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Entrevista a Gustavo Schimpp

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Entrevista a Gustavo Schimpp

Durante la novena Crack Bang Boom tuvimos una extensa charla con Gustavo Schimpp (Merlo, 1966), guionista que paseó su talento por Ediciones Récord, Editorial Columba, la recordada antología Hacha y Magma: La historieta arde, para luego permanecer ausente durante mucho tiempo en el mercado nacional, volviendo con dos grandes trabajos, hace algunos años. Su trayectoria, presente y futuro en el medio, a continuación.

-Venís a presentar Ecos de Mundos Posibles, pero también, un nuevo sello editorial ¿cuál es el origen de Gorgona Ediciones?

-Es independiente, su génesis arranca hace veinte años, cuando algunos miembros de Hacha hicimos una revista llamada Cabeza de Gorgona, que por distintos motivos tuvo un solo número (risas). Nos acompañaron grandes nombres, Enrique Alcatena, Eduardo Mazzitelli, Lucas Varela y Ariel Rodríguez Migueres.

Eso fue algo que quedó ahí, una marca. A mí nunca me había preocupado el hecho de que mis historias no se publicaran en el país, pero hace un año atrás, a raíz de haberse editado Wampum y Winwams por Locorabia, mis hijos me dijeron ‘por fin podemos leer algo tuyo’, entonces me di cuenta de que era importante. Dado que actualmente el movimiento editorial de la historieta argentina viene más que nada por lo autogestivo, decidí largarme otra vez. Entonces hablé con Sergio Ibáñez y decidimos hacer una selección de material, para que las historias quedaran amalgamadas bajo una misma unidad temática, ciencia ficción y fantasía, y ahí surgió la idea de vislumbrar otros mundos posibles.

-Se nota una buena complementación entre ustedes. ¿Estuvieron trabajando mucho tiempo para Italia en la realización de unitarios?

-Esa es una pregunta bastante difícil de responder, porque en ese momento el trabajo para Italia era bastante impersonal, en el sentido que yo escribía los guiones, los presentaba en la oficina de Alfredo Scutti en Buenos Aires y no sabía quién los iba a dibujar. A veces nos cruzábamos con Sergio los días de entrega, tomábamos un café y ahí descubría que algunos los terminó ilustrando él. Después, sí, cuando la editorial los publicaba me enteraba sobre los dibujantes. Hicimos, a lo largo de tres años, trece autoconlusivos. Los que quedaron afuera, no cumplían con los requisitos que nos propusimos para esta antología temática, hay algunos más aventureros, o en épocas actuales. Son más tradicionales, de doce páginas en su mayoría.

-El formato está bueno, también, por el tema de la extensión. Veinte páginas permiten un relato algo más redondo, contra las ocho a doce páginas habituales en el mercado italiano.

-Claro, pasa que fueron producidas en un periodo en que desde Italia nos pedían esa cantidad de páginas, permitiéndonos un desarrollo mucho más extenso en el contenido. Cada uno muestra un mundo diferente, con una construcción que parece hecha para una serie. O sea, fueron pensadas como un capítulo piloto, esos siete mundos pueden llegar a retomarse, con otros personajes, contando nuevas historias, a futuro.

-Los que leíamos Hacha, nos quedamos con las ganas de conocer a Belzarek, tras esa primera aparición en el último capítulo de El Inquisidor (Slavich/Lalia). ¿Cómo surgió esa colaboración con Horacio Lalia?

-Pasa que Walter Slavich recibe una propuesta para un proyecto televisivo, que fue El Garante, con los hermanos Borensztein, y deja de colaborar con la Asociación de Creadores de la Historieta Argentina. Horacio Lalia se queda sin guionista, entonces me llama Enrique Alcatena proponiéndome escribir algo para él, si me animaba. Por supuesto que le dije que sí.

Nos reunimos con Horacio para decidir si continuábamos con El Inquisidor o hacíamos algo nuevo. Intentamos charlarlo con Walter, si nos daba el visto bueno, pero estaba en plena producción del programa, por lo que no pudimos comunicarnos con él. Entonces yo le propuse esta idea, la fuimos trabajando, la época, el contexto, hasta que finalmente salió. Belzarek se trata de un demonio, que forma parte de una casta infernal, compuesta por otros once, además del propio Lucifer, un poco emulando los doce apóstoles de Cristo. Igualmente, nuestro personaje protagónico es un monje benedictino, que es su hijo, y por una cuestión que se resuelve durante la historia, tiene que heredar el lugar de su padre. Hay toda una persecución, por parte de otros demonios que quieren derrocar a Lucifer, por lo que Belzarek tiene que encontrarlo para traspasarle su rango. Hasta ahí, lo que se puede contar, sin spoilear.

-Fue una producción para Francia, en formato álbum completo ¿de cuántos tomos consta?

-Originalmente, son tres libros, de los cuáles se publicaron dos. El tercero permanece inédito. El sello, Albin Michel, ya no existe. El fondo editorial fue absorbido por el grupo Glenát, pero a ellos no les interesó publicarlo, pese a estar realizado. Lo ofrecimos entonces en Italia, pero no quisieron arriesgarse, porque la temática religiosa les resultó algo complicada, debido a que plantea complicidades con gente cercana al Vaticano y demás. Ya lleva dieciocho años inédito. Entre los tres tomos, son 132 páginas. Posiblemente, el año que viene vea la luz en nuestro país, por primera vez en forma completa.

-¿Las colaboraciones con Quique Alcatena surgen a partir de coincidir en Hacha?.

