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Cien números de Fierro

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Cien números de Fierro

La única revista de historieta adulta con aparición mensual del mercado arribó a los tres dígitos de numeración, y Mariano Sicart ofrece un sesudo balance a propósito del camino recorrido.

La segunda centena

El pasado Febrero, “Fierro: La Historieta Argentina”, de Editorial La Página S.A. llegó a los cien números de lo que es considerada su segunda época editorial, bajo la dirección de Juan Sasturain, con Lautaro Ortiz como jefe de redacción, transitando el noveno año de edición consecutiva como compra opcional del diario “Página/12”, los segundos sábados de cada mes, desde Noviembre de 2006.

El dato no es menor si se considera que esa numeración fue precisamente la que alcanzó durante su primer y emblemático período en la escena nacional, cuando era una publicación perteneciente a Ediciones de la Urraca y llevaba el subtítulo ‘Historietas para sobrevivientes’ en la portada, entre la primavera alfonsinista de 1984 y el pleno apogeo menemista de 1992.

Evolución a los fierrazos

A nadie escapa que los tiempos no son los mismos, ni los lectores de uno y otro momento de la antología de historieta adulta nacional por excelencia, tampoco. Ello obedece a una cuestión meramente cronológica, puesto que pasaron casi quince años entre el cierre y el relanzamiento. Aun considerando a los autores consagrados que fueron de la partida antes y ahora, lo cierto es que el grueso del público seguidor de la revista se compone de jóvenes –y no tanto- que se acercaron al medio durante la década del noventa y los años que siguieron, nefasta etapa en la que la pauperización cultural, las sucesivas crisis económicas y el ingreso masivo de material proveniente de otras latitudes, dejaron su huella sobre nuestro siempre modesto mercado de historieta, acabando en forma paulatina con la escasa oferta editorial imperante.

Mucha agua ha corrido bajo el puente desde entonces, y la lenta recuperación en las comiquerías de un espacio para la producción nacional ha ido de la mano con la otra cara de aquel fenómeno, positiva si se mira en retrospectiva. Nos refererimos al surgimiento de toda una nueva generación de creadores que en aquellos años enarbolaron la bandera de la independencia a través de la autoedición, haciendo sus primeras armas en la adolescencia desde el complicado under, para convertirse al día de hoy en profesionales consumados, reconocidos dentro y fuera del país por su trabajo.

Es en ese difícil equilibrio entre la historieta argentina tradicional, de corte clásico, escuela que tiene a Héctor Germán Oesterheld a la cabeza, pero que también comprende a Ricardo Barreiro, Francisco Solano López, Carlos Sampayo, José Muñoz, Guillermo Saccomano, Cacho Mandrafina, Oscar Zárate, Lito Fernández, Horacio Altuna, Juan Giménez y, por supuesto, Carlos Trillo, y la historieta actual, que se vale de nuevas técnicas (narrativas, gráficas) y una profunda influencia de otros lenguajes de fuerte arraigo en lo visual, con  artistas como Diego Agrimbau, Max Aguirre, Rodolfo Santullo, Juan Sáenz Valiente, Angel Mosquito, Pablo Túnica, Lucas Varela, Fernando Calvi, Ignacio Minaverry, y Salvador Sanz (por mencionar solo a algunos), donde se hallan las fortalezas y debilidades de esta nueva encarnación de la antología, querida y criticada por igual. Según a quien le pregunten, claro está.

El mix entre el clacisismo y la actualidad parecía medio forzado durante los primeros años, hasta que de a poco se le fue encontrando la vuelta para que la mezcla rinda sus frutos. En ese particular e interesante apartado se inscriben dos grandes guionistas de la vieja guardia que tuvieron el buen tino de acoplarse a dibujantes jóvenes, el interminable Carlos Trillo, en dupla con Lucas Varela, lo que dio por resultado dos obras geniales, ‘El síndrome Guastavino’ y ‘Sasha despierta’, y Pablo De Santis, quien parió junto a Juan Sáenz Valiente la logradísima ‘El Hipnotizador’, y en compañía de Frank Arbelo la imprescindible ‘Justicia Poética’. Cruces de este tipo, con otros nombres, seria algo saludable de ver con mayor frecuencia. Pero no es lo que abunda, lamentablemente.

