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Muñeca Rusa: Morir es partir un poco

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Muñeca Rusa: Morir es partir un poco

En esta nota intentamos ensamblar las piezas de una comedia dramática que es como un rompecabezas en cuatro dimensiones.

Nadia Vulvokov (Natasha Lyonne) es una neoyorquina de pura cepa: cínica, individualista, algo promiscua, consumidora de todas las drogas posibles. Se gana la vida como desarrolladora en una empresa de videojuegos y se rodea de un variopinto grupo de amigos. El día de su cumpleaños número 36 la sorprende la muerte, pero no se preocupen, porque no es muy definitivo. Inmediatamente después de perder la vida, volverá a aparecer en el baño del departamento en el que se está llevando a cabo su fiesta, aunque esta segunda oportunidad no le servirá de mucho, porque haga lo que haga, acabará muriendo y reiniciará el ciclo.

SI TE HE VISTO, NO ME ACUERDO

No se puede decir que este recurso sea precisamente original. El primer antecedente que nos viene a la memoria es El día de la marmota (Groundhog Day) aquella comedia romántica de 1993 en la que Bill Murray se veía condenado a vivir una y otra vez las mismas 24 horas hasta que encontraba la forma de concretar su relación con Andie MacDowell, pero no es el único. Mucho más acá tenemos Feliz día de tu muerte (Happy Death Day), película estrenada en 2017 cuya secuela se presentó recientemente, y en la que Theresa Gelbman (Jessica Rothe) revive una y otra vez el día de su cumpleaños, solo para ser asesinada al final de cada jornada. Incluso Netflix ha coqueteado con una idea similar en su producción original The Good Place (2016 – 2019), en la que unos humanos condenados al infierno ven sus memorias «reiniciadas» en reiteradas ocasiones, para volver a empezar de cero cada vez.

Sin embargo, los creadores del show (Leslye Headland, Amy Poehler y la propia Natasha Lyonne) logran refrescar la idea. El quiebre ocurre tras un par de episodios, cuando Nadia descubre que no está sola en el bucle temporal: Alan Zaveri (Charlie Barnett) comparte su aciago destino de morir y renacer. A partir de ese momento, ambos tratarán de encontrarse en cada repetición para juntos descubrir las posibles causas de lo que les está sucediendo y hallar una forma de romper el ciclo. Alan no podría ser más opuesto a Nadia: es ordenado hasta lo obsesivo, ha estado en una relación hace más de nueve años y se sostiene repitiendo frases de afirmación personal como si fueran mantras.

La química entre ambos funciona muy bien, sin necesidad de caer en el lugar común de la atracción de los opuestos, lo que acabaría por darle a la historia un tinte de comedia romántica que ni tiene ni precisa.

CEBOLLAS, OGROS Y HELADO NAPOLITANO

El título de la serie no es casual, ya que al igual que las mamushkas, esas muñecas eslavas que al abrirse revelan una copia mas pequeña en su interior, el guion se abre lentamente para revelar capa tras capa de sutiles referencias y posibles interpretaciones. ¿Es una metáfora sobre las drogas y lo difícil que resulta para un adicto romper el ciclo autodestructivo en el que se encuentra inmerso? Así parece indicarlo el constante consumo de estupefacientes de los personajes y, más sutilmente, el tema que la protagonista escucha cada vez que revive: Gotta get up, cantada por Harry Nilsson, quién murió de sobredosis a los 52 años. ¿O trata sobre las crisis de la mediana edad? No en vano todo comienza precisamente el día en que Nadia cumple 36 años, una edad que tiene particular relevancia para la protagonista pero que para cualquier persona constituye el punto en el que comienza a encarar la recta final de la vida. ¿O quizá sobre las crisis existenciales? Así parece indicarlo el personaje de Alan, que tendrá que morir una y otra vez para aprender un par de cosas sobre cómo ha estado viviendo. ¿O el eje de toda la historia, al fin de cuentas, es la culpa? La culpa con la que carga Nadia, tanto por la muerte de su madre como por las posibles consecuencias que sus sucesivas muertes podrían tener sobre sus afectos.

«Un acertijo envuelto en un misterio dentro de un enigma» así es como Winston Churchill definía a la Madre Rusia. «Los ogros son como las cebollas, tienen capas», le explicaba Shrek a Burro en la cinta de 2001. Cualquiera de estas definiciones puede aplicarse a Russian Doll, una historia que, al igual que «La bola en la ingle», funciona a muchos niveles.

«LA VIDA ERA MUY DOLOROSA, O ELLOS ERAN MUY FRÁGILES»

Muñeca Rusa es una comedia dramática que se desvela a sí misma a lo largo de tan solo ocho episodios, de no más de media hora cada uno. Poco menos de cuatro horas en total, suficientes para meter filosofía, religión, multitud de referencias a la cultura pop y frases inolvidables, como la que elegí para titular este último segmento. Tras terminar de verla, probablemente les queden dos sensaciones: la de que cerró tan bien que no debería tener continuaciones y la de que deberían ver esta temporada de nuevo, quizá prestándole más atención a los detalles. Si bien el segundo no es mal plan, con respecto a la primera afirmación, hay que tener en cuenta que los productores presentaron originalmente a Netflix un desarrollo en tres temporadas. Así que, aunque parezca autonconclusiva, podemos esperar que esté de regreso y no con una ampliación forzada, como otros productos exitosos de la plataforma.

 

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