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Terry Pratchett y la otra cara de los Elfos

FANTACIENCIA

Terry Pratchett y la otra cara de los Elfos

De los elfos

Los elfos son criaturas de la mitología nórdica y germánica. Originalmente se trataba de una raza menor de dioses de la fertilidad, representados como hombres jóvenes y mujeres de gran belleza que vivían en bosques, cuevas o fuentes. Se les consideraba longevos o inmortales y dotados de poderes mágicos. Se distinguía ente dos tipos de elfos, Los Elfos de la Luz, que coinciden con la descripción anterior y los Elfos Oscuros, que residían bajo tierra y eran similares a los enanos.

Sin embargo, la moderna visión de los elfos no debe tanto al mito como a la fantasía de JRR Tolkien. Tolkien también habló de elfos de la luz y elfos oscuros, demostrándonos que son tan capaces como cualquier humano de desarrollar la codicia, la envidia, la ira, la traición, el asesinato y aún el genocidio. Claro que lo hizo principalmente en El Silmarillon que probablemente no es la más popular de sus obras.

En este mundo mediático la frase una imagen vale más que mil palabras, se ha convertido en una verdad absoluta. Por lo que la visión del gran público sobre los elfos está más ligada a la revisión que hace Peter Jackson de El Señor de los Anillos. De ahí que el imaginario popular los asocie con la sabia Galadriel ((O mejor dicho, con Cate Blanchett)) que con el furioso Fëanor.

Así, la palabra elfo, nos remite a seres longevos, sabios, gráciles, hermosos y sobre todo… bondadosos.

Otros días, otros ojos

Este ensayo desarrolla otro punto de vista sobre los elfos: el de Terry Pratchett, escritor inglés que ha dedicado la mayor parte de su obra, es decir de su vida, a contar las historias del Mundodisco. El Mundodisco es una saga fantástica-humorística compuesta de 39 novelas, ambientadas en un mundo plano que descansa sobre los lomos de cuatro elefantes quienes a su vez están parados sobre la caparazón de una tortuga que boga en el espacio. El Mundodisco es universo al borde de la imposibilidad, sostenido por la magia y habitado por Enanos, Trolls, Gárgolas, Gnomos, Gnols, Dragones y otras criaturas que no suelen compartir escenario con las anteriores, como Vampiros, Hombres lobo, Zombis, Golems y Banshees. Pero solo hay un libro en el que aparecen elfos: el número 14, titulado Lores y Damas.

La saga no es lineal, no tiene un único personaje principal. Hay novelas protagonizadas por los magos, otras por las brujas, otras por Muerte y así. Lores y Damas es el cuarto libro de la serie de las Brujas. Así que vamos a empezar por presentarlas, tal como lo hace el autor en la propia novela:

“Obsérvalas con atención.

La primera —llamémosla la que está al mando— vuela con el cuerpo muy tieso, en un abierto desafío a la resistencia del aire del cual parece estar saliendo vencedora. Tiene unas facciones que serían descritas como notables, o incluso bellas, pero no se la puede llamar hermosa, a menos que quieras ver cómo tu nariz crece medio metro de golpe.

La segunda es regordeta y tiene las piernas bastante arqueadas, una cara que recuerda a una manzana dejada a la intemperie durante demasiado tiempo y una expresión de jovialidad casi terminal. Está tocando un banjo y, a falta de un término más apropiado, se podría decir que está cantando. La canción habla de un puercoespín.

A diferencia de la escoba perteneciente a la primera figura, cuyo palo solo tiene que acarrear un par de sacos, la suya se halla sobrecargada de cosas como burritos de peluche púrpura, sacacorchos con forma de niñitos orinando, botellas de vino embutidas en cestas de paja y demás muestras de la cultura internacional. Hecho un ovillo entre ellos se encuentra el gato más maloliente y malévolo del mundo, ahora dormido.

