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Moonwalker

Análisis del número 43 de la colección Los Héroes Más Poderosos De Marvel, de Editorial Salvat, con los seis cómics que conforman la etapa de Warren Ellis y Declan Shalvey en Moon Knight

Cuatro personalidades

Mediados de la década del setenta, la moda del cine del terror ve cómo pasa su cuarto de hora en Hollywood, mientras un nuevo subgénero comienza lentamente a ganar terreno, el de los antihéroes urbanos violentos. Clint Eastwood, Charles Bronson y Chuck Norris son los abanderados de esta tendencia, destinada a explotar en la década siguiente, que pasaría a conocerse popularmente por estos lares, como ‘cine de acción’. Marvel Cómics, que siempre supo estar atenta a estos cambios en la meca de la industria del entretenimiento para reinventarse una y otra vez, toma nota.

Al igual que tantos otros personajes segundones de la ‘casa de las ideas’, Moon Knight surgió como adversario del protagonista de un título, al que difícilmente podríamos calificar de héroe, puesto que era un licántropo. El número 32 de Werewolf By Night, escrito por Doug Moench, dibujado por Don Perlin y entintado por Howie Perlin, presenta al mercenario Marc Spector, que es contratado por la organización mafiosa conocida como El Comité, para rastrear y capturar a Jack Russell, alterego de la bestia que asoma con cada Luna llena. Posteriormente a esta primera aparición, titulada ‘¡El rondador llamado Moon Knight!’ con la que inicia el tomo que nos ocupa, el personaje inicia un periplo como invitado en diferentes series, Marvel Two In One, Marvel Spootlight y Peter Parker: The Spectacular Spiderman, hasta recalar en Hulk, con relatos complementarios escritos por Moench y dibujados por el debutante Bill Sienkiewicz, que adquieren cierta continuidad.  

Este equipo creativo es responsable de la primera serie del personaje, que debuta en 1980, extendiéndose por 38 entregas. Entonces se establecen dos alias civiles para el vigilante. Como el taxista Jake Lockley realizaba tareas de inteligencia sobre el movimiento del bajo mundo criminal, mientras que como el millonario Steven Grant, se codeaba con la elite de la sociedad newyorkina. En paralelo, el recurso de complejizar su entorno vinculándolo con lo sobrenatural funciona, y es así que se establece un origen vinculado a la historia antigua. Una misión fallida en Egipto, deja a Spector muerto frente a una estatua del dios de la venganza, Khonshu -Luna-, quien lo retorna a la vida convertido en su puño, el inmortal guardián de los caminantes o aquellos que andan de noche, encargado de ahuyentar peligros reales y malos espíritus.

Tres series más, en 1985, 2006 y 2011, con diferentes enfoques y distinta suerte, además de una infinita cantidad de miniseries y participaciones en otras publicaciones, hicieron que el justiciero lunar pase por las disímiles manos de Chuck Dixon, J.M. De Matteis, Charlie Huston, Gregg Hurtwiz, Brian Michael Bendis, con mayores o menores aportes según el caso, hasta que el relanzamiento All New Marvel Now! de 2014, posibilitó la edición de una quinta serie propia, escrita por el inglés creador de Transmetopolitan y Planetary, que fue secundado en la faz gráfica por el irlandés Declan Shalvey, responsable de una etapa de Northlanders, e Injection.

 Polaroid de locura ordinaria

La recopilación española lleva por nombre ‘De entre los muertos’. Desde el título mismo de cada una de las seis historias autoconclusivas, de veinte páginas, referido a través de una sola palabra, se define el estilo mismo del relato propuesto. Simple y conciso, minimalista y directo, pero a la vez pleno de simbolismos y homenajes a otros momentos de la dilatada vida editorial del enmascarado que viste de blanco.

‘Cortador’, la primera trama, cuenta con una especie de prólogo implícito en las primeras dos páginas, que resume perfectamente todo lo que el lector recién llegado necesita saber sobre el personaje, a través de las notas para una posible investigación periodística sobre el vigilante -que acaba de volver a New York-, por parte de la bloggera Joy Mercado, de quien no volveremos a tener noticias a futuro. Acto seguido, asistimos a la irrupción de Mr. Knight, otra identidad -y van- a través de la cual oficia como consultor especializado en crímenes de naturaleza extraña, para la policía local. Un asesino serial anda suelto por las calles matando a sangre fría a varones de mediana edad con una condición física atlética, para luego cercenar extremidades de cada víctima. Acciones militares encubiertas y una feroz crítica a la sociedad de consumo occidental, detrás de un capítulo que también indaga en la cordura del protagonista.

‘Francotirador’ arriesga un poco más a la hora de la narrativa, a través de la presentación que hace durante las primeras ocho páginas de los ocho personajes convertidos en blancos de un experto tirador dado por muerto en una misión fallida tiempo atrás. La venganza es su leit motiv, y Moon Knight se interpondrá en su camino para intentar detenerlo, con un final impredecible que asesta otra severa reflexión en torno al papel de las agencias de inteligencia gubernamentales y los medios a través de los cuales logran imponer su agenda de poder en diversas regiones del mundo. Notable.

‘Caja’ vuelve a profundizar en las raíces sobrenaturales del paladín, cuando unos espectros de jóvenes punks aparecen en el centro de Manhattan por las noches, atacando sin motivos a desprevenidos transeúntes. El problema que no se los puede enfrentar físicamente, razón por la que Spector deberá recurrir al consejo de Khonshu -y sus identidades previas-, para encontrar la antiquísima armadura de hueso -otro guiño a su génesis-, con la que pueda equilibrar la balanza y contragolpear efectivamente. Nuevamente un cierre inesperado, esta vez con referencias culturales. La música como elemento filial de reconocimiento en un contexto de desigualdad social. Grosso.

