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Viñetas de festejo

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Viñetas de festejo

Las diez ediciones de Crack Bang Boom en el panorama de la historieta nacional, sus implicancias y significado, en estas consideraciones de Mariano Sicart

El vacío que la desaparición de Leyendas dejó hacia 2008 en quienes amamos la historieta y habitamos esta parte del mundo, fue importante. Difícilmente podíamos llegar a vislumbrar en aquel momento que apenas dos años después, un nuevo y definitivo evento de carácter internacional iba a tener lugar en la ciudad. Pero así pasó. Ya desde su nombre mismo -una genialidad más de Esteban Tolj-, conformado por tres clásicas, universales, onomatopeyas, ‘Crack Bang Boom’ surgía como la perfecta síntesis de lo que pretendía significar, el denominado noveno arte. De aquí, de allá -¿qué más da, en tiempos de afianzada globalización?-. El rasgo identitario resultaba insoslayable.

Su comité organizador, con el -necesario- auspicio de los gobiernos municipales y provinciales, más el apoyo de entidades públicas y privadas, se abocó desde el vamos al desarrollo de una multiplicidad de propuestas que contenían, pero a la vez proyectaban la historieta hacía nuevos espacios, no solo culturales, también geográficos. Con el querido Centro de Expresiones Contemporáneas, CEC, junto a sus galpones ‘satélites’, como base operativa itinerante -que más temprano que tarde comenzó a quedar chico-,  pronto se comenzaron a anexar nuevos lugares. Desde la carpa de los artistas, fundamental trinchera creativa de los incansables hacedores de fanzines, al Teatro del Parque España, pasando por El Cairo Cine Público, el Teatro Municipal La Comedia, el Centro Cultural Roberto Fontanarrosa, hasta los diferentes centros de distrito rosarinos, se vistieron de historieta en algún momento de esta década.

En cada edición, merced a la buena voluntad de todas las partes intervinientes -convocantes y convocadas-, que se apropiaron de la convención para convertirla en un obligado e ineludible punto de encuentro del medio historietístico, la Crack comenzó a crecer. A pasos agigantados. Con notorias visitas de artistas nacionales e internacionales, los primeros sorprendidos con su marcado perfil cultural -elemento distintivo en el circuito argentino desde un primer momento- y los segundos agradecidos por las muestras de cariño dispensadas tanto por los colegas, como por el público de estos lares.

Entre todos. Con los sellos editoriales independientes asignando preponderancia al mes de Octubre en su grilla de novedades. Con el talento de los dibujantes homenajeando a sus pares de ayer y hoy en interesantes muestras temáticas que no dejan de sorprender. Con nuevos y variados proyectos que surgen al calor de la camaradería que se siente en el aire, durante sus agitados cuatro días. Con una apretada agenda de presentaciones, talleres, charlas y retrospectivas en simultáneo que uno llega a amar y odiar, por la imposibilidad física de estar en diferentes lugares a la vez. Con el Concurso de Historieta, abierto y federal, destinado a fomentar nuevos creadores, labor complementada con la presencia anual de diferentes editores extranjeros que vienen en la búsqueda de talentos locales. Con los Premios Trillo, que alientan la producción de material contemporáneo y clásico. Con cosplayers llegando en masa desde diferentes provincias para el célebre desfile del domingo, donde conviven sin tensiones el amateurismo con la profesionalización, bajo una única consigna, divertirse.

En un país que pendula continuamente entre lo que podría ser y lo que termina siendo, donde hasta los más nobles proyectos pasan rápidamente a mejor vida -sea por desmedida ambición, impericia o simple coyuntura-, atravesando tiempos económicamente desfavorables para cualquier tipo de iniciativa que involucre el fomento de la cultura, Crack Bang Boom representa ese sueño persistente, jodido, que se empeña en chocar contra la realidad, las veces que sea necesario, para intentar doblegarla. Año a año, demuestra su vigencia y crecimiento. E involucra muchas más voluntades de las que pueden verse o pensarse.

Su décima edición, que terminó hace una semana, tuvo como leit motiv celebrar la Historieta Argentina -así, con mayúsculas-, reafirmando que sigue entre nosotros, más viva y activa que nunca. La elección, lejos de ser caprichosa, en los tiempos políticos que corren se torna necesaria. Después de todo, no hay brújula mejor para saber adonde vamos, que recordar de donde venimos. Y estos diez años de CBB significan un enorme camino recorrido. En la dirección correcta. Nos vemos en la próxima.

Mariano Sicart

 

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