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Rebrote, o la máquina del tiempo

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Rebrote, o la máquina del tiempo

Ideas Vivas Editorial se lanzó al mercado con tres revistas del grupo Rebrote de la historieta argentina de aventuras. Aquí la conclusión de Álvaro de la Iglesia.

Qué dificil es escribir algo que no parezca agresivo pero, a su vez, que refleje lo que uno piensa sin la careta puesta. Y duele por partida doble cuando se intuyen buenas intenciones y esfuerzos mancomunados.

La gente de Rebrote pretende volver al pasado remoto como si los noventa no hubieran existido, y nos venden una revista (bah, tres en realidad, pero a ¡Moreira! no se la vio por Rosario) de una calidad gráfica tan baja y, en más de una ocasión, con un material tan antiguo, que incluso hace veinte años hubiera supuesto un atraso importante.

En el 2015, una calidad como la que presenta Rebrote es practicamente inadmisible. Justamente, estamos en una época donde los formatos han adquirido enorme importancia (tampoco estoy de acuerdo con la obsesión de los nuevos lectores por hacer un culto del libro-objeto, pero para sobrevivir en un mercado pequeño tampoco  es muy aconsejable alejarse tan extremadamente del gusto de las mayorías). Para decirlo claro, el papel es pésimo -el de un diario tiene incluso más densidad-, el diseño de tapa es bastante feo -en una época donde hay programas de diseño profesionales y fáciles de manejar- y el collage de personajes aún más. ¿Porqué no encargar a un ilustrador que entienda sobre el concepto de portada para intentar vender el producto, como sí hicieron en Zona Cero? Rebrote tiene las características gráficas de una revista de distribución gratuita, aunque curiosamente no lo es.

Otro aspecto para criticar es esa trillada crítica que, desde el prólogo escrito por Felipe Ávila (uno de los responsables del proyecto), se deja caer sobre el manga y el cómic yanqui, como si éstos fueron los responsables de que la historieta argentina se haya ido al diablo. Hoy, la historieta argentina se halla consolidada desde hace varios años, pero Felipe Ávila parece no darse cuenta. Es obvio que, para él, la historieta argentina es Columba, no Diego Agrimbau ni Luciano Saracino, ambos guionistas muy prolíficos que aparecieron en los últimos años. Aquí hay un sentir por lo clásico en desmedro de lo moderno, y es ahí donde encuentro el talón de aquiles de Rebrote. Me parece perfecto que se reivindique el estilo Robin Wood (uno de los mejores guionistas que haya trabajado en Argentina), pero ¿porqué no traerlo al hoy? ¿Porqué no buscar algo, de esos mismos autores, un poco más contemporáneo? Y, en caso que se quieran dedicar a los clásicos, o que sea la única posibilidad viable comercialmente, ¿porqué no presentarlos mejor?

Tan mal reeditado, es imposible no pensar que Rebrote no es más que un suicidio comercial ungido por gente que se quedó en el tiempo.

Porque en última instancia, para lectores que, como yo, también tienen su gusto por lo clásico, tiene mucha más mística recorrer las librerías de viejo en búsqueda de antiguos ejemplares de El Tony o Dartagñan, que esperar meses y meses por una revista que roza el desastre gráfico.

Y ahí vamos al otro punto. Rebrote, ¡Moreira! y Zona Cero se publicaron en Capital Federal en agosto, pero en el interior tuvimos que esperar hasta noviembre para ver sólo a dos de ellas. Tres meses de espera por una mala edición de viejísimas historietas ya publicadas, me parece demasiado. Incluso hay varias historietas que continúan, algo desaconsejable cuando la periodicidad no está resuelta. La Skorpio estaba repleta de series pero salía religiosamente cada un mes, e incluso llegó a salir cada veinte días. No es éste el caso, y la presencia de varias historias con “continuará” otra vez nos hace pensar que el staff de Rebrote está compuesto por personas que desafían toda lógica comercial.

A esta altura alguno dirá, ¿hay algo bueno de todo ésto? Pues sí, lo bueno es que aún haya gente que ame la historieta clásica, de género, y la quiera traer al presente. Es muy bueno volver a ver a Martha Barnes (la primera mujer historietista del país), al capo Jorge Morhain, a Robin, a Dalfiume y etcétera. Lamentablemente, acá lo que se hace es un mal uso del “estilo”, y esto desemboca en una conclusión triste pero inevitable: a Rebrote parece no interesarle los nuevos lectores, ni la nueva historieta argentina. A Rebrote sólo le interesa volver al pasado. Y así va a ser difícil.

¿Cómo pueden levantarse? Apostando a mejorar el formato, como primera medida.  Tres revistas económicas pero muy mal editadas parece un tanto insensato, en todo caso se podría juntar lo mejor de las tres EN UNA, y encarecerla para que mejore la calidad gráfica. Lo otro, también urgente, es negarse a la reedición masiva de historietas que tienen 50 años a sus espaldas (alguna puede haber, pero no el 75 por ciento de la revista).

Por si no se entendió, no estamos criticando ni autores ni estilo: estamos criticando una forma.

De las historietas en sí, para hilar un poco más fino, me gustó mucho El Tren Cronos (Morhain-Fernández), la mini-historieta Vias (Edu Molina) y los dibujos de Martha Barnes en Un Policía argentino en New York. De Zona Cero destaco a la excelente Encuentros Cercanos (Ferrari-Massaroli) y Tudo Bem (Balcarce-Garavano).

Dichas muestras hacen que Rebrote merezca una chance. Esta oportunidad no debe ser vista como un cheque en blanco, sino como el firme compromiso de su equipo por mejorar.

 

 

 

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