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Despidiendo al maestro

Tal vez las nuevas generaciones conozcan a Stan Lee (1922-2018) por alguno de sus 46 simpáticos cameos en las adaptaciones de personajes pertenecientes a Marvel Comics en cine o TV, desde la lejana The Trial Of The Incredible Hulk (1989) a la flamante Venom (2018), que le han dado un status de leyenda viviente ante propios y extraños. Lo cierto es que ese dicho popular que lo sindica como ‘el tipo que inventó Marvel’, tantas veces escuchado en las salas cinematográficas pronunciado por legos, tiene, como toda expresión coloquial, algo de verdad. Mucho, en este caso.

Oriundo de Manhattan, Stanley Martin Lieber, tal su verdadero nombre, entró a trabajar con apenas veinte años a la entonces Timely Comics, propiedad del también legendario Martin Goodman, con la intención de emular a los escritores que idolatraba, Arthur Conan Doyle, Robert Louis Stevenson o Edgard Rice Burroughs. El debut no pudo ser más promisorio, dos páginas protagonizadas por el mismísimo Captain America, firmadas bajo el seudónimo con el que pasaría a la historia. Pero la Segunda Guerra Mundial, llegó a su fin, y pronto los superhéroes dejaron de ser negocio, por lo que las décadas venideras lo encontrarían escribiendo cómics románticos, relatos bélicos y westerns, en una etapa de gran aprendizaje.

La década del sesenta significó el inicio de la Silver Age, una nueva etapa de esplendor para el género superheroico, de la mano de la rebautizada Marvel Comics, con conceptos y personajes innovadores para el medio todo, marcando el camino que más temprano que tarde, tuvo que empezar a transitar su competidora directa, DC. Colaborando con talentos como Jack Kirby, Steve Ditko y Don Heck, entre otros, fue gestando la ‘plana mayor’ de la Casa de las Ideas, personajes como Spiderman, Dr. Strange, Hulk, Daredevil, Thor, Iron Man, y grupos como Fantastic Four, Avengers y X-Men. Paralelamente, el guionista se fue retirando para dejar paso al editor, rol en el que impulsaría el desarrollo de la industria tal y como hoy la conocemos, no sin antes delegar labores en su ayudante, un todavía joven Roy Thomas.

Probó todas las variantes, desde humanizar a los personajes hasta mezclar géneros tan disímiles como la mitología, el terror o la ciencia ficción, sazonando el cóctel con algo de perspectiva social y ese pulso melodramático que manejaba como pocos. Después de todo, la cultura pop habilitaba, y Stan -& company- generaban nuevos éxitos, siempre arriesgando algo más que el resto en esos años, plenos de experimentación. No llegó a alejarse por completo del negocio editorial en ningún momento, su figura y estilo se fueron acrecentando a medida que la industria del cómic de superhéroes ganaba influencia a nivel mundial, expandiéndose hacia otros medios.

Carismático y polémico, dividió las aguas entre los que lo idolatraban y defenestraban; cómo suele suceder en estos casos, ambos tenían sus motivos. Lo que resulta incuestionable, es el significativo aporte que hizo a la cultura de masas. Creador, publicista, editor, cazador de talentos, productor y hasta actor, desde ayer el mundo lo extraña. Su legado al noveno arte perdurará, ¿qué duda cabe? Nuff Said.

#Culturanerd - Periodismo de corte fantástico

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