-Nos conocíamos desde mucho antes, la época en Ediciones Récord, él estaba al tanto de algunos de mis trabajos, pero durante Hacha coincidimos en ‘Buenos Aires fantástica’, nuestro primer trabajo, que fue una idea suya. Me dijo: ‘tengo ganas de hacer algo con el Obelisco, que salga caminando por Buenos Aires, ¿te animás a escribirlo?’, por supuesto que le dije que sí (risas). Después, para Cabeza de Gorgona comenzamos a hacer el primer capítulo, cero, de ‘Los trabajos de Hércules’, enfocados desde otro punto de vista, que quedó ahí, también.

Para Italia realizamos las historias unitarias de Wampum y Wingwams, que fue nuestra primera serie encubierta, decimos nosotros, porque lo vendimos como unitarios allá, pero el primer y décimo capítulo tienen una vinculación, en cierta forma inician y cierran la historia. Nos entusiasmamos con eso e hicimos otros relatos basados en la mitología japonesa, Tokoyo Monogatari, que casi nadie recuerda, dado que salieron en la etapa final de Hacha y es un material muy difícil de conseguir. A eso siguió un unitario de veinte páginas sobre la obra de H.P. Lovecraft, llamado HPL, que en algún momento, está la posibilidad de continuar como serie, también.

– ¿Cómo vivís esta suerte de cambio de paradigma al respecto del formato de comercialización? Digo, de la época de las revistas de antología en los kioscos, que viviste trabajando para Editorial Columba, al tomo recopilatorio con el que se publica hoy en comiquerías, ofreciendo al lector una obra acabada, no serializada.

-Para mí no es un cambio muy traumático, lo complicado es el hecho de la editorial  autogestiva. Ya no es más como antes, cuando había editoriales, que uno iba, golpeaba las puertas para mostrar su material, y si les gustaba, terminabas trabajando con ellos. Ahora es generarlo uno, editarlo, tratar con las imprentas y defenderlo, mostrarlo. Para transformarte en tu propio editor y sacar un libro, hubo que aprender algunas cosas. Hoy, con la tecnología digital, no se necesita, como antes, sacar tiradas grandes para conseguir un buen precio en imprenta. Con una mínima inversión se pueden sacar tiradas reducidas de material, que te permiten probar y ver qué pasa, sin demasiado riesgo. Después, es contar historias, ya sea para una antología o novela gráfica, adaptarte a los diferentes formatos, pensarlas de forma distinta según el caso. Después está la expectativa de la persona que te lee, eso implica un nuevo aprendizaje, también.

-En ese contexto que describís, supongo que esto, el contacto con la gente, recorrer eventos y convenciones, tiene un costado interesante, ¿no?

-Por supuesto, eso es impagable, algo a lo que no estábamos acostumbrados quienes empezamos trabajando para editoriales. Antes era un trabajo más anónimo, invisible si se quiere. Sí, lo firmabas con tu nombre, o utilizabas un seudónimo, pero el único que te veía la cara era el editor y el tipo que te pagaba. Los lectores no te reconocían en la calle. Eso, sumado a las redes sociales, donde uno, inevitablemente tiene que poner la cara (risas). Por todo esto es maravilloso el contacto con la gente, que te da esa devolución inmediata. Te dicen si le gustó, o si no le gustó también, y te comentan por qué. Es algo fabuloso, verdaderamente.

-¿Primera vez en Rosario? ¿Qué te está pareciendo la Crack Bang Boom, a nivel organización, su perfil?

-Primera vez en la Crack, no en Rosario. Ya había venido en 2001 con aquel especial de Hacha, para una edición de Leyendas. Me parece fantástico, la cantidad de gente, todos muy afables. Más allá de si te compran o no, que es secundario, me refiero a la valoración del trabajo de uno, es impagable. Yo hace treinta años que trabajo como guionista y poca gente me conoce en Argentina. Hoy en día, más o menos.

Entre la publicación de Wampum y Wingwams, Ecos de Mundos Posibles este año, con notas en los medios y presentaciones por todos lados, como que recién ahora  la gente va asociando mi nombre con la historieta, y eso para uno es un mimo, ¿entendés? Después, el contenido relacionado con la historieta que tiene la Crack, no lo he visto en otro lado, por lo menos en las que son grandes y comerciales. En Buenos Aires, por ahí tenemos eventos más chicos, enfocados casi exclusivamente en la historieta, como Dibujados, por ejemplo, que se centra en lo autogestivo e independiente. Las convenciones un poco más grandes, más ambiciosas, recurren a otro tipo de perfiles, donde la historieta termina quedando totalmente desdibujada. Cada uno tiene que hacer su negocio, también, ver por donde le reditúa mejor, es entendible. Pero acá se nota mucho amor por la historieta, en las muestras, en los espacios dedicados a ella. Está bueno eso.

-Ultima ¿hay algún dibujante con el que no trabajaste y te gustaría hacer equipo?

-Sí, lógico. Me gustaría hacer algo con Derlis SantaCruz. Ya hemos estado hablando, pero me gustaría que se concretara. Me quedaron muchas ganas de hacer algo con Juan Zanotto, por ejemplo. No hubo tiempo. El fue la primera persona a la que molesté para iniciarme en este camino, en la época de Ediciones Récord. No te podría nombrar solamente uno, por que hay muchos. Igual, te digo, creo que no me faltó nadie, aparte de Juan, con quien formar equipo en un trabajo. Al menos, de la gente que yo leía antes de empezar a trabajar profesionalmente, artistas con los que crecí como lector.

-Buenos, muchas gracias, Gustavo.

-No, Mariano, gracias a vos.

 

       

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