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Todo lo que no me gustó de La Casa de Papel (Parte 3) y por qué

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Todo lo que no me gustó de La Casa de Papel (Parte 3) y por qué

No hay dudas de que la Casa de Papel es una de las series más populares de los últimos años… pero «Popularidad» y «Calidad» no son sinónimos. O eso piensa nuestro Doc.

Toda obra de ficción demanda del público que acepte como válidas ciertas premisas que no funcionarían en la vida real… y como público, lo aceptamos. Cada vez que los protagonistas sobreviven a heridas que resultarían mortales, se parapetan tras elementos que no son a prueba de balas o realizan hazañas parecidas, no nos importa porque llevamos a cabo un ejercicio conocido como «suspensión de la incredulidad».

La Casa de Papel, ya desde su primera entrega, no requiere que suspendamos nuestra incredulidad. Más bien nos exige que la despidamos sin indemnización, la hagamos escoltar hasta la puerta por personal de seguridad y le gritemos «¡No volverás a trabajar para nadie en esta ciudad!».

 

NO ME LO CREO, TÍO, NO ME LO CREO

Las primeras dos partes de esta producción española giraban en torno a un variopinto grupo que, liderado por El Profesor (Álvaro Morte) lleva a cabo un audaz plan para robar la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre. Los gestores del golpe, él y su hermano Berlín (Pedro Alonso), no se ven a sí mismos como ladrones sino como libertarios que luchan contra el sistema, llegando a tener el descaro de apropiarse del himno partisano Bella Ciao. El golpe sale bien, aunque no sin algunas bajas, y los miembros de la banda se dispersan por el mundo para disfrutar de los millones de euros obtenidos.

En el primer episodio de esta tercera parte encontramos a Tokio (Úrsula Corberó), quien al igual que en la temporada anterior oficia de relatora, y su compañero, Río (Miguel Herrán) en una playa del caribe. Cuando ella decide que está harta de su retiro y se va en busca de un poco de ruido el muchacho rompe el estricto protocolo de ocultamiento y acaba cayendo en manos del gobierno español, que en los dos años que pasaron no ha parado de buscar infatigablemente a los responsables del robo. Tokio pide la ayuda de El Profesor, quién vuelve a congregar al resto del equipo y pone en marcha un plan para rescatar al chico… y de paso, realizar un asalto aún más espectacular.

Teniendo en cuenta que Río está preso y siendo torturado en una cárcel clandestina, seguramente hubiera sido mucho más sencillo y barato comprar un par de funcionarios para tenerlo en la calle en cuestión de horas. De hecho, esta gente tiene el dinero suficiente como para asegurarse inmunidad de por vida, aunque eso no habría sido romántico… ni lucrativo. Así que allá vamos de nuevo.

Esta vez el objetivo del atraco es el Banco de España (si la serie continúa, acabarán llevando al gobierno ibérico a la bancarrota), más específicamente su reserva de oro. El plan no pertenece a El Profesor, sino que es fruto de la (retorcida) mente de su hermano, por lo que es una especie de homenaje o venganza póstuma. Para llevarlo a cabo se sumarán la ex-rehén Mónica Gaztambide (Esther Acebo), ahora conocida como Estocolmo (guiño-guiño), la ex-policía Raquel Murillo (Itziar Ituño), apodada Lisboa y unas cuantas caras nuevas entre las cuales la más notoria es Palermo (Rodrigo de la Serna), cuya misión es reemplazar a Berlín como líder y también como catalizador del desagrado de sus compañeros. Lo que no evitará que el carismático personaje fallecido en la anterior entrega esté presente en forma de flashback, porque el fanservice garpa. Otro que regresa es Arturo Román (Enrique Arce), para ocupar nuevamente el lugar de alivio cómico y oposición moral a los protagonistas. Pero el enemigo principal de la temporada es Alicia Sierra (Najwa Nimri), responsable primero de torturar a Rio y posteriormente de hacerse cargo del operativo policial para resolver el robo.

 

TE AMO, TE ODIO (DAME MAS)

Como dejo claro en el comienzo de esta nota, una de las razones por las que esta serie no me convence es el cúmulo de casualidades, mal manejo policial, errores ridículos y deus ex machina que son precisos para que el robo se concrete. Es cierto que todas las tramas de «plan perfecto» tienen cuestiones cuanto menos improbables o la vida real estaría llena de asaltos exitosos, pero el guion de La casa de papel no solo hace un eventual uso de esos recursos, más bien depende completamente de ellos para poder avanzar. Pongamos que la vez anterior los agarraron desprevenidos, pero el gobierno español parece no haber aprendido nada de la experiencia y se apura a caer en la maquiavélica trampa.

