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Los dos tiempos de la guerra

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Los dos tiempos de la guerra

La serie Aguila Negra, de Ray Collins y Francisco Solano López, gran exponente del género bélico, que Editorial Columba publicó durante los ochenta, recordada por Mariano Sicart.

La serie Aguila Negra, de Ray Collins y Francisco Solano López, gran exponente del género bélico, que Editorial Columba publicó durante los ochenta, recordada por Mariano Sicart.

 

Entre 1939 y 1945 las principales naciones del planeta se vieron envueltas en uno de los conflictos armados más sangrientos y penosos en la historia de la humanidad, la denominada Segunda Guerra Mundial. El enfrentamiento entre el Eje, coalición integrada por Alemania, Italia y Japón, contra los Aliados, que conformaban Inglaterra, Rusia, Estados Unidos y otros, derivó en las detonaciones nucleares de Hiroshima y Nagasaki, en Japón, y el genocidio de seis millones de judíos en Auschwitz, por mencionar solo algunos de los horrores cometidos. Otra de las consecuencias fue la ocupación de varios países europeos contrarios al Tercer Reich, Polonia entre ellos.

En Enero de 1980 el segundo número de la revista “Nippur Magnum”, de Editorial Columba, presentaba un relato bélico serializado ambientado en ese período histórico, cuyos protagonistas eran, precisamente, soldados polacos. Fruto de la colaboración entre la pluma del experimentado guionista Ray Collins -Eugenio Zappietro- y los dibujos del gran Francisco Solano López, Aguila Negra se inicia en el almacén de antigüedades  de un septuagenario excombatiente, Ilia Potocky. Asentado desde hace cuatro décadas en Francia y con una vida plena de recuerdos, aguarda todavía una postergada reunión con sus antiguos camaradas, para brindar por la vida y la amistad con seis botellas de vino Pommery, cosecha 1936. Ante las preguntas curiosas de los propios parisinos o turistas, Ilia apelará a su memoria para relatar los episodios que durante la guerra, conformaron la desconocida epopeya de las Aguilas. Iniciando a través de flashbacks un recorrido histórico emotivo y doloroso por igual.

Todo empieza en Varsovia con el joven profesor de Literatura Wajda Radzigill, de veinticinco años, quien ve frustrados sus planes personales de casamiento ante la inminencia del conflicto bélico. Su novia le propone exiliarse en Francia, pero él opta por quedarse y defender su tierra ante la invasión nazi. Junto al vagabundo trompetista Stanislas Munsk, son convocados de urgencia para sumarse al ejército. De pronto, ambos se ven asignados a la Brigada de Infantería 414, compuesta también por Piotr Czartorys, Benji Holm, Christian Feddersen, Alf Czentrorcy e Ilia, personajes sobre los que recaerá el protagonismo a medida que la trama avance.

Finalmente las defensas son arrasadas, Polonia cae, y ellos se refugian en suelo francés. Se unen a los Aliados y Wajda asume el mando, ante la muerte del rudo sargento George Sapieski. Acusados de traidores y cobardes por su nacionalidad, son menospreciados y asignados a operaciones de poca monta. En homenaje a la bandera de su país, la unidad de combate adopta el símbolo del águila, alterando el característico color blanco por un negro que representa el luto por la patria perdida. Y deciden defender la tierra de otros como modo de honrar y tratar de recuperar la propia, borrada de los mapas de entonces. Conforme avanzan sus intervenciones, el ex profesor y los suyos van labrándose una reputación a fuerza de humildad y valentía, aceptando misiones de gran peligro en varios continentes. Convirtiéndose en auténticos héroes.

Los guiones de Ray Collins, que también firmó con los pseudónimos Pierre Gascone y Rudy Cavalls, aprovecharon el contexto para narrar historias sencillas pero profundas, donde afloran la grandeza y miseria humana en todo su esplendor. Más allá de los bandos, la mirada se centró en las reacciones que los hombres despliegan frente a ese evento irracional por naturaleza, y las persistentes huellas que ello ha dejado en las vidas de cada uno. El hecho de manejar dos temporalidades, los ochenta desde donde se nos presenta Ilia Potocky, y los cuarenta donde transcurre la acción propiamente dicha, deja un gran margen para la evolución de los diferentes personajes. Asimismo, este recurso permite una interesante vuelta de tuerca al género, que surge del contraste entre sucesos culturales, sociales y políticos de Europa desde entonces y hasta aquel tiempo.

Sobre la labor de Solano López, eficiente como siempre, cabe destacar la buena documentación histórica realizada. La verosimilitud alcanzada en la presentación de numerosos escenarios geográficos, las máquinas y los combates, es notable. Su trazo gana en expresividad cuando la trama requiere mostrar las emociones que atraviesan esos hombres sencillos, convertidos en soldados muy a su pesar, a medida que los capítulos se desarrollan. Un buen trabajo de época, a veces perjudicado por una mala aplicación del color y la puesta en página -con una excesiva cantidad de viñetas-, ambos de rigor en Editorial Columba. Los dibujos decayeron un poco tras su partida, cuando fue reemplazado por Roque Vitacca, Néstor Olivera, y Víctor Hugo Arias. Esta rotación de lapicistas no benefició para nada la identidad gráfica de la serie.

Aguila Negra se publicó durante casi una década, siempre en el título en el que vio la luz, siendo también reeditada en Italia, incluso. Se produjeron cerca de 91 episodios, 7 de los cuáles no llegaron a publicarse en Argentina. El número 36 de la “Colección Clásicos” de Editorial Columba, con fecha de portada Diciembre de 1999, republicó los primeros 14 episodios de la obra. A fines de la década del noventa, dentro de otra antología del sello, la veterana “D’Artagnan”, fueron reeditados algunos de sus capítulos.

Gracias a Ariel Avilez, columbófilo y errante amigo de las viñetas.

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