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Hostages: rehenes de la mediocridad

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Hostages: rehenes de la mediocridad

Seguimos repasando series de orígenes «no habituales» y esta vez le toca el turno a una producción israelí que en principio pinta bien… pero se destiñe rápidamente.

Una de las ventajas de tener Netflix es que nos da acceso a producciones de diversos lugares del mundo, ampliando de esa manera los habitualmente limitados horizontes geográficos del público local, generalmente circunscriptos a series y películas norteamericanas. De esa forma se descubren joyas como La Trêve (Bélgica), Trapped (Islandia) o Arenas movedizas (Suecia) que de otra forma quizás no hubiesen llamado la atención de los televidentes.

Casi siempre que me cruzo con alguna serie de origen «exótico» me lanzo ávidamente sobre ella, y no siempre me va bien.

ACOMPÁÑENME A VER ESTA TRISTE HISTORIA

La premisa de Hostages, Rehenes o según su título original, Bnei Aruba, es la siguiente: la Doctora Yael Danon (Ayelet Zurer) es la mejor cirujana del mejor sanatorio de Israel. Tal es su capacidad, que el Primer Ministro Shmuel Netzer (Shmil Ben Ari) confía en ella para que le realice una delicada operación. El día anterior a la cirugía, tres hombres armados entran en su casa, secuestran a su familia y le plantean un trato muy simple: Netzer debe morir durante la intervención o serán su marido y sus dos hijos quienes dejen este valle de lágrimas. Sin duda, una oferta que no puede rechazar ¿o sí?

La premisa es interesante y en un principio, el desarrollo también lo es. La lucha de voluntades entre la cirujana, que intenta proteger a su familia pero no quiere cometer un asesinato y el líder de los secuestradores, que debe obligarla a cumplir su encargo mientras lidia con las personalidades de sus subordinados y las presiones de quienes lo contrataron, mantiene la tensión y el interés bien altos. Lo más flojo del argumento es que resigna la credibilidad en aras de la causalidad narrativa. Los rehenes, por ejemplo, pasan de estar fuertemente vigilados en algunos momentos a moverse con absoluta libertad en otros, según convenga más a los guionistas.

El tratamiento de los personajes es bastante bueno, pero no logra despegarse de algunos arquetipos, sobre todo en lo que respecta a los secuestradores. Así Guy (Tomer Capon), el más joven de ellos, se transforma tan rápida como previsiblemente en interés romántico de la hija adolescente de Yael, Neta (Liat Stern), mientras que el grandote Alex (Mickey Leon) a duras penas logra controlar su temperamento y desafía constantemente al líder, Adam (Jonah Lotan), quien por supuesto es un estratega de una capacidad intelectual descollante. Los miembros de la familia están mejor desarrollados, principalmente la cirujana y su esposo, Ben (Micha Celektar) a los cuales se dota de conflictos internos que aportan credibilidad.

La trama tiene sus giros, algunos que se ven venir de lejos y otros que no tanto. Lo mejor quizás sea que lo que inicialmente parece un golpe terrorista, acabe siendo una movida de política interna e intereses económicos: he allí un lugar común en el que sí que evitaron caer. El final está bastante bien logrado, aunque por aquello de generar empatía en el público y a la vez sorprenderlo, hayan decidido incluir una vuelta de tuerca que solo se sostiene por un cúmulo de coincidencias prácticamente imposibles de creer.

La serie se estrenó en 2013 y consta de 10 episodios. Podría considerarse autoconclusiva, pero deja los suficientes cabos sueltos como para volver con una segunda parte. Y ya se sabe lo que dicen…

SEGUNDAS PARTES NUNCA FUERON BUENAS

Los guionistas se tomaron tres años para orquestar el regreso, estrenándose el primero de sus 12 capítulos el 9 de febrero de 2016. No voy a profundizar demasiado en la trama, para no spoilearles la primera parte, pero haré lo posible por darles una idea de qué va.

El mismo equipo (o casi) de la primera temporada se ve involucrado nuevamente en una situación de rehenes, esta vez  en una iglesia abandonada en las afueras de la ciudad. El motivo por el cual se encuentran en ese brete está directamente relacionado con el giro final de la primera parte. Si con respeto a la temporada original decíamos que tenía una premisa interesante malograda por un mal manejo de guión, esta vez nos encontramos con un argumento directamente insostenible.

Las coincidencias fortuitas, que menoscababan la historia original, aquí son prácticamente la base misma del guion, haciendo que hasta un episodio de Brigada A resulte más creíble. No le falta casi nada del Manual De Cosas Que No Deben Hacerse En Una Serie: muertos que resultan no estarlo, fuerzas de elite que no aciertan un tiro a 10 metros, personajes que cambian de actitud con una liviandad que hace ver a la Inspectora Murillo (La Casa de Papel), como todo un ejemplo de coherencia interna; y por supuesto, mucho, mucho, pero mucho deus ex machina.

Para colmo, aunque el final cierra la historia nos deja con un cliffhanger gigantesco.  Ignoro si eso se debió a que estaba en los planes de los responsables del show la idea de generar una tercera temporada, pero hasta el momento no lo han hecho.

FINAL LIBERADOR

En resumen, aún con sus falencias, la primera parte de la serie no deja de ser un buen título. Atrapa, tiene buen ritmo y está bien actuado. La segunda entrega, por el contrario, es totalmente prescindible… y para peor, más larga. Así que el espectador enfrentará el dilema de ver solo la primera parte y quedarse con alguna que otra espina o bien verla completa y quedarse con la bronca.

Como curiosidad, les cuento que esta serie supo tener su versión norteamericana, producida nada menos que por Jerry Bruckheimer (Cold Case, CSI, Dark Blue) para la CBS. Contó con la australiana Toni Collette (Little Miss Sunshine, Sexto Sentido) como la doctora Ellen Sanders y Dylan McDermott (American Horror Story) como el Agente Especial (y secuestrador a tiempo parcial) Duncan Carlisle. Sus quince episodios se emitieron entre el 23 de septiembre de 2013 y el  6 de enero de 2014 y tuvo tan baja audiencia que no fue renovada.

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