país, Krantz ¿Cómo fue el proceso creativo y los inconvenientes que surgieron?

-Bueno, Krantz fue un proyecto que en su momento le gustó muchísmo a Alfredo Scutti, director de Ediciones Récord. Hicimos un par de episodios y se publicaron. En eso vino el editor italiano de lo que hoy es Aurea, que le compraba todo el material a él, para republicarlo allá. El personaje principal se llamaba Krantz, Rosenkrantz, que hoy es un Juez que preside la Suprema Corte (risas). Pasa que Rosenkrantz fue el fundador de la secta Rosacruces, no en la época en la que transcurre la historia, sino un par de siglos después. Igualmente, este señor no quiso saber nada: ‘si son los Rosacruces, lo cortamos acá’. Entonces pedí hacer un episodio más, el tercero, para cerrar la historia de alguna manera. Tiempo después, acá, en Rosario, para una edición de Leyendas, estábamos con Horacio en la Terminal de Omnibus, teníamos que volver y el colectivo no llegaba nunca. De hecho, nunca llegó, esperamos tres horas. Pedimos a la misma empresa, subir a otro que iba a La Plata. Y nos llevó hasta allá. En el trayecto nos quedamos sin temas para hablar (risas) y dijimos, ¿si hacemos de vuelta Krantz? Y lo hicimos de nuevo. Ahí sí, está más desarrollado, fueron tres libros. En algún momento saldrá completo, quiero creer.

-La edición nacional estuvo a cargo de Deux Studio Editorial, pero se publicó parcialmente, un solo tomo, en 2012.

-Acá salió el primero y nada más. Como la versión de El Eternauta novelado, que está terminada, con unos dibujos extraordinarios. Y no sale. No sé si en la muestra que se organizó en el (Centro Cultural) Fontanarrosa, habrá alguna página, pero Carlos Barocelli, siempre que puede, exhibe ese material.

-Uno pensaría, con la amplitud cultural que existe en Italia y siendo un mercado con tanta historia detrás, que el tema de la censura estaría superado, pero parece que no. Charlando hace unos años con Gustavo Schimpp, que realizó Belzarek, junto a Lalia, también, me contó de los problemas que tuvieron por la temática religiosa de la obra. Es recurrente, ¿no?

-El conservadurismo en Europa es muy fuerte. Con los sucesivos triunfos electorales de la derecha del último tiempo, se tornó peor. En el país, por ejemplo, tenemos la derecha de ‘las dos vidas’ que son censores, en todo sentido. Directamente.

-¿Cómo ve el mercado en la actualidad?

-Yo creo, sigo creyendo en la historieta en papel. Todavía es un negocio. Porque si no lo es, estamos perdidos, en el sentido de que si no se gana plata, no puede funcionar. Pero hay que hacerlo muy inteligentemente. Hay que seguir el modelo Columba, comprar historias y después ver el dibujo, tratando de que sea lo mejor posible. Hay que lograr buenas historias, que el lector quede satisfecho, que le gusten. Porque si no, si solo son buenos dibujos, la cosa no sirve.

-En tanto guionista de la vieja escuela, ¿observa el trabajo de los creadores más jóvenes? Durante la presentación, por ejemplo, se refirió a Luciano Saracino,  que escribió la ficción ‘Germán: Ultimas viñetas’.

-Sí, Saracino, Diego Agrimbau, también. Algunos guionistas hay, que combinan la vieja escuela con lo moderno. Después está toda la tanda de modernos que es como el dibujo, moderno. Hay muchos más historietistas hoy que cuando había trabajo, pero hay que ver lo que publican. Lo que pueden. Material tenemos, hay gente muy buena. Si nos referimos al dibujo, están los que trabajan para el exterior. Dibujan  excelentemente, todos. Mirá Eduardo Risso, por ejemplo, lo que hace es una cosa de locos.

-A propósito de dibujantes, ¿con qué artista, de su época o actual, con el que no haya trabajado, le hubiese gustado colaborar?

-Estuve a punto de realizar algo con Quique Alcatena, que al final no salió. Me gustaría hacer algo con él. Después, he trabajado con casi todos en estos años.

-Fue la última. Muchas gracias.

-No, gracias a ustedes.

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43 años, Licenciado en comunicación social. Comiquero por naturaleza, casi. Cinéfilo. Voraz lector, ocasional escritor.

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