La tercera, y decididamente última, figura montada en una escoba también es la más joven. A diferencia de las otras dos, que van vestidas de cuervo, lleva prendas de vivos colores que no le sientan demasiado bien ahora y probablemente tampoco le sentaran demasiado bien hace diez años. Viaja con un aire de vaga alegría esperanzada. Lleva flores en su cabello pero, al igual que ella, las flores están empezando a marchitarse.”

Estas son, entonces, las brujas de Lancre. La “que está al mando” es Yaya Ceravieja, la regordeta que toca el banjo mientras canta la canción del puercoespín ((El título completo es “Al puercoespín nadie lo puede joder” y las partes de la letra que se han ido filtrando a lo largo de la obra dejan en claro los peligros que enfrentará quién intente practicar la zoofilia con uno de estos animalitos)) es Tata Ogg y la decididamente última, Magrat Ajostiernos. Las tres vuelven a casa después de una prolongada ausencia y no están en su mejor momento: Magrat se encuentra a punto de dejar la brujería para convertirse en Reina, en virtud de su inminente matrimonio con el rey Verence II de Lancre. Y Yaya Ceravieja cree que está a punto de morir. Mejor dicho, sabe que está a punto de morir ((Conocer el momento exacto de su muerte es un “privilegio” de quienes practican la magia)) . Y no tarda en quedar claro que la causa de su muerte será un enfrentamiento con la Reina de los Elfos. Es un planteo bastante tradicional de los cuentos, pero a no confundirse porque en este cuento, las brujas son las buenas y los elfos los malos.

Hace tiempo que estas desagradables criaturas fueron desterradas de Lancre por la brujas, no tanto a través de la magia, sino… del hierro. Y es que el hierro es, bueno, a falta de una explicación mejor, diré que es la kryptonita de los elfos: los detiene, los ciega, los imposibilita totalmente. Pero aún hay una puerta que comunica su mundo con el nuestro y, en el tiempo del círculo, cuando las barreras entre los universos son más débiles, se disponen a cruzarla. El primer indicio que tiene Yaya Ceravieja de su regreso, es una presencia extraña que merodea en el bosque:

“[…] aquella inteligencia que rondaba por los alrededores… entraba y salía de otra mente igual que una sierra mecánica, tomando, tomando, tomando. Yaya podía sentir su forma, aquella forma depredadora, toda crueldad y gélida despreocupación; una mente llena de inteligencia, que utilizaría a otros seres vivos y les haría daño porque era divertido hacerlo.

Yaya podía poner un nombre a una mente así.

Elfo.”

Sin embargo, no es exactamente un elfo lo que Yaya está captando… sino una de sus mascotas. Un Unicornio. De los juglares medievales a Silvio Rodriguez, los poetas han cantado la belleza, la elegancia, la gallardía de los unicornios. Han sido metáfora de la libertad, del amor, de la inocencia perdida y la pureza de espíritu. Pero Yaya, que como buena bruja tiene Primera Vista y Segundos Pensamientos ((La Primera Vista para ver lo que estaba allí de verdad y los Segundos Pensamientos para vigiar a los Primeros Pensamientos y asegurarse de que pensaban bien. (Extraído de La Corona de Hielo, Mundodisco 37. Las cursivas son mías)) , lo describe de esta manera:

“¡Tienes que ver claro! ¡No te dejes atrapar por el glamour! ¡Mira lo que tienes delante de los ojos! ¡Es un caballo condenadamente grande con un cuerno en el extremo!”

El Glamour

La lógica de Yaya y por extensión, del autor, es difícil de contradecir… ¿Qué nos lleva a ver en un unicornio otra cosa que una bestia de la cual huir? La respuesta está contenida en la propia frase de Yaya: el culpable de ello es el Glamour, esa especie de fascinación que este tipo de criaturas proyecta sobre los seres humanos y que Terry describe con estas palabras:

“[…] El glamour los envolvió a todos.