Otro punto que todas las historias sobre robos tienen en común es que el auténtico protagonista es el delincuente, que acaba por ganarse la simpatía del público. Pero es raro que se ponga a sí mismo en el papel de héroe, cosa que sí hacen (y constantemente) los protagonistas de la serie. Por dar un ejemplo, Dalton Russell (Clive Owen), personaje principal de Inside Man (2006), sin duda una de las principales películas de las que roba ideas «fuentes de inspiración» de la serie, en ningún momento intenta hacerse pasar como otra cosa que lo que es: un ladrón. Sin declaraciones panfletarias ni populismo barato, solo el genuino y «honesto» interés en el dinero. Y su oponente, el Detective Keith Frazier (Denzel Washington), es un digno rival intelectual, lo que establece entre ambos un duelo interesante y bien desarrollado, dónde el equilibrio de fuerzas hace que, del otro lado de la pantalla, cada cual decida por quién «hincha».

En La Casa de Papel, por el contrario, los opositores o no están a la altura o son demasiado desagradables como para que nos «pongamos de su lado». El contrapunto de la temporada pasada acabó en un romance por demás de inverosímil, pero no sin que primero la inspectora demostrara su estupidez hablando por teléfono sobre temas sensibles en lugares públicos y paseándose por las escenas del crimen con un tipo que acaba de conocer. Su reemplazo como encargada de desbaratar los planes de El Profesor parece menos propensa a la tontería crónica, pero difícilmente nos llegue a caer bien ya que no tiene empacho en utilizar la tortura para extraer información de un delincuente y encima… ¡fuma estando embarazada!

Como mencionaba más arriba, otro antagonista es Arturito, personaje con el que los guionistas se han cebado injustamente. Al comienzo de la temporada lo encontramos explotando la fama ganada a partir de haber sobrevivido al atraco, reinventándose a sí mismo como Gurú de Autoayuda. Por más que pinte un retrato bastante falso de sí mismo, no puedo menos que estar de acuerdo con la forma en la que describe a la banda. Mas adelante es llamado como consultor independiente por la policía y en otro ataque de inverosimilitud, consigue acabar convertido de nuevo en rehén. No se puede decir que el tipo sea precisamente una joyita: no le dudó en sacarse de encima a su secretaria y amante en cuanto supo que esta estaba embarazada y ahora seguramente hará lo que esté en su mano para quitarle a su hijo. Pero mientras a él se lo condena sin miramientos, al psicópata de Berlín se lo presenta como un héroe, salteándose elegantemente el pequeño detallito de que no tuvo reparos en aprovecharse de la indefensión de una rehén para violarla, entre otras linduras. Como diría Lionel Huts «está el psicópata y EL PSICÓPATA»

LA CULPA NO ES DEL CHANCHO

En uno de los primeros episodios, El Profesor alardea ante su equipo de que cuentan con un notorio apoyo popular y como prueba, muestra escenas de manifestaciones callejeras en las que la gente luce el atuendo típico de la serie: los monos anaranjados y las máscaras de Guy Fawkes Dalí. Aunque lo primero que se nos venga a la cabeza al verlas sea el paralelismo con el grupo de cyberactivismo Anonymous, se trata de tomas reales de fans de la serie en distintos lugares del mundo. La verdad es que los números de la serie son impresionantes. Según Netflix, solo en la primera semana, esta tercera entrega había sido reproducida en 34.355.956 de hogares. No se puede culpar a los guionistas por darle al público lo que le gusta.

Si te parás a pensarlo, la enorme complejidad del plan no cierra. La supuesta moral de los protagonistas, que se presentan a sí mismos como representantes del «hombre común» pero no tienen empacho en hacer que la policía reprima y gasee a la multitud si eso sirve como distracción, no cierra. La torpeza policial, no cierra. Pero solo si te parás a pensarlo. Si no te parás a pensarlo, si no solo suspendés la incredulidad, sino que la eliminás por completo, entonces podés sentarte a ver unas cuantas horas de puro entretenimiento, podés disfrutar con los giros de la trama (que los tiene y para mi sorpresa no están nada mal) podés odiar a los que te dicen que son los malos y amar a los que te dicen que son los buenos. Podés disfrutar de una producción de corte prácticamente hollywoodiense. Y cuando los ocho episodios que conforman la temporada se terminen, podés sentarte a comerte las uñas con el cliffhanger final hasta que se estrene la cuarta parte.

Y aunque pueda parecer lo contrario, no creo que eso sea malo. Al que le gusta, que la vea y al que no, que la critique. Después de todo, como diría el Nano… «que le va usté a hacer… ha de haber gente pa´todo».

 

 

#Culturanerd - Periodismo de corte fantástico

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