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¿Qué hay de nuevo, Leo?

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¿Qué hay de nuevo, Leo?

Una aproximación a las dos recopilaciones en papel por parte de Fierro-La Historieta Argentina, de ‘Leopoldo’, último trabajo conjunto de Guillermo Saccomanno y Domingo ‘Cacho’ Mandrafina, a cargo de Mariano Sicart.

Mucho más que dos

Si hay una constante que se repite en la lectura de ‘Leopoldo’, es la dualidad. Concebida para las páginas del suplemento semanal Historietas Nacionales de la agencia de noticias Télam a fines de 2011, por la efectiva dupla creadora de ‘El Condenado’Guillermo Saccomanno y Domingo ‘Cacho’ Mandrafina, en un principio la idea fue homenajear el trabajo de Héctor Germán Oesterheld y Alberto Breccia en ‘Mort Cinder’. Dos creadores contemporáneos celebrando el concepto de aventura, instaurado definitivamente por otros dos artistas de la época dorada. Pero éste es apenas el primero de los binomios, puesto que con el correr de los capítulos comienzan a observarse otros.

Acaso el más evidente sea el de nuestra historia política, como nación, emparentada con nuestra historieta, como patrimonio cultural; pero también el de la literatura -nacional, universal-, con el noveno arte. Referencias constantes que se entrecruzan en las viñetas de este trabajo presentado bajo el formato apaisado -tampoco el detalle referido a las publicaciones de Editorial Frontera es casual-, que desde el comienzo de su andadura editorial, también, llevó la dedicatoria ‘A Carlos Trillo’ en un margen superior. Además, está el hecho de que pese a ser el título del trabajo un nombre propio, los protagonistas son dos.

 

Aquí, allá y en todas partes

Serializada a lo largo de las primeras 69 entregas del suplemento mencionado, de Diciembre de 2011 a Marzo de 2013, que pueden descargarse gratuitamente en formato PDF desde la propia página web de la agencia de noticias nacional, este extenso primer arco argumental fue recuperado para el papel de modo completo por ‘Fierro-La Historieta Argentina’ en su número 84, con fecha de portada Octubre de 2013, una edición especial que celebraba los primero siete años de la antología de historieta adulta nacional que aparece mensualmente junto al diario Página/12.

Allí se presentan los dos personajes que llevarán sobre sus hombros el relato. Leopoldo es un joven coleccionista de historietas porteño, que trata de hallar infructuosamente un episodio perdido e inédito de ‘Mort Cinder’, cuya trama se enfoca en el histórico bombardeo de Plaza de Mayodel 16 de Junio de 1955 por parte de la aviación Naval, intento fallido de asesinato del entonces Presidente Juan Domingo Perón, con miras a un posterior golpe de estadoLutz es un misterioso librero mayor que tiene un local de usados en el sótano de una vieja galería comercial cercana a la Plaza San Martín, y varios secretos en su haber, entre ellos una reputación de vidente. A partir de este primer encuentro, sus vidas estarán inexorablemente ligadas en una trama fantástica, con ramificaciones -y locaciones- en principio impensadas.

La clásica estructura argumental folletinesca, que obliga a un necesario golpe de efecto por entrega, con miras a la cuota de suspenso y misterio semanal que ‘enganche’ al lector, funciona como un reloj suizo cuando los encargados de llevarla adelante son dos enormes creadores del medio nacional, con décadas de oficio a sus espaldas.

Saccomanno presenta la acción abriendo diferentes frentes espacio-temporales, desde el presente al pasado, arrancando en el mencionado 1955, pero llegando incluso a los difíciles setentas de la dictadura cívico-militar. Los momentos de tensión en la trama no dan tregua en ningún momento, puesto que las buenas ideas se suceden unas a otras, al punto de que hasta los personajes secundarios, a veces desarrollados con cierto apuro en función de que el avance del relato no pierda fluidez, resultan enigmáticos e interesantes. A nivel guión, no hay peros, todo está pensado hasta el menor detalle, con la intención de sembrar a futuro. Después de todo, estamos asistiendo a un relato episódico, de largo aliento. El final llega en el instante preciso, e incluye un guiño cómplice al público.

Mandrafina, por su parte, pone toda la carne al asador. Después de tanto tiempo dedicado a obras de época, que generalmente transcurren en lejanos y ajenos parajes, es un verdadero placer verlo recrear escenarios de nuestro país. Su Buenos Aires contemporánea es siempre activa y superpoblada durante el día, pero se torna  desolada y difusa por la noche, que es cuando los desplazamientos temporales tienen lugar. Después, están los homenajes visuales a la obra de Breccia, que son un verdadero deleite visual, casi tanto como ver su recreación de personalidades históricas. Se destaca el uso de varias técnicas, siempre con un pleno dominio del blanco y negro, que a veces se ve acompañado por grisados, y algo de difumino en el sombreado, todo ello al servicio de su fluida y precisa narrativa. Nada desentona. Nunca.