[…]

No podías enfrentarte a los elfos, porque valías muchísimo menos que ellos. Así era como debía ser. Y eran tan hermosos mientras tú no lo eras. Siempre habías sido el que era metafóricamente escogido el último para cualquier equipo, porque antes que tú escogían incluso al gordito con una fosa nasal permanentemente obstruida que nunca paraba de moquear; siempre habías sido aquel al que no le explicaban las reglas hasta que perdías, y entonces tampoco te explicaban las nuevas reglas; siempre habías sido el que sabía que todo lo interesante les estaba sucediendo a otras personas. Aquellos abrasadores sentimientos capaces de consumir tu ser se fundían en uno solo. No podías enfrentarte a un elfo. Alguien tan inútil como tú, tan estólido como tú, tan humano como tú, nunca podría ganar; porque el universo sencillamente no estaba hecho así.”

A causa del glamour, las brujas pasan menos páginas de la novela combatiendo a los Elfos, que combatiendo las creencias de la gente sobre ellos. Es por causa del glamour que todo el mundo sabe que los unicornios y los elfos son buenos. Recordando los viejos malos tiempos en que los Elfos campaban a sus anchas por el mundo, dice Tata Ogg:

“El verdadero problema, no obstante, era que la gente parecía incapaz de recordar cómo eran las cosas cuando los elfos andaban sueltos por el mundo. No cabía duda de que la vida había sido más interesante en aquel entonces, pero porque era más corta. Y tenía mucho más colorido, siempre que te gustara el color de la sangre. Las cosas llegaron a ponerse tan feas que la gente ni siquiera se atrevía a hablar abiertamente de los muy bastardos.

Decías: Los Resplandecientes. Decías: El Pueblo Rubio. Y escupías y tocabas hierro. Pero generaciones después ya te habías olvidado de escupir y del hierro, y también habías olvidado por qué empleabas esos nombres para referirte a ellos, y solo te acordabas de que eran hermosos.

Sí, por aquel entonces había un montón de brujas. Demasiadas mujeres se encontraban con una cuna vacía, o con un esposo que no volvía tras ir de caza. Había sido la caza.

¡Elfos! Los muy bastardos… y con todo… y con todo… de algún modo, sí, le hacían cosas a la memoria.

[…]

Tomemos los enanos y los trolls, por ejemplo. La gente decía: Oh, no puedes confiar en ellos, así que más vale que nunca le des la espalda a un troll, aunque algunos de ellos son bastante decentes a su manera, pero en el fondo son cobardes y estúpidos, y en cuanto a los enanos, bueno, son unos auténticos diablillos codiciosos y taimados, desde luego, aunque a veces te tropiezas con uno que no está del todo mal para ser un condenado enano, pero en conjunto no son mejores que los trolls, y de hecho…

… son como nosotros.

Pero no son agradables a la vista y carecen de estilo. Y los humanos somos estúpidos, y la memoria hace de las suyas, y lo que recordamos de los elfos es su hermosura y la manera en que se mueven, y olvidamos lo que eran. Somos como ratones diciendo: «Tú dirás lo que quieras, pero los gatos tienen auténtico estilo».

La gente nunca se hacía un tembloroso ovillo en su cama por miedo a los enanos. Nunca se escondía debajo de la escalera para protegerse de los trolls. Puede que tuvieran que ahuyentarlos del gallinero, pero los enanos y los trolls nunca habían sido más que una jodida molestia. Nunca habían sido un terror en la noche.

Solo nos acordamos de que los elfos cantaban. Olvidamos acerca de qué cosas cantaban.”

Y por si nos queda claro, Terry resume la verdad sobre los elfos en unos pocos pero significativos párrafos (las negritas son mías):

“Los elfos son prodigiosos. Provocan prodigios.

Los elfos son maravillosos. Causan maravilla.

Los elfos son fantásticos. Crean fantasías.

Los elfos son fascinantes. Proyectan fascinación.

Los elfos son encantadores. Urden encantamientos.

Los elfos son terroríficos. Engendran terror.

