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Prostituyendo el vicio (una historia de fichines)*

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Prostituyendo el vicio (una historia de fichines)*

Crónica que tiene como protagonista al último salón arcade de la ciudad de Rosario.

Billy en realidad respondía al nombre de Nico y entre el sin fin de calificativos que lo definían ante todo era mi amigo. Un gran amigo, quizás el menos avispado de los que tenia.

Su apodo no era un mero capricho pues estaba literalmente obsesionado desde fines de los ochenta con un fichin denominado Double Dragón que descubrimos, jaimito en mano, en un ignoto local cercano a las cuatro plazas de Rosario denominado Hollywood. La vida de ambos, y en líneas generales de todo niño oriundo de Barrio Belgrano, básicamente pasaba por ver quién conseguía ser el protagonista del juego y esquivar así al afeminado y menos agraciado player 2. Lógicamente la suerte ya desde temprana edad me era esquiva, y así fui durante varios años el “infante Jimmy Lee”.

Tal era la fascinación que Billy sentía por el game que la mitad del día recitaba un onomatopéyico “tapish” y ensartaba algún que otro codazo característico del personaje a quien se le pusiera delante.

Hoy, varios años después, las cosas no cambiaron mucho. Y si bien sus métodos ya no responden al Billy propio del juego, sí lo hacen respecto al Nico de cachiporra, gorra y mirada perdida al servicio de la policía de Santa Fé.

Los términos pausa y reflexión rara vez formaron parte de su repertorio. Sin embargo y lejos de constituirse en una falencia, esto le permitió ser un tipo sincero, un tipo que no cuenta aquellas que cree son sus verdades, sino que las escupe. Así lo hizo esa tarde casi primaveral.

– ¿Sabes por donde pase?

– Por la panadería gordo.

– Aparte boludo. Me pase por el Sacoa del Village.

– Jódeme que te afanaron…

– La infancia me afanaron. ¿Sabías que esos hijos de puta siguen con la tarjetita del orto?

– Gordo superalo…hace 10 años que jodes con lo mismo. Es idéntica mierda.

– A ver si entendes, la maquinita te pide fichas en un claro INSERT COIN, pasarle una tarjeta es ir en contra de la naturaleza misma del aparato.

– Che “rebelión de las maquinas” y si ¿te compramos unos cospeles?

– Seguro boludo… ¿vos que escribís?

– Agarra el bolso y te cuento.

Please Insert Coin

La Rosario de los 90 trajo consigo más allá del auge de video clubes y parripollos el boom de Salas recreativas, un boom tan increíble como aquel que instauraba que a los rosarinos les interesaba el paddle.

Para la gran mayoría, entre la que me incluyo, los mismos no eran salas recreativas, sino colosos llenos de fichines. Los menos y mayor instruidos, los llamaban “Arcades”. El término por supuesto no nace aquí sino en el país cuna del Big Mac y tiene un origen si se quiere arquitectónico. Lo que en Argentina llamaríamos coquetas galerías, allá eran “Shopping arcade”. De allí tomaron su denominación en una más que clara alusión a la construcción de las mismas que se exponían en forma de bóvedas o “arcadas”.

Estos cosos grandes si bien acarrean más de 40 años de historia sobre sus espaldas, alcanzan relativa importancia a partir de 1978. Space invaders iniciaría la llamada golden age caracterizada por el advenimiento de increíbles mejoras gráficas y sonoras.

Hay quien afirma que Toshihiro Nishikado (creador del juego) se inspiro en la “guerra de los mundos” para crear al matamarcianos por excelencia.

Además introdujo la “pica” o competencia entre jugadores al implementar un sistema basado en puntos que se veía reflejado en un gigante marcador con las iniciales del jugador que al compás de chiva, chiva defenestraba a sus pares.

El fin de esta era se sitúa en el año 1984 con la llegada del juego Paperboy – un canillita pasado de vueltas- que coincide con la utilización de procesadores de 16 bits mucho más potentes. Esos cinco años forjaron la historia ofreciendo títulos como Asteroids, Galaxian, Pacman y Donkey Kong.

Rosario brindo montones de estos salones, conglomerando una cantidad infinita de muchachotes con tiempo y dinero suficiente para pasar mañanas y tardes enteras. Así las chupinas estaban a la orden del día y con ellas la más que fiable posibilidad de quedarnos libres.

¿Qué fue de esos lugares y de ese tiempo en el que ni por casualidad veíamos un culo o una teta?

Ni idea, pero tenía todas las intenciones de averiguarlo.