‘Sueños’ es un relato netamente lisérgico, donde las ansias de venganza terminan imponiéndose sobre el último tramo. Un científico especializado en el estudio del sueño contacta a Mr. Knight con la intención de que lo ayude a investigar los motivos por los cuáles una recurrente y perversa pesadilla ataca colectivamente a sus pacientes, con consecuencias inesperadas sobre su salud. Adentrarse en el mundo onírico es la única manera de acabar con este mal, que está asociado a ciertos neurotransmisores de origen fúngico y una historia personal. El plano real se minimiza en favor de logrados, peligrosos, escenarios metafísicos. La labor del dibujante y la colorista Jordie Bellaire es por demás de atrayente, ayudando a involucrarnos desde lo artístico en la complejidad textual propuesta. Intenso.

‘Escarlata’ es una eficaz apuesta a la acción. Un número pleno de referencias al entorno urbano original del justiciero, con un preciso retrato de la violencia, que también señala al tipo de cine que citamos al comienzo de esta reseña. El argumento tiene que ver con la desaparición de la pequeña Scarlet. Una familia mafiosa la secuestra por la noche con el fin de extorsionar a su padre, un alto jefe de otra organización delictiva. Retenida en la quinta planta de un edificio abandonado, Mr. Knight acude a su rescate, subiendo los pisos hasta hallarla, enfrentando en el trayecto a cada uno de los doce captores dispersos por el lugar. Las diálogos, escasos pero bien pensados, dejan paso a diversos enfrentamientos físicos, con coreografías de peleas muy bien resueltas desde los lápices. Episodio vertiginoso y dinámico, de principio a fin.

Espectro’, última parada del viaje, es un ejercicio de perfecta simetría narrativa, puesto que lo argumental recoge tópicos abordados en el primer número, pero también en los siguientes. Marca, además, el regreso de personajes secundarios de otras épocas. El agente de policía Ryan Trent se obsesiona con el Sr. Knight, al punto de pergeñar un plan dedicado a quitarle la vida con el objetivo de suplantarlo, para obtener un ascenso en el cuerpo. Después de una correcta tarea de inteligencia sobre su historial de antecedentes, asociados y enemigos, decide hacerse pasar por su antigua némesis, el Espectro Negro -alterego de Carson Knowles– para confrontarlo y quebrarlo anímicamente. Obviamente, el antihéroe se encargará de aleccionarlo sobre una falla sustancial en sus planes, en un final que funciona como una declaración de principios al respecto de las motivaciones que impulsan su particular cruzada. Memorable.

 Yo no quiero volverme tan loco

Creo que el mejor elogio que se puede hacer de este material pasa por el hecho de destacar que nunca traiciona su concepción misma. De un tiempo a esta parte, el cómic,  entendido como lenguaje con códigos propios, que se vale de textos e imágenes para determinar un orden de lectura, ha ido evolucionando hacia lo eminentemente visual. Donde antes reinaba un delicado equilibrio entre la palabra y el aspecto gráfico, hoy es este último el que predomina, lo cual no es bueno ni malo en sí mismo, ya que todo depende de la historia que se nos pretende contar.

Ahora bien, más de una vez, en lo que a cómic mainstream de superhéroes atañe, es difícil esquivar esa sensación que queda en uno tras recorrer un número, en tanto lector, de que el trámite fue tal vez demasiado rápido y su resultado dejó sabor a poco. Ni hablar si estamos en medio de una saga. Cuestiones de formato, podrá argumentarse, la forma en que se propone y avanza el relato. Bien, afortunadamente, no es este el caso.

La elección de plantear episodios unitarios para un mosaico de historias lineales, respetando a rajatabla la premisa de introducción, nudo y desenlace, con una saludable vuelta de tuerca que impacta en este último acto, funciona a la perfección. Todas y cada una de las veces. Con los diálogos mínimos y necesarios, un elenco de personajes reducido donde los secundarios se cuentan con los dedos de una mano, y el norte claro a la hora de perfilar al protagonista, rodeándolo de misterio en torno a su cordura mental y el trastorno de personalidades múltiples, Ellis reformula inteligentemente a Moon Knight. Para ello toma dos aspectos distintivos de su carácter, el vigilante violento y el investigador de lo paranormal, y los hace confluir inteligentemente en su propia visión del perturbado y enigmático justiciero de la gran manzana. Un tipo cínico pero centrado, que se apoya en el uso de la tecnología a la hora de enfrentar distintos tipos de crímenes.

El socio artístico elegido por el guionista para el proyecto se lleva gran parte del mérito sobre el resultado final, puesto que partiendo de un trazo tan dinámico como ágil, donde la fluidez en la narrativa y un correcto trabajo de fondos van de la mano con la gran expresividad de sus personajes, desarrolla una identidad gráfica única, para nada genérica. Shalvey está muy bien complementado por la colorista, para lograr una puesta en página sobria y arriesgada a la vez, manejando con gran timming cada uno de los climas sugeridos por el argumento, sin dejar nunca de sorprender gratamente con los múltiples recursos empleados a la hora de retratar la obligada cuota de acción.

Pasando en limpio, la única crítica que podemos hacerle al volumen en cuestión, correctamente editado, con la reproducción de las portadas originales y buenas notas periodísticas complementarias, es el hecho de que esos seis números nomás constituyan todo el running. En realidad, en Estados Unidos la serie continuó bajos las riendas de Brian Wood y Greg Smallwood, pero ya no fue lo mismo. Como reza el dicho popular, lo bueno, si breve, dos veces bueno.

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