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La posibilidad cierta

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La posibilidad cierta

En el mes de la Historieta Nacional, Mariano Sicart examina a fondo el tercer número de Quimera, otra de las antologías gestadas en nuestra ciudad

Celebrando su primer año de trabajo editorial, el colectivo de autores encolumnados en el sello Rabdomantes Ediciones, lentamente fue abriéndose paso en el mercado argentino de historieta con dos propuestas bien definidas, la colección Reencuentro, dedicada al rescate de obras completas aparecidas originalmente durante la primavera fanzinera de mediados de los noventa, que ya cuenta con tres tomos –‘Candido’, de J.J. Rovella, ‘Orgasmatrón’, de Julio Azamor, ‘[Bang] Kok’, de Renzo Podestá-, y la revista de antología que es motivo del presente artículo, con material de reciente producción, que ha alcanzado similar número de ediciones. Varias son las acepciones del término que le da nombre, igual de disímil, su contenido. Corrigiendo errores sobre la marcha, la revista se ha ido afianzando con el tiempo, al punto que este ejemplar es el más sólido de los que han aparecido, tanto en factura técnica como artística.

La suma de las partes

Tras una buena portada, firmada por Patricio Delpeche, que nada tiene que ver con el contenido de la publicación, en lo que inferimos, ha de ser una decisión editorial de estilo, puesto que las anteriores manejaban la misma fórmula, que involucra la presencia de una sexy y aguerrida protagonista femenina acompañada de algún monstruo de origen fantástico, siguen el sumario y la nota editorial de rigor, a cargo de César Libardi, con ilustración de Diego Fiorucci, donde aparece la primera buena nueva, a partir de ahora la antología va a contar con 72 páginas, en lugar de las 64 habituales, algo que el lector agradece.

Rompe el hielo ‘Rosario Nocturno’, que cuenta con una portadilla de Mauro Mussi. Policial con tintes fantásticos escrito por Libardi y dibujado por José Ballester, el capítulo presentación, titulado ‘Todas las cosas mueren’, tiene once páginas y narra un caso encargado a un expolicía devenido en detective privado por la misteriosa Evelin, que se vincula con una serie de muertes acaecidas en la ciudad. La fuerte ambientación rosarina es un elemento clave de la historia, con lugares y elementos urbanos  reconocibles. El final guarda una efectiva vuelta de tuerca. El punto flaco es la faz gráfica, con una puesta en página algo confusa, al incorporar demasiadas viñetas, y cierto estaticismo en los personajes, sobre todo a la hora de retratar la acción. Atendiendo a esas cuestiones puntuales, la serie tiene un vasto potencial.

La segunda serie cuenta con guión de la dupla creadora de ‘R.I.P. Van Hellsing’, Enrique BarreiroHernán Ferrúa, y dibujos de Sergio Tarquini.

Con una interesante portadilla de Francisco Paronzoni, está enrolada en el género fantástico y tiene una ambientación de época, se titula ‘El Mago’. Los eventos del primer capítulo, ‘Peso pesado’, de ocho páginas, tienen lugar en Buenos Aires durante 1920, mientras se desarrolla un show tanguero ofrecido por Carlos Gardel -pavada de invitado- en el salón bailable Armenonville. Allí, el protagonista deberá resolver, con métodos poco ortodoxos, un problema de pareja entre dos asistentes. Conflicto argumental bien resuelto, logrados personajes secundarios, y la sensación de que estamos ante una serie que promete. Interesante trabajo del dibujante, con un buen empleo de grisados.

Sigue ‘Pacífico’, efectiva cruza entre ciencia ficción y western que lleva las firmas de Ariel Grichener en guión y Nicolás Zuliani en dibujos, con portadilla de Juan Carlos Vásquez.

El primer capítulo, ‘La Estrella perdida’, es de ocho páginas y muestra el regreso del soldado Frank Marshall al pueblo cuyo nombre titula a la serie. Pronto, por las malas, aprenderá que diez años de ausencia es mucho tiempo, ya nada es lo que era. Puede llegar a objetarse que el relato y algunos diálogos transitan lugares comunes, pero no por ello deja de tener cierto encanto este capítulo presentación. El aspecto gráfico es efectivo en la composición de la página, el empleo de grises, y el diseño de personajes, aunque la narrativa tropieza en el retrato de la acción. Allí, algunas viñetas aparecen bien resueltas y otras no tanto. Igual, la propuesta es válida, habrá que ver cómo sigue.