Mission 1:

La odisea no me encontró solo. Allí estábamos Billy y yo como en el mejor Beat´em up aunando nuestras fuerzas “like the old times”. Esta no se trataba de una búsqueda más. No eran dos pibes caprichosos en busca de unos simples juegos. Tenía la latente sospecha de era algo más que eso.

Hurgábamos nuestro pasado intentando hallar quien sabe que cosa. Evidentemente algo perdido allá en los noventa, algo que se nos pianto al mismo tiempo que lo hacia nuestra infancia. Quizás no buscábamos otra cosa que volver el tiempo atrás, un cierto resto de inocencia o la posibilidad de tener aspiraciones y sueños nuevamente.

Acaso no buscábamos ni drogas ni descontrol…pero sí fichines y Rock and roll. Quién sabe, lo cierto es que sea lo que sea…nadie puede afirmar que fuera poco.

Los barrios ya nada tenían que ofrecer. Barrio Belgrano, como mencionamos, había sufrido hace tiempo el cierre del gigante “Hollywood” y por intuición estimamos que el resto había corrido la misma suerte. Más si tenemos en cuenta que en los barrios nunca hay una moneda y sin monedas por ende no hay fichin que resista.

El centro por antonomasia fue sinónimo del vicio, por lo menos de este, y como gobierno de turno como primera y única medida nos fuimos directo para allá.

Mission 2:

El “153” ancló sobre Pellegrini solo para bridarnos los primeros  indicios de que esta tarde-noche tendría como protagonistas a las “malas noticias”.

El “Avenida” ubicado entre las calles Sarmiento y San Martín no ofrecía siquiera sus ruinas puesto que en su lugar la opción de una grande de Muzarella resplandecía. Hermosísimo sitio venerado por nosotros y por tantos otros. Recuerdo el sobrio pool que ofrecía y la presencia del Striker 1945 (un grosísimo Shoot´em up del año ´96).

Proseguimos el camino prácticamente sin hablarnos. El silencio bastaba y denotaba que el “adiós” seria “la” constante de las próximas horas. Así despedimos a “Rumores” (no el de Monti y Roccasalvo), que persistió unos años más en Mitre y 9 de Julio y que hoy presenta un improvisado taller mecánico.

Los mostros también habían muerto. Sencillamente dejamos de prestarle atención y cayeron como en aquel, también noventoso, episodio de los Simpson.

En Sarmiento entre San Juan y San Luis estaba el primer “American”, actualmente una casa de electrodomésticos y no de las más baratas. En San Martín casi esquina Rioja y de manera imponente se erigía un “Broadway” que años después muto dueño y nombre al “American” que todos conocimos. Hasta hace solo unos años permanecía el inmenso local brindando un segundo piso plagado de clásicos y un cartel atípico e irrisorio para el nuevo milenio: 1 ficha: 2 créditos.

Finalmente despedimos a Las Vegas ubicado en las calles Sarmiento entre Córdoba y Santa Fe. El mismo permite con su fachada realizar el mejor análisis de la situación: el rubro murió y del mismo solo persisten las rebajas. Allí y a través de persianas bajas se ofrece un cachito de historia y congoja a 400 o 500 pesos. Seguramente el precio de nuestra niñez.

Last Mission: Bowling 10

Billy bruscamente giro su cabeza gritando cuál si de un navegante se tratase: – ¡mira el Bowl 10! – podría haber gritado tierra, tierra…prácticamente eran la misma cosa.

Bowling 10 se emplaza desde hace años sobre la peatonal Córdoba y es desde la misma cantidad de tiempo el referente insoslayable de los fichines en la ciudad de Rosario.

Ahí presente y resistente a los avances de la tecnología, de las cambios de vida y de la muerte mundial de los Arcades, el Bowl pregona una asistencia perfecta.

Ingrese buscando lo que Berugo Carambula resumió en un conciso Alcoyana-Alcoyana: Coincidencias.

Ahí me esperaban la misma caja, las mismas caras. Dudo que en algún momento estas cambien, pues han conseguido lo que nosotros añoramos cada vez que recordamos al Cablin: esquivaron la adultez y para ello resignaron cosas tan importantes como conocerle la cara a dios. Unos auténticos valientes.

Un fugaz vistazo pone de manifiesto aquellas cosas que resulta imposibles pasar por alto. Desde el vamos un inmenso cartel nos invita a festejar nuestro cumple ahí. Y hacia la derecha, una recién estrenada heladería nos espera donde años antes (quizás nadie lo recuerde) se ubicaban computadoras en pleno auge de los cibers en la ciudad.