Lo que tienen las palabras es que los significados pueden retorcerse como una serpiente. Y si quieres encontrar serpientes, entonces búscalas detrás de palabras que han cambiado su significado.

Nadie ha dicho que los elfos sean buenos.

Los elfos son malos.”

Se pierde algo en la traducción, lamentablemente, ya que la palabra terrific, en inglés significa tanto genial, magnífico, como terrorífico. Pero la idea básica se sostiene y se comprende perfectamente.

Una Mete Fuera

Aunque el autor suele darle su toque personal a las criaturas que adopta, no ha tratado a ninguna como trata a los elfos. Tomemos como ejemplo a los enanos. Los enanos del Mundodisco no se diferencian demasiado de los enanos de la tierra media u otras obras de fantasía. Son grandes mineros, buenos luchadores, tienen la cólera fácil, les gusta la bebida y aman el oro. Bueno, Pratchett aclara un par de veces que en realidad no lo aman, solo dicen eso para llevárselo a la cama, pero es casi lo mismo. Entonces… ¿por qué el autor se ensaña de esta forma con los elfos? La respuesta, a mi parecer es que sus elfos son, como diría Tata Ogg, una mete fuera. Una metáfora. Una metáfora de monstruos mucho mas reales y cercanos.

La novela nos plantea una metáfora sobre el peligro de tener malos recuerdos, es decir, de recordar mal las cosas. Porque cuándo se recuerdan mal las cosas, podemos terminar siendo ratones que piensan: «Tú dirás lo que quieras, pero los gatos tienen auténtico estilo». Y si algún ratón desaparece… algo habrá hecho.

También es una metáfora el glamur, ese poder que proyectan los elfos sobre los humanos. Fuera del Mundodisco, existe el glamour de la farándula, por ejemplo. Es por su causa que nos resulta natural que los deportistas ganen mucho más dinero que los docentes, que las opiniones de un músico pop tenga mas prensa que las de un escritor, que la vida amorosa de un conductor de televisión sea noticia mientras un médico que trabaja 30 horas pasa desapercibido. El dinero y el poder, les dan inmunidad a ciertas personas. El glamour hace que lo aceptemos como algo natural.

La nobleza también está metafóricamente representada en este libro. No es por casualidad que dos de las maneras de llamar a los elfos para no nombrarlos directamente sean “Los Lores y las Damas” y “La Aristocracia”. Hay tres reinas enfrentadas en el libro: La Reina de los Elfos, que trata de tomar posesión de Lancre para asegurar su regreso al mundo de los humanos. Magrat, a quién, harta de ocupar el último lugar en el escalafón brujeril se le empieza a subir un poco la realeza a la cabeza ((Cierto es que Lancre es un reino tan pequeño que “no puedes tenderte en el suelo sin un pasaporte”, un reino que “puede cruzarse entero de un escupitajo”, pero es un reino al fin. Y resulta que Una es prácticamente la reina.)) , aunque terminará demostrando de que está hecha realmente. Y Yaya Ceravieja, que no necesita proclamarse reina de nada, porque tiene en el mejor de los casos el respeto y en el peor, el temor, de todos los habitantes de Lancre y aún de la tierra misma. Nobleza de cuna, Nobleza por matrimonio y Nobleza de espíritu se enfrentan en esta historia.

Conclusiones

De más está decirles que les recomiendo la lectura de este libro ((Y de cualquier libro de Pratchett al que puedan echar mano.)). Pero también quiero recomendarles, o mejor dicho quiero pedirles algo más: Cuídense de los malos recuerdos, no se dejen engañar por el glamour y sean nobles, pero solo en el buen sentido.

Y sobre todas las cosas, aprendan a ver las cosas que realmente están allí. A fin de cuentas, puede ser que tengan enfrente una criatura hecha de pura gracilidad o puede que solo sea un caballo jodidamente grande con un cuerno en la punta. No son lo mismo. Y hay que aprender a distinguirlos.

 

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