Menos ambicioso resulta el unitario ‘Ojo en el cielo’. Con portadilla de Gabriel Antille, el guión es de César Libardi y los lápices de Javier Galimany.

En apenas cuatro páginas, combina ciencia ficción y policial, incluyendo un guiño al cine clásico. Un detective debe resolver la desaparición de un Ingeniero en un futuro cercano, lidiando con intereses personales y empresariales. El problema de la trama es que presenta un desarrollo lineal, aunque para descubrir esto se hace necesaria una segunda lectura, puesto que está -hábilmente- presentada para ocultar ese detalle. El dibujo cumple, sorteando bastante bien la abundancia de cuadritos en casi todas las páginas.

Es el turno de un autoconclusivo que está entre lo más logrado del número, ‘Pesquisa Criminal’, con una cinematográfica portadilla a cargo de Fernando Kern. El guión es de Gastón Flores, y el arte de Pablo De Bonis.

Obviamente, desde el título mismo se anuncia que es un policial, ocho páginas a las que no le sobran ni faltan absolutamente nada. Una investigación en torno a una serie de asesinatos que involucra a los actores participantes de una obra de teatro representada en Rosario -con logradas referencias gráficas urbanas-, donde todos son sospechosos, es llevada a cabo por dos oficiales de la policía, con un final inesperado. El guión es a la vez efectivo y verosímil. Una grata sorpresa fue el elevado nivel del dibujo, de sólida narrativa, sobre todo teniendo en cuenta la juventud de De Bonis, apellido a seguir de cerca.

La última serie presentada, ‘Glamour’, se enmarca en el género furry. El episodio  inicial, ‘El crimen de la señorita Magisterio’ tiene once páginas, contando con guión de Walter Koza y lápices de OsoZeth (Hugo Salvatierra).

Transcurre en Buenos Aires durante los ochentas y su protagonista es Leonor Mancilla, una exmodelo devenida en asistente de investigación, que además de sus problemas personales, se ve envuelta en la resolución del asesinato de una docente jubilada. Admito no conocer mucho de este estilo historietístico, lo cual no fue motivo para disfrutar del trabajo. La trama es inquietante, los personajes están bien construidos, y la resolución no defrauda. La narrativa es fluida, a través de un dibujo que balancea bien los rasgos antropomórficos de los protagonistas con la ambientación ‘realista’. Interesante.    

Complementa la edición un saludable espacio literario de dos páginas, reservado a textos de diversa índole, en este caso, tiene que ver con el género épico-fantástico. El relato presentado lleva por título ‘La última ciudad sobre la tierra’, de Ernesto Parrilla, bien ilustrado por Gastón Barticevic. Además, se incluye una buena entrevista de Leandro Arteaga a Julio Azamor con motivo de la edición de ‘Orgasmatrón’, que también transita otros tópicos a propósito de la actualidad profesional del animador e historietista. Cierra la sección MiniBios, dos páginas con información sobre la trayectoria de los creadores que publicaron en esta entrega, y una buena contratapa de ‘Pacífico’ a cargo de Renzo Podestá.

 Evolución temprana

Es notable el crecimiento que ha tenido la publicación en apenas tres números, aunque todavía queda bastante margen para mejorar. La sana intención de presentar buenas historietas al público se nota, y ello es saludable. De a poco, se han ido incorporando algunos creadores que tienen algo más de experiencia en el medio, algo que repercutió directamente sobre la calidad del material publicado. En este mismo sentido, superar el nivel under en pos del profesionalismo, cabe destacar la incorporación de Pablo Colaso en el diseño general, o la reciente distribución en kioscos de diarios y revistas locales, que pretende ir al encuentro de nuevos lectores, por fuera del circuito de comiquerías.

Por lo demás, hay, a futuro, un rumbo editorial trazado con buen criterio, que apuesta a consolidar personajes y ofrecer historias sin continuará. La suerte final de la antología dependerá, como siempre, del apoyo de quienes son los últimos destinatarios de este esfuerzo, los lectores. Hoy por hoy, Quimera es una linda realidad. Y va por más.

 

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