Manotazos de ahogado dirán algunos, una forma de prostituir el vicio pensaran otros. Lo cierto es que el sitio ya no derrochaba la virilidad que lo caracterizaba.

Por excelencia el mismo era un cúmulo insufrible de huevos y nido de púberes desbordados de granos y ganas descomunales de mojarla por primera vez. En fin no era un lugar para cualquiera. Sin embargo cada una de estas acciones evidentemente insistían con conseguir que así lo sea.

Hurgue mis bolsillos y di con un puñado de monedas que serian la envidia de cualquier kioskero. No necesitábamos, y ni siquiera teníamos, billetera la primera vez que concurrimos y no había por que contar con una ahora. El dinero es cosa de adultos y claro esta, intentábamos por todos los medios evitar serlo.

-Dame todo esto de fichas.

Todo esto evidentemente no alcanzaba para mucho, pues solo cinco fichas se presentaron ante mis ojos. Billy no consiguió mucho más.

Si la gran mayoría encierra un preciso recuerdo del lugar se asombrara de lo poco que ha mutado la cosa.

Los tubos se funden reproduciendo los mismos juegos de antaño. El King of Fighter aun es la vedette del salón y por ello los mejores mueblen lo cobijan. Cada nueva edición del juego estrella de SNK traía consigo una sucesión de numerosos torneos. Así se sucedían el KOF 97,98 y 99.

Más allá y casi sobre el final del pasillo se seguían ubicando aquellos juegos propios del escaso género femenino. Games como el Tetris y el Puzzle bubble ansiosamente las esperan en arcades cómodos con apoya trastes similares a sus adoradas mesitas de té.

El hombre es, para el local, básicamente un animal y como tal merece cagar de parado como invitan hacerlo sus baños.

Billy no estaba satisfecho e insistía con hallar alguna novedad. Obviamente esta no existía, y posiblemente lo más cercano al concepto se exteriorizaba ocasionalmente con algún sabor experimental proveniente de la heladería. Reí con la idea y opte por completar la sugerencia de “nuevos sabores” con un viejo sueño: el sabor a churro.

De la gran variedad de flippers que tenía el lugar se mantienen solo dos. Uno el Letal Weapon 3 y el otro el Expedientes X. Nunca fui demasiado bueno – incluso el demasiado está de más – sin embargo los adoraba. Proyecte entonces mi futuro parkinson en ambos cachivaches obteniendo como resultado más de veinte minutos de juego (nada mal), una bola extra y mucha bronca y promesa de aumento de sueldo descargada.

Incansable y atemporal – como la mayoría de los buenos arcades – se presento ante mí el Virtua Tennis de Sega.

No existían ni Federer ni Nadal…pero ahí estaba Tommy Haas. El alemán me permitió alzarme con todos los grands slams del año en poco menos de media hora barriendo con viejas glorias ya retiradas como….

¡TAPISH! – Un fuerte grito me trajo nuevamente a la realidad, un grito cálido, conocido y que se repetía hasta el hartazgo.

En uno de los muebles, seguramente el que mejores condiciones presentaba, Nico o Billy nuevamente se mostraba frente a frente con su infancia.

Le recalque que no era lo mismo, que ese Double Dragon que jugaba era producto de una especie de Mame a gran escala. Billy no entendió – ni siquiera sabía qué carajo era un mame al igual que la mayoría de ustedes- no volteo, ni mucho menos intento escucharme. Sin embargo sonrió, y eso me basto.

– Están todos acá: el Street Fighter, el Final Fight, el de los Simpson, el de vaqueritos que te gustaba a vos… ¿te acordás? Vos eras Cormano… – expreso casi con lágrimas en los ojos.

Y sí me acordaba. De todos y cada uno de ellos. Extendí mi mano y le alcance las dos fichas que me restaban. Solo me dispuse a mirar pues caí en cuenta que lo había perdido desde el preciso momento en que juntos ingresamos. Ya no tenía idea del tiempo, de las 12 horas laborales que lo esperaban mañana y ni siquiera había encendido un solo pucho.

No volvió a mencionar mi nombre, no obstante al cabo de 15 minutos dijo.

– Jimmy agarra una y colate.

Y así lo hice.

 

 

*Crónica originalmente publicada en la revista “Rosario Gonzo”.

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Su título reza que es periodista, casi un 007, pero es lo de menos. Lo verdaderamente importante es que todavía sueña con lo que va a ser cuando sea grande.

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