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Desde Mar del Plata llega una nueva antología que promete: Ultramar –Océano de historietas.

De esta nueva generación de revistas antológicas (donde podemos ubicar a Términus como nuestra más digna representante) que se viene gestando desde hace unos años, Ultramar –presentada oficialmente por estos días- parece ser la de más peso propio.

El principal motivo es que su editor, Diego Ridao, apuesta por combinar –felizmente- autores noveles y consagrados, lo cual eleva notablemente la calidad del producto final. Desde el vamos, en la portada vemos nombres del nivel de Enrique Breccia, Emilio Balcarce y Edu Molina, por nombrar sólo a tres. Y si a eso agregamos la perfecta edición, similar a Términus en cuanto a calidad de papel e impresión, (pero de mayores dimensiones), entonces Ultramar nos conquista definitivamente con sus 92 páginas, ocho de ellas a todo color.

La primera historia es Matroska S.A, con guión del veterano y prolífico Emilio Balcarce y dibujos de Gonzalo Ruggieri, una sorpresa para mí, pues desconocía el talento de este joven dibujante rosarino. Esta historia de Ci-Fi nos muestra una nueva tecnología que es siniestramente utilizada por la empresa que la explota. Cabe destacar que estas mismas páginas se vendieron a la mítica revista estadounidense Heavy Metal, y la verdad es que son una excelente carta de presentación para una antología que debuta en el mercado.

Luego tenemos El Arma Secreta, donde otro veterano, Ricardo Ferrari, se despacha con una muy buena historia que combina razas alienígenas y un origen absolutamente fantástico de nuestro origen. Lamentablemente no me termina de convencer el estilo del dibujante, Diego Aballay. Su trabajo tiene mucha pericia narrativa, pero no me gusta su trazo. Seguido a eso viene la historia más floja de la antología: El guardián de la Puerta, escrita y dibujada por Julio Falkenhagen. Un par de frases interesantes en las últimas viñetas no alcanzan para tapar la narrativa confusa y el dibujo un tanto estático.

El Collar de Caracol es la obra que aporta Diego Ridao quien, como dijimos, es el editor de Ultramar. El guión es bastante correcto pese a algunas fealdades estilísticas que Ridao utiliza -creo yo- adrede, en diálogos demasiados acartonados para mi gusto. Visualmente, en cambio, es realmente prometedor. Toda la historia está trabajada sobre un clima que combina el noir y la Ci-Fi (si no ¿cómo explicamos los vehículos sin ruedas?) y donde se notan tanto las influencias del manga como del cómic americano.

Es así como llegamos al bache historietístico y Ultramar nos hace descansar con ilustraciones y dos pequeñas piezas literarias. En cuanto a lo primero, son ocho páginas a todo color donde el gran Burda (Alejandro Burdisio, para quien no lo conozca) nos regala su inmenso talento: un retro-futurismo bien argentino, donde viejos Peugeot o Citroen vuelan por sobre una metrópolis aérea, y donde por todas partes se dejan ver los íconos de la identidad nacional. Muchas de estas páginas ya las habíamos visto en la Crack Bang Boom del año pasado, son un verdadero lujo para nuestros ojos y uno de los puntos más altos de Ultramar. Por otro lado, ¿por qué Burda no ilustra más portadas para las revistas argentinas? Sólo recuerdo la de la estación de YPF en un número de Fierro, pero es que este buen hombre tendría que estar llamado a ser el digno sucesor de los más grandes portadistas que tuvo Argentina. Y digo esto sin menospreciar en absoluto el arte de tapa de Diego Ridao que, de hecho, funciona muy bien para un número inaugural.

En cuanto a los cuentos, son dos pequeñas piezas escritas por el maestro Jorge Claudio Morhain, guionista de Skorpio y Columba en la década del 70 y 80. Aún recuerdo su Martín Toro con mucho cariño, en unos viejos números de El Tony que se perdieron irremediablemente. De los dos cuentos publicados aquí, me quedo con El Viento, escrito con gran artesanía y poética. Otro acierto del editor, el apostar a otros géneros.

Volvemos a las historietas de la mano de Bosalvia, escrita y dibujada por otro desconocido para mí, un tal Hiorsh (de paso aprovecho para criticarle al editor la no inclusión de datos de los autores menos conocidos, algo para corregir a corto plazo). Bosalvia es la revelación de esta antología sin lugar a dudas, el capítulo primero de una historia de tiranía y opresión con una estética a medio camino entre la Ci-Fi y la fantasía tradicional, y unos dibujos absolutamente alucinantes. Otro punto altísimo de Ultramar.

Daño Colateral es del montón (una pena tratándose de un guionista como Balcarce, el único que figura dos veces en la grilla de éste número), trillada y con el dibujo de Silvio Kiko que está bastante bien aunque no me guste cómo resolvió la última página. Y acto seguido nos encontramos con Peor que la Muerte, una muy buena historia de Roberto Barreiro –sumamente mordaz y ácida- sobre vampiros, e ilustrada por el gran Edu Molina (¿se acuerdan de Animal Urbano?), un maestro del blanco y negro. Aquí podemos ver cómo evolucionó su estilo en los últimos años, y lo cierto es que sorprende gratamente.

Por último tenemos El Sueñero (veinte años después), del gran Enrique Breccia, un cierre a puro lujo para una antología que debuta con más gloria que pena. Es cierto que su precio ($150) está por encima de lo que valen este tipo de publicaciones, pero ¿en cuántas de ellas vas a encontrar tanta calidad junta? Si Ultramar toma el camino que hizo, por ejemplo, Términus (es decir, el de mejorar con el correr de los números), entonces sólo queda esperar un futuro brillante.

Yo apuesto por eso.

 

 

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2 Comentarios
  • Julio Falkenhagen

    Gracias por la critica Alvaro. esperemos que la próxima te genere tanta magia que desmayes

    • Alvaro Iglesia

      Seguro que así será, Julio. Saludos!

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