 

No hay dos sin tres

En una grata sorpresa estival, el número 111 de la etapa actual de Fierro, correspondiente al primer mes del presente año, está íntegramente dedicado Leopoldo. En su interior encontramos tres historias autoconclusivas de diferente extensión y temática.

La primera de ellas, publicada originalmente entre los números 70 a 73 del suplemento Historietas Nacionales, en Abril de 2013, tiene apenas cuatro páginas y se titula ‘Padre e hijo’. Leo acompaña a Lutz al Cementerio de la Chacarita a visitar la tumba de un irlandés que supo conocer en sus años de militancia sindical. Allí emerge de su memoria el relato de cómo la Guerra de Malvinas dejó una huella permanente sobre esa familia de inmigrantes que en algún momento vio en nuestro país una posibilidad de futuro. El pasado, abriéndose camino en el presente, a través de heridas que no cierran. Trama tan breve como contundente. Y necesaria.

Sigue otro unitario, ‘La culpa, esa piedra’, que vio la luz entre los números 134 y 142 del suplemento digital, entre Junio y Agosto de 2014, con Lutz otra vez contando una anécdota de su frondoso pasado a Leo. Tiene que ver con cierta mujer que supo conocer antaño, en un bodegón del centro, mientras atravesaba un momento complicado de salud que con el tiempo lograría superar. Las vueltas de tuerca de la vida, el orgullo, y un arrepentimiento tardío que nunca resuelve nada confluyen sobre el final, dejando un sabor amargo que toma la forma de recuerdo. Soberbio y sentido relato.

Segmentado en tres capítulos para esta reedición, que totalizan 48 páginas, el arco argumental titulado ‘El Libro del Mal’ fue presentado por entregas durante los números 143 y 202 del suplemento de Télam; entre Agosto de 2014 y Octubre de 2015. El periplo de ambos personajes se iniciará en San Telmo, cuando un misterioso Profesor los convoca para la validación de un incunable, nada más y nada menos que un ejemplar del legendario ‘Necronomicón’. A partir de aceptar el grimorio en calidad de préstamo, Lutz y Leo vivirán en carne propia como todos los acontecimientos posteriores se complican, viéndose involucrados en una aventura que los llevará a través del tiempo y el espacio, con inesperados destinos antes de que puedan volver a casa.

Obviamente, el principal homenajeado en este plot es el escritor norteamericano Howard Philips Lovecraft, uno de los grandes escritores del género de Terror, pero también aparecerá por estos cuadritos Jorge Luis Borges, haciendo referencia a aquella mítica entrada del tomo en cuestión, mientras tuvo a su cargo la dirección de la Biblioteca Nacional de Buenos Aires, en un movimiento resuelto magistralmente. Asimismo, se hará mención a H.G.O. y Alberto Breccia, quién también adaptara parte de la obra del célebre autor oriundo de Providence al noveno arte. Saga que funciona a muchos niveles, puesto que además de cumplir con el reto de contar una historia interesante, revisita y pone en perspectiva, en clave arqueología cultural, obras significativas de las letras y la historieta, revalorizando a ambas, con igual significación simbólica, en el proceso.

 

El regreso de la aventura

Este trabajo viene a invalidar aquel remanido comentario, divulgado en voz baja, como con vergüenza, por gran parte del público lector y cierta crítica especializada, que rezaría algo así como que: ‘el concepto de aventura transcurriendo en Argentina, con personajes que den cuenta de nuestra propia idiosincrasia, no tuvo continuadores después de H.G.O.’. Acá no se trata de repetir -copiando- la fórmula ensayada en varias ocasiones por Oesterheld, que tuvo su pico máximo en ‘El Eternauta’, como tantas otras veces se intentó -con dispares resultados-, sino de enriquecerla, potenciándola. Para eso es necesario tener cabal conocimiento sobre el medio, y capacidad. Algo que los responsables de la serie poseen de sobra, para satisfacción de sus seguidores.

La sensación que deja la lectura de esta historieta es que, tal y como fue concebida por los autores, lejos está de alcanzar su pico creativo. Queda mucho de la historia personal de ambos protagonistas para descubrir, por ejemplo. Sus posibilidades artísticas son enormes, ahí está la experiencia previa de sus creadores en ‘El Condenado’, otro trabajo tan dilatado como exitoso, que continúa su andadura impresa en el viejo continente, para avalarlo. Por si hiciese falta. Lo mejor, está todavía por llegar. Solo faltaría que algún editor nacional se percate de ello y edite esta gran obra como se merece. Caso contrario, no va a quedar otra alternativa más que esperar la próxima selección de episodios por parte de Fierro, o seguirla en formato digital, que también es una opción. Aunque no sea lo mismo.

 

 

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43 años, Licenciado en comunicación social. Comiquero por naturaleza, casi. Cinéfilo. Voraz lector, ocasional escritor.

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