Oxido y brillo de Fierro

Si hay algo que se le puede elogiar a los editores, es el hecho de no anclarse a las normas autoimpuestas por el formato de comercialización. Han aprendido de los errores, y arriesgado, con mejores o peores resultados. Sin ir mas lejos, el hecho de ampliar la cantidad de páginas de 64 a 72, probar con distintos suplementos movidas de corte experimental (del ‘Picado Fino’ al ‘Fierrito’), incorporar secciones escritas literarias (‘Muñecos grandes’, de Pedro Lipcovich), de humor (‘El cartoonero’, de Esteban Podetti) y de opinión (‘Ojo al cuadrito’ y ‘Cadáver Exquisito’, de Laura Vázquez), o aprovechar los números-aniversario para editar ejemplares temáticos, representan esfuerzos inequívocos por mejorar. En tal sentido, la premisa adoptada el último año, con menos series por número pero mayor extensión por entregas, resulta una búsqueda cuanto menos, interesante.

Un factor que genera algo de ruido a no poca gente, es el escaso margen para el disenso. Referíamos párrafos arriba los diferentes tiempos que transitaron ambos momentos de la revista, en relación a la historia nacional, y así como la primera etapa editorial ayudo al debate de ideas y consolidó la formación de un nuevo tipo de lector, con apetencias culturales de diversa índole y un marcado compromiso con el tiempo que transitaba el país a mediados de los ochenta, tras la salida del proceso militar  con la recuperación de la vida institucional, esta etapa de la revista tiene un marcado sesgo oficialista, algo que se percibe desde el mismo diario al cual su venta acompaña.

Ello implica, en la práctica, cierta bajada de línea militante que en ocasiones es más sutil que otra. Obviamente, el fan no tiene forma de saber si aquello ocurre por convicción propia de los artistas (uno supondría que sí), o por imposición del medio. En cualquier caso, una de las cualidades intrínsecas a la expresión artística es la ideología. No así la propaganda o la obsecuencia. Algunos historietistas entienden esa particular diferencia. Otros pareciera que no. En tal sentido, uno imagina la dificultad que supondrá para Fierro la subsistencia más allá del año que transitamos, con el kirchnerismo lejos del poder, debido a cuestiones meramente políticas, como la distribución de la pauta oficial, por ejemplo. Y eso, pese a tener que ver con las reglas del juego democrático, culturalmente, tampoco está bueno.

Del mismo modo, una critica muy común por parte del público, que suele surgir tanto en las charlas entre aficionados de modo general, como en el correo de lectores en particular (espacio que puede consultarse en el blog de la revista), tiene que ver con la repetición de los mismos colaboradores. El reclamo no carece de fundamento, puesto que aquella interesante rotación de apellidos en el staff de los primeros años, que solía arrojar buenos resultados creativos, se extraña en el último tiempo, donde aparecen seguido ciertos historietitas cuyo único mérito pareciera ser la profusa producción de viñetas, mientras que otros autores cuya factura artística es por demás interesante, pueblan sus páginas con escasa frecuencia. Nuevamente, los motivos por lo que esto ocurre escapan al conocimiento del grueso de los lectores, pero es un reclamo frecuente que suele ser soslayado, si se consideran las esquivas respuestas que se obtienen en la mencionada sección al respecto.

Los aportes de esta segunda etapa de la revista no son pocos. El principal tiene que ver con las muchas historietas que son presentadas al lector argentino mensualmente, que a posteriori son –felizmente- compiladas por pequeños sellos editoriales. La serialización periódica, con todo lo bueno y malo que implica para el sufrido coleccionista, posibilita ese flujo incesante de nuevos trabajos que podrán conseguirse tiempo después en tomos recopilatorios. Opción que también se brinda por añadidura a aquellos lectores que no compran el mensuario, pero siguen la obra de determinado artista. Después, el concurso-homenaje a Oesterheld, buscando nuevos dibujantes, arrojó algunos valores a tener en cuenta. Y la frutilla del postre, ambas ediciones (verano del 2009 y 2014, respectivamente) del suplemento coleccionable ‘Continuará…’, que suman al día de la fecha un total de ocho libros autoconclusivos reeditando material clásico de nuestra historieta, con gran criterio editorial a la hora de la selección. Un rescate necesario.

En definitiva, no debe ser fácil editar una antología de historieta adulta con periodicidad mensual en Argentina. Supone un esfuerzo encomiable que no siempre es valorado como corresponde. No se puede dejar contento a todo el mundo siempre, tampoco. Sin embargo, con sus altos y bajos, tan formal y experimental como puede llegar a ser, para quienes hacemos un apoyo critico de la historieta nacional, no deja de ser motivo de alegría encontrarse con la publicación en los kioscos cada mes. Felices cien números. Larga vida a Fierro.

 

  

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43 años, Licenciado en comunicación social. Comiquero por naturaleza, casi. Cinéfilo. Voraz lector, ocasional